“Desde chica quise ser madre”, asegura Andrea, una joven mamá de la ciudad quien disfruta junto a su pareja de la familia que pudieron construir juntos a sus hijos Juan (15), a quien adoptó de bebé, y Catalina (8), una niña con trastorno del espectro autista, que se les sumó a los siete meses de vida.

La historia, que contó a El Periódico en esta fecha especial que se conmemora este domingo, se remonta tiempo atrás cuando después de ocho años de noviazgo, se casó en 2001. Con el deseo de ser padres, dos años después les llegó la noticia inesperada de que no podrían serlo, al menos de forma natural. Pero lejos de angustiarse comenzaron un largo camino para cumplir el sueño.

“Lo primero que queríamos era formar una familia. Cuando eso se dio nos enteramos que no podíamos tener hijos. Los dos quisimos hacernos estudios para ver qué pasaba, encontramos el problema y enseguida estuvimos de acuerdo, los dos, en adoptar. Lo bueno fue eso, que estuvimos de acuerdo los dos, porque a veces en las parejas uno suele ser más reacio”, recordó.

Andrea considera que la adopción de Juan, que fue el primero de sus niños, así como lo sostiene con la de Catalina, fue algo especial: “Yo siempre digo que lo mío no fueron dos adopciones, sino dos milagros”.

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“Fue mágico”

Juan llegó a la familia de Andrea por decisión de su mamá biológica, que optó por darlo en adopción. Fue un camino más corto que el que debieron sortear más adelante para sumar a Catalina porque en ese caso incluyó la inscripción en una lista de espera.

Andrea conoció a Juan el día que nació, ya que asistió a su mamá biológica tras el parto, que tuvo lugar en San Francisco. Fue por decisión de ambas. “Fue mágico, fue relindo. Primero estábamos como perdidos, porque éramos nuevos en todo esto, queríamos hacer todo legal, no sabíamos cómo actuar, se dio rapidísimo”, recordó.

Con el correr de los años, el niño en ese entonces quería un hermanito. “Siempre me lo pedía, a los 2 años supo que era adoptado, entonces le explicamos que el hermanito podía ser o no, que no dependía de nosotros. Y fue otro milagro”, afirmó Andrea.

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La llegada de “Cata”

Cata llegó en 2011. Con siete meses de nacida, conoció los brazos de su nueva mamá. Pero el camino fue más largo, ya que fueron años de espera.

“Nosotros habíamos estado anotados desde que nos dieron a Juan, pasaron como 10 años. Ahí nos llamaron y Cata, si bien nació varios meses antes, vino a casa un 24 de diciembre. Fue para mí el otro milagro. Primero porque Juan quería mucho una hermanita, y que haya sido un 24 de diciembre, justo para su cumpleaños, fue un regalo”, reconoció.

Es tan grande el amor que Andrea siente por los niños que cuando la llamaron del juzgado y le comentaron la posibilidad de que Catalina tuviera alguna discapacidad o necesidad especial, ella y su pareja no lo dudaron y siguieron en el mismo camino.

“Cuando adoptás hay distintos registros para anotarte. Hay distintas categorías y una de ellas de niños con necesidades especiales. Y nos llamaron desde esa categoría sabiendo que Cata podía tener algo, pero no sabían qué, porque era muy bebé. Lo asociaban a falta de estimulación. Después, a los 3 años nos dieron el diagnóstico, que tenía este síndrome. Decidimos aceptarla porque si hubiera estado en mi panza y ella hubiera tenido autismo yo no hubiera podido decidir, y si a mí me llamaron por algo era y teníamos que aceptarla como fuera”, aseguró.

Dos personalidades distintas

Andrea describió a sus hijos como personas con identidades bien marcadas. “Juampi es único, se banca todas, es un nene muy especial. Tiene 15 años y sin embargo es súper maduro. Tiene muy claro lo que quiere y quién quiere ser, que para mí eso es fundamental”, dijo. También es un apasionado por el fútbol.

 “Y Cata tiene una personalidad muy marcada. Sabe exactamente qué es lo que quiere y lo hace saber. Ella disfruta de la naturaleza, le encanta estar al aire libre. Encontramos una actividad que va con eso y es la equitación. Le encanta ir a caballo. Y hace música también, ella es música, por eso la ama, vive cantando a pesar de que casi no habla”, contó con emoción su mamá.

Mamá todo terreno en un año atípico

Más allá del contexto sanitario que se vive, en lo personal el 2020 viene siendo un año positivo para Andrea y su familia.

“Trabajo medio día y tuve la suerte de que le pedí a mi jefe trabajar desde casa y me lo otorgaron. Porque cuando yo trabajaba ellos estaban en la escuela. Hasta el día de hoy estoy trabajando desde casa y la verdad que si para todos el año fue negativo, yo rescato lo positivo. Puedo estar en casa y estimular a Cata, que avanzó un cien por ciento. Y pequeños detalles como hacerles el desayuno. Yo jamás había podido llevárselos a la cama. Como trabajaba siempre había alguien más que se lo preparaba y se los daba. Para mí es un placer poder ayudarlos a los dos en la escuela”, dijo además.

Y finalizó: “A mí me gusta el rol de madre, entonces yo lo disfruto, y al no tener terapias y escuela, fue no tener horarios. Entonces se vive de otra forma, para mí fue muy positivo el año”.