La pasión por los inventos viene de familia, reconoce Ángel Bacca (70 años), un verdadero artesano local creador de la ARB 750 centímetros cúbicos, una motocicleta construida en totalidad con sus propias manos.

“Este sueño empezó allá por 1980 cuando comenzaron a ingresar al país las motos Kawasaki, me gustó el estilo. Como mi poder adquisitivo era menos cero, entonces surgió la idea de hacer una, de crearla”, cuenta Bacca mientras expone orgulloso su invento.

Ángel es un mecánico jubilado, que comenzó a construir su ARB después de su trabajo cotidiano y luego de pasar largas horas en su tallercito. Inclusive las herramientas que utilizó para hacer la motocicleta también fueron por él creadas.

“Creo que el 80 por ciento de las herramientas las hice yo, a lo mejor me salía más económico comprarlas, pero la satisfacción de hacer algo que te sirve es otro sentimiento”, explica con una sonrisa.

Su hobby, la invención

La creatividad cortada

Ángel finalizó su moto en 1984, sin embargo su creatividad se vio empañada ante el desconocimiento y la burocracia. “La moto andaba una maravilla pero la pude usar muy poco porque cuando fui a patentarla no me lo permitieron. Me preguntaron qué marca era el motor y les dije ARB (sus iniciales) 750 cc, porque lo hice yo, pero no me permitieron porque no tenía certificado de fabricación, no se pudo patentar”, cuenta.

Y agrega: “Tal vez podría haberle puesto el motor de otra moto, o de un auto y capaz me aceptaban la patente, pero ese no era mi fin, quería que todo sea artesanal”.

Admite que le hubiese gustado poder crear tal vez otras motos, pero tuvo que desviar su creatividad hacia otros objetos.

Su decisión entonces fue donarla al Archivo Gráfico y allí permaneció hasta que una tormenta derribó parte del techo y por poco no cayó sobre la ARB 750. Hoy el ciclomotor pasa sus días tapada en el taller del creador. “La idea es donarla porque no la podemos usar, en casa no puede ser apreciada por nadie, por lo menos quiero que esté en un lugar que perdure en el tiempo”, sostiene.

Máquinas a vapor a escala

En la actualidad Ángel pasa sus días recreando en su taller de bulevar Roca las máquinas que formaron parte de su vida en su niñez y que recuerda con emoción.  

En una vitrina guarda sus más preciados tesoros: un tractor y una trilladora de arrastre, ambos a vapor, con sus más mínimos detalles y que funcionan con un motor a compresión.

“Esto lo hice por hobby para tener de recuerdo las máquinas que usaban mis bisabuelos y mi padre en el campo. En parte también para que la juventud sepa cómo se trabajaba a comienzos de este siglo”, asegura.