Son cada vez más las mujeres que se animan a manejar un remis en nuestra ciudad; aunque solamente un 10 por ciento de la flota de autos que brindan este servicio a nivel local son conducidos por mujeres, las cuales trabajan entre 10 y 12 horas frente al volante y en muchos casos son sostén de hogar.

El Periódico entrevistó a Rosana Santinelli y Adriana Taborda, quienes trabajan como remiseras, para conocer sus historias y compartir desde su perspectiva femenina este trabajo que parece dominado por los hombres.

Rosana contó que hace siete años que es remisera en esta ciudad. “Antes de subirme al auto fui peluquera, cosmetóloga, cocinera, y costurera. Pero me cansé de que no alcanzaba la plata. Me había recibido de peluquera y cosmetóloga y tenía que poner un salón para instalarme que implicaba una importante inversión y tenía que mantener a mi familia”, contó. “Con unos ahorros que tenía me compré un auto porque necesitaba algo rápido que me generara dinero. Empecé con un Fiat Uno y no me fue mal porque ya es el cuarto cero kilómetro que tengo en estos pocos años”, indicó.

Para Adriana la situación fue parecida y buscó este trabajo como una rápida salida laboral para mantenerse. “Me separé de mi marido y quedé sin trabajo. Al principio fui chofer y hace tres años me pude comprar mi auto propio. Este trabajo no lo cambiaría por nada del mundo. No me gustan los horarios ni depender de nadie”, afirmó la mujer, que además de remisera trabaja como operadora en la agencia.

Mujeres remiseras

Exigencias

Ambas resaltaron que es muy difícil ingresar a este circuito y que hay que estar preparada en lo físico y emocional para soportar las exigencias. “Los primeros meses fueron difíciles y lloraba como loca porque estaba agobiada y cansada. Hasta que me fui acostumbrando y aprendiendo la profesión. No es fácil porque hay gente que hace años que está en la calle y te hace pagar el derecho de piso. A mí hasta casi me cuesta la vida porque me asaltaron y casi me matan, pero lo pude superar y hoy no lo cambiaría”, señaló Rosana.

También coinciden que algunos códigos se cambiaron y que es cada vez más difícil salir a la calle. “En estos siete años cambiaron mucho los valores. Ahora las personas son muy distintas a como a mí me enseñaron. Hoy la palabra no tiene valor y eso es fundamental para mí”, sostuvo Rosana. Y agregó: “La calle está más dura porque las personas perdieron el respeto. Te tratan de igual a igual y no le importa si sos una mujer o un hombre. Yo vivo de esa forma y todos merecemos un buen trato”, apuntó.

El tránsito

Muchos de los conductores que circulan por San Francisco se quejan por el caos del tránsito en las calles y que no se respetan las normas. “Está muy difícil manejar en las horas pico. La gente no respeta nada en la calle y se pone cada vez más peligroso. Yo prefiero manejar mil veces en Córdoba que acá en la ciudad”, precisó Adriana.

Para Rosana estas situaciones se deben a lo que están atravesando las personas por distintos problemas en el día a día. “Se nota que las personas andan mal porque se insultan y agreden en las calles, y eso tiene su directa repercusión en el tránsito”, afirmó.

En el mismo sentido, las dos trabajadoras afirmaron que conducir no es una cuestión de género y que requiere mucha responsabilidad y preparación. “Es un mito que los hombres manejan mejor. Las mujeres somos más precavidas y vamos más despacio, frenamos en las esquinas, ponemos la luz de giro. Los hombres muchas de esas cosas no las respetan. Se creen que son superiores y te mandan a lavar los platos. La mayoría de los accidentes siempre son por culpa de ellos”, puntualizó Adriana. “No importa si sos hombre o mujer, lo importante es conocer las leyes de tránsito y respetarlas cuando se sale a conducir. Es muy simple la cuestión”, agregó.

Mujeres remiseras

Sin miedo

Rosana y Adriana indicaron que realizan su tarea sin miedo, pero que toman algunas precauciones para sentirse seguras. “En nuestra agencia ninguna de las mujeres trabaja de noche por cuestiones de seguridad. Tampoco los operadores les dan viajes los fines de semana con personas alcoholizadas ni les piden que vayan a barrios que pueden ser un poco más peligrosos para ellas”, explicó Adriana.

Hace cuatro años, Rosana sufrió un asalto y fue brutalmente agredida por dos delincuentes. “Me quisieron ahorcar y me desfiguraron la cara. Me decían que me iban a matar y a tirar a un canal detrás del hipódromo de Devoto. Fue una situación muy fea y dolorosa, pero la pude superar. A la semana volví a subirme al remis y fue la única vez que tuve miedo cuando subía un pasajero. Con el tiempo esa sensación fue pasando y estoy contenta de haberla superado”, afirmó.

Remisera, psicóloga y hasta detective

Las trabajadoras del volante aseguraron que muchas veces cumplen la función de psicólogas dentro del remis. “Hay personas que se suben y te empiezan a contar su vida porque necesitan hablar y que otra persona los escuche. Otros se largan a llorar y necesitan un consuelo y existen aquellos que simplemente te piden silencio y tener códigos”, afirmó Adriana.

Rosana contó que en varias oportunidades sus clientes les pidieron realizar cosas que traspasan la función de trasladarlo de un lugar a otro. “Una mujer me pidió contratar para ser detective privado, para saber si el marido le era infiel”, recordó.

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