La ciudad en cuarentena obligatoria no solo desnudó las necesidades de ciertos sectores que, ante la falta de ingresos, deben concurrir a merenderos o comedores comunitarios para tener un plato caliente de comida. También expuso la realidad de un grupo de familias sin domicilio fijo que decidió ocupar el antiguo edificio del Colegio San Martín para guarecerse y resistir el aislamiento.

En el derruido edificio de calle Cabrera y Pueyrredón se alojan como pueden ocho personas en situación de calle que no tienen trabajo y viven de changas o de lavar autos frente al Casino, que desde el 20 de marzo permanece cerrado.  

Así, en las viejas paredes de lo que fue el colegio, sin luz, ni agua potable ni baños, ocho personas se resguardan de las lluvias de estos días y piden ayuda a la comunidad para vivir de una manera más digna.

En el lugar se encuentran Analía y su pareja, que lavaban y cuidaban autos mientras todavía funcionaba el Casino, Valentina y su hijo -la mujer con problemas de salud que debió abandonar una vivienda que alquilaba- y otro grupo de personas que siempre se mantuvieron de changas.

“Acá todos salimos a hacer cosas para juntar el mango, no estamos de vagos esperando a que la gente nos traiga, pero no tenemos para comprarnos un juego de sábanas o frazadas, apenas nos alcanza para la comida”, contó Analía.

Ocho personas se refugian en el viejo edificio del colegio San Martín y piden ayuda

“Acondicionando” el lugar

Desde que llegaron al viejo colegio, estas personas señalaron que se las rebuscan para para hacerlo más habitable, fueron sacando basura de las distintas aulas para poder armar allí sus habitaciones. También aseguraron que comenzaron a desmalezar los altos yuyos que circundan al lugar y a barrer diariamente las hojas que caen de los árboles.

Mientras que Analía y su pareja llevan tres meses en el lugar, Valentina y su hijo hace un mes y medio que duermen en esas instalaciones.

“Con mi pareja lavábamos autos cuando funcionaba el casino -relató Analía-, ahora barremos veredas y hacemos canteros, con eso no las rebuscamos todo el día. Pero la situación está difícil y eso nos llevó a estar en situación de calle y venir acá”.  

Por su parte, Valentina manifestó: “Nosotros también quedamos en situación de calle. Me alquilaba un lugar en el que yo tenía que saltar para entrar y salir, era una situación que no se podía vivir así, así que decidí irme. Como la conozco a Analía, me vine para acá”.

Ocho personas se refugian en el viejo edificio del colegio San Martín y piden ayuda

A la luz de las velas

Las ocho personas que habitan el “viejo San Martín” se encuentran casi en las mismas condiciones. Contaron que no tienen colchones para dormir, ni frazadas ni siquiera un calentador para cocinarse. Las noches las pasan a la luz de las velas y se higienizan gracias a vecinos del sector que les facilitan agua potable.

“No tenemos nada, solo una mesita plástica de juguete que la usamos para comer cuando cocinamos. El fuego lo hacemos en una pieza sin techo y cocinamos en latas de durazno de 10 kilos que conseguimos, no tenemos ollas, platos ni cubiertos. Todo lo que la gente pueda ayudarnos es bienvenido”, coincidieron las mujeres.

Entre esas cosas enumeraron: colchones, frazadas, sábanas, ropa para menores, productos de limpieza, baldes, espirales para los mosquitos, velas y algún anafe o garrafa para poder cocinar.

A su vez, todos los que habitan el viejo San Martín pidieron la presencia de algún funcionario para explicarles su situación y recibir alguna ayuda: “No queremos agarrar una enfermedad para que vengan a atendernos y escucharnos”.

Ocho personas se refugian en el viejo edificio del colegio San Martín y piden ayuda