En medio de la polémica desatada por la supuesta incapacidad del longevo ministro de la Corte Suprema, Carlos Fayt, en San Francisco hay ejemplos de capacidad y ganas de trabajar incluso a muy alta edad. Vando Santiago Righero, a sus 90 años, es un claro ejemplo de ello. Ya jubilado, el hombre continúa dando una mano en la firma Rectificaciones Gontero y es fuente permanente de consultas por su vasta experiencia. 

Nacido en Sastre en el año 1925, de muy pequeño llega con su familia a San Francisco. De joven tuvo la necesidad de trabajar, aprendió el oficio como obrero metalúrgico y se especializó en la rectificación de motores. Desde 1948 trabaja en el taller de Gontero.

¿Recuerda su primer trabajo?

De chiquito le ayudaba a mi padrastro con las herramientas mientras él arreglaba máquinas cosechadoras. Cuando yo tenía 14 años él enfermó, así que con mi hermano tuvimos que salir a buscar trabajo, a ganarnos el pan. Como mi padrastro estaba siempre trabajando con motores le seguí el rumbo y comencé en un taller que hacía rectificaciones. Luego conseguí un trabajo en el taller de Florentino Puzzi, a quien le estoy muy agradecido. Ahí comencé a trabajar tornería y él me enseñó el oficio. Después pasé por la Godeco, pero no me simpatizaba mucho la forma de trabajo y hacía unas horas extras con Carlos y Víctor Gontero. Ellos luego me dijeron que tenía las puertas abiertas para trabajar en el taller de ellos. Y así fue, hasta que llegué a ser jefe de taller de la firma durante muchos años.

Usted se crió en la cultura del trabajo.

Sí, de chico no conocíamos otra cosa más que el trabajo. A veces me golpeaba un dedo en la fábrica y no quería que ni me vieran. A mi hermano como a mí nos inculcaron esa cultura.

Pero también usted se hizo conocido por trabajar en el taller.

Sí, me hice conocido por trabajar de Gontero, la gente me lo hace saber. Mucho de lo que tengo se lo debo a esta firma y a la gente que confió en mí. El taller es mi lugar, será por eso que sigo ahí donde van amigos, conocidos y clientes de muchos años.

¿Qué hace hoy?

Tengo la costumbre de levantarme a las 6 de la mañana y a las 7 ya estoy en el taller. Uso el torno para trabajar con algunas piezas pero también voy y  vengo, tengo mis libertades por estar jubilado (ríe). Después a las 15 en punto ya estoy nuevamente. A mí nunca me gusta llegar tarde, en el sentido de los horarios soy muy responsable. Y por lo general los muchachos me consultan algunas cosas, me dicen “Righero venga a ver esto”. Las demás máquinas ya no las quiero usar, las manejé a todas, sé cómo funcionan pero ahora me siento cómodo con el torno.

¿Ha hecho deportes para mantenerse tan bien?

No, lo mío era el trabajo (ríe). En un tiempo estaban acá los Ford T que competían, eso sí me interesaba. Siempre cooperé para armar autos pero nunca quise correr ni nada. Después el fútbol mucho no me agrada. Y además en mi vida hice lo que me gustaba, nunca fui bolichero, siempre me cuidé, nunca tuve enfermedades grandes. Es más, hace años que no me resfrío (sonríe).

¿Entonces sólo trabajaba o qué otra cosa le gustaba hacer?

Siempre fui de ahorrar, me gusta trabajar y viajar, cuando me casé y tuve mi dinero ahorrado recorrí la Argentina de punta a punta, no dejé nada por conocer. También me di el gusto de viajar a Europa y recorrer un poco también. Cuando pasaron unos años y cumplimos años de matrimonio con mi señora nos dimos el gusto viajar a Norteamérica. Alguno me decía: “Vos sí que tenés plata”. Pero yo siempre contesté lo mismo, nunca le pedí nada a nadie, siempre trabajé, ahorré y por eso pude darme ciertos gustos.

¿Cómo ve a la juventud de hoy?

Me parece que los chicos no están concentrados en el trabajo. Y uno hizo todo su trabajo con cariño porque estaba haciendo algo y quería que salga bien. A veces la juventud no tiene ganas de hacer nada, va al trabajo porque tiene que ir nomás. Cuando vas al trabajo tenés que ir a hacer lo mejor posible, así con responsabilidad he cosechado amigos y el respeto de mucha gente.