En medio de la violencia de género que atraviesa nuestra sociedad, un grupo de mujeres de barrio La Milka decidió organizarse y hacer algo para afrontar esa situación. Lo primero que hicieron fue levantar la vista y ver las necesidades que tenían sus vecinos, la gente del sector y que ellas mismas sufrieron: la falta, muchas veces, de un plato de comida por la noche.

Así, el 16 de enero nació el comedor comunitario Paso a Paso. Empezaron en la casa de Silvia con algunas ollas que consiguieron, una humilde cocina y juntando lo que podían en pedidos. Hoy de lunes a jueves le dan una vianda a 80 familias no solo del barrio, sino de distintos puntos de la ciudad que acuden a ellas. 

“Esto nació con la idea de sacar a las mujeres que sufrían violencia de género. Yo la viví y esa fue nuestra prioridad, qué hacer mientras tanto. Lo primero que pensamos es que la mujer necesita tener un plato de comida para sus chicos, y después, un ingreso”, contó Silvia.

Un trabajo de 24 horas

De esta manera definen la tarea del comedor, que arranca bien temprano a la mañana cuando las mujeres tienen que salir a recolectar lo que van a cocinar para la noche. A veces hay suerte, otras tienen que arreglárselas con lo que tienen.

“Apuntamos a la noche porque el invierno se va a poner crudo y en el barrio hay merenderos, los chicos tienen el Paicor. Pero a la noche muchos no tiene para comer”, comenta Yanina.

Ellas hacen de asistentes sociales, visitan las viviendas de las familias y se entrevistan con los vecinos para asegurarse de que realmente hay necesidad. “Hemos tenido nuestros chascos, tuvimos que correr a personas que se aprovechaban de los que les dábamos”, explica Silvia.

Pese a esto, las mujeres no se desalientan porque saben que su trabajo es necesario y comenzaron a recibir donaciones de distintas instituciones, entre ellas, del sindicato de Empleados de Comercio y una gran olla comprada por el club de oyentes de la radio local FM 90.7. Donativos que aceptaron con profunda emoción y que les permitirá mejorar la calidad de las comidas.

“Antes cocinábamos todo por separado, cada vianda no salía igual. Ahora podemos darle a la gente una mejor comida, esto para nosotros es una gran ayuda”, dice Silvia conmovida.

Para escapar de la violencia crearon un comedor y buscan abrir otros emprendimientos

Microemprendimientos

“Queremos calidad de vida, dignidad. Hoy todas las mujeres estamos desempleadas, pero tenemos muchos proyectos y ayudando a los demás nos ayudamos a nosotras”, aseguran.

El primer gran paso que quieren dar es comprar un horno pizzero para poder elaborar otras comidas y comercializar a toda la ciudad.

Mientras tanto sus actividades solidarias continúan: el pasado jueves arrancaron con clases particulares para los chicos del barrio pero también brindando desayuno y merienda.

Además iniciarán una feria americana con prendas donadas que se venderán a 5 o 10 pesos y con el dinero recaudado podrán comprar carne o verduras para los platos nocturnos.

Las mujeres siguen airosas y solo les resta conseguir más de dos mil pesos para obtener el horno y comenzar sus sueños de independizarse. Para aquellos que quieran colaborar pueden hacerlo llamando a los celulares 15610450 y 15689611 (el anterior número 15656315 ya no tiene relación con el comedor). 

Un día en el comedor

Es lunes por la noche y el menú del día es arroz con salchichas. En un garaje de la calle Madre Marcilla al 400, sobresale una pancarta en la que se lee: “Comedor solidario Paso a Paso. Emprendimiento”.

Adentro dos mujeres cocinan el plato del día y otras dos esperan a la gente. El comedor ya tiene su incipiente organización, los que van a buscar su vianda ya saben que deben llevar un tupper o una ollita para retirar su comida.

La gente empieza a llegar alrededor de las 19:30, una de las primeras en hacerlo es Elsa (65). Es una vecina del barrio y llega con dos envases, para retirar para ella y su tía, una mujer de 84 años que también tiene necesidad.

“Apenas me enteré que abría el comedor vine a anotarme. Para mí es una solución, sólo tengo una pensión de 4 mil pesos, no llego a fin de mes y esto es muy importante para mí. A la mañana se come lo que hay”, cuenta.

Un joven de más de 30 años también aguarda su porción. No quiere hablar, pero por lo bajo dice que se quedó sin trabajo y no tiene qué darle de comer a su familia.

“Tenemos gente que viene de distintos barrios-comenta Silvia. De La Milka, Sarmiento, San Cayetano, hay gente que se viene a pie a buscar la vianda desde Acapulco”.

“Si bien hay mucha necesidad, también hay mucha vergüenza a la hora de pedir, de decir no tengo para comer”, sostienen las mujeres del comedor.

Con cada vianda, en el comedor entregan un paquete de bizcochitos y turrones para que los chicos de cada familia tengan algo para llevarse al otro día al colegio.