Unos 25 niños de una comunidad originaria de Tartagal, Salta, pudieron jurar la bandera luego de que recibieran donaciones enviadas desde San Francisco.

Rosana Romero, una vecina de San Francisco, es quien organizanó junto a su familia esta nueva travesía solidaria en la que llevaron guardapolvos y zapatillas.

Según contó, esta es la segunda travesía de este tipo. “Gracias a todos los que me.ayudaron a lograr el objetivo de que los niños de cuarto grado de un colegio juraran la bandera como todos los niños del país con guardapolvo blanco, zapatillas y escarapelas. Y con su almuerzo y su chocolate por la tarde”, agradeció Romero desde Salta.

La mujer también destacó el gesto de Patricia y Juan Carlos Zabala, quienes la llevaron, así como de quienes colaboraron con leche, cacao, azúcar y facturas para los alumnos del turno tarde.

“Lo logramos, agradezco a todos los que me ayudan a ayudar y a mi familia por bancarme en mis desafíos”, agregó.

Cabe recordar que a raíz de la pobreza, allí los niños tienen dificultad para llegar a la escuela, o a veces no pueden ir.

Sobre cómo inició la movida solidaria, y sobre la realidad en el norte del país, Romero había comenrado antes de viajar: “Hace varios años que vamos a Tartagal y recorremos las comunidades. Suele salir un camión con mercadería, ropa, muebles, sillas posturales y de ruedas, porque allá hay una triste realidad. Parece que fuera otra Argentina. Es gente olvidada por los gobiernos, no tienen la asistencia que tenemos nosotros. Acá hay gente con necesidad, pero hace 10 cuadras y llega al hospital o a un dispensario. Allá a veces comen una vez al día, toman la leche en la escuela cuando van y si tienen. Hay niños que van a la escuela descalzos, no siempre usan guardapolvos”, detalló. 

Y había agregado: “Allá no hay asistencia médica, es más, son discriminados. Cuando llegan al hospital de Tartagal a veces no son atendidos, o los tratan mal porque llegan con la misma ropa de hace varios días pero es que a veces no tienen agua para bañarse o ni siquiera para hacer de comer. Por eso nos abocamos. Acá también colaboro, pero allá valoran todo, y lo necesitan. Y mucho".

Romero también había recordado cómo conoció la necesidad de aquel lugar y cómo empezó a involucrarse: “Mi marido nació en Tartagal. Un día fuimos a llevar a nuestros hijos a conocer el lugar en donde había nacido su papá y cuando miramos a los costados vimos cómo viven. Alrededor de Tartagal hay muchísimas comunidades originarias. Somos padrinos de dos niños originarios y así llegué a conocer Tartagal. Después conocí la Fundación Nietos de Tartagal que trabaja muy bien, generalmente trabaja con niños y ancianos. Y a ellos, cada dos o tres meses, y gracias a la colaboración de la gente, les podemos enviar ropa, calzado, alimentos y sillas de ruedas”.