María Cecilia Galli (29) vivió en carne propia el infierno de las drogas, pero tuvo la fortuna de tener el soporte de su familia que la ayudó a dejar ese limbo en el que estaba extraviada. Con fe, predisposición y fuerza de voluntad, pudo dejar ese pasado y hoy aporta algo de luz a los que se encuentran inmersos en ese mundo de adicciones.

Cecilia es una de las coordinadoras del grupo Esperanza Viva -que recibe a personas que desean recuperarse de la dependencia a las drogas- y también brinda su testimonio a los chicos que asisten al Hogar de Cristo en barrio Parque.

Adicción

Cecilia narra que siendo adolescente comenzó a consumir cocaína presionada por un grupo de amigos. “Quería encajar con ese grupo y siempre está el que te dice ‘no seas cagona’, ‘dale, metele’ y ahí probé. Cuando me di cuenta ya estaba consumiendo casi todos los días. Me había vuelto esclava de algo que era muy difícil de explicar y que me generaba una dependencia enorme”, recordó.

La joven relata que fueron cinco años de una vida “desastrosa”, en los cuales solamente se levantaba para consumir. Asegura que manipulaba a su mamá para conseguir plata o hacía trueques con los traficantes para obtener la droga.

“Consumía todos los días, me juntaba con gente que no construía, estaba enferma y enfermaba. Mi condición física y mental ya no daba para más, era dormir, no levantarme, no bañarme, y ver cómo vas lastimando a otra gente. Entonces nació mi ahijado y esa fue una luz de esperanza. Me dijeron que si quería ser madrina tenía que dejar las drogas y ese fue el clic en mi cabeza”, explica.

“Gracias a Dios mi familia me acompañó mucho, pero sé que hay mucha gente que no tiene ese apoyo”, añade.

Rehabilitación

Así comenzó su proceso de aceptación de la enfermedad, primero, en el grupo Esperanza Viva que funciona en la Casa Diocesana (Paraguay esquina Pellegrini)- y luego la rehabilitación en la Fazenda de la Esperanza, una comunidad sin fines de lucro vinculada a la Iglesia Católica, que recibe a jóvenes que desean recuperarse de la dependencia de las drogas, el alcohol y otras adicciones.

Aunque tuvo sus recaídas, Cecilia pudo dejar ese mundo atrás y hoy se muestra agradecida en poder tener un trabajo y haber logrado reconstruir su vida familiar. Tanto es así que se convirtió en una de las coordinadoras del grupo Esperanza Viva local y también brinda su testimonio a los chicos que asisten al Hogar de Cristo en barrio Parque.

“Participar del Hogar de Cristo me pareció una gran idea porque es un primer paso para empezar a acompañar a una persona que está sufriendo y que quiere otra cosa. Estar dos horas o media hora sin drogas, aunque sea, ya es sumar en algo para ese hermano. Es un lugar donde la puerta está siempre abierta y nadie te va a señalar ni juzgar, ahí tienen un espacio donde ser escuchados”, aseguró Cecilia.