“Es una realidad que la pubertad, como proceso biológico que en nuestra cultura da inicio a la adolescencia, se da en edades más tempranas que antes”, sostiene la licenciada en Psicología, Lucía Schnidrig (M.P 8700). Aunque agrega que es importante no generalizar: “No todos los niños y niñas de 7 a 12 años presentan actitudes de adolescentes, existen variables que dependen del contexto de convivencia, su realidad social y sobre todo del posicionamiento y las funciones que cumplen los adultos que rodean al niño”.

La profesional fue consultada por El Periódico ante la aparición de una generación de chicos a la que el marketing denominó “between”, un neologismo devenido del inglés que significa “entre o en medio”, y se refiere a la etapa entre la infancia y la adolescencia. Son los que todavía no arrancan con la pubertad, pero ya tienen una forma de ser muy clara. Además son expertos en tecnología, les dan clases a sus padres y son los que deciden las compras en el hogar.

Antonio (50) tiene dos hijos, de 7 y 12 años, y reconoce que los chicos actualmente están más incentivados a nivel intelectual: “Están incentivados sobre todo con el tema internet y celulares; por ahí ves cómo tienen respuestas a muchos interrogantes que nosotros no nos planteábamos cuando éramos chicos”, afirma.

Autonomía temprana

Schnidrig habla de “autonomía anticipada” cuando los niños tienen voz y voto para tomar decisiones en cuanto a temas como la sexualidad, el dinero, el trabajo, las salidas, la independencia, entre otras cuestiones que refieren al mundo adulto.   

Esta “autonomía” significa otorgarles permisos y opciones para decidir sobre cuestiones para las que no están preparados.

Consultada sobre si los medios de comunicación también tienen su influencia en este tema, la psicóloga señala que “pueden poner de moda ciertos modelos identificatorios a consumir por los niños y púberes, pero no podemos adjudicarles la responsabilidad de estos cambios”. 

Asimetría

Fernanda (35), mamá de un niño de 10 años, indica que su hijo ocupa la mayor parte de su tiempo de esparcimiento en la computadora o con los jueguitos: “Anda en bicicleta con los amigos, pero prefiere pasar más tiempo adentro de casa con la compu. Es algo de todos los días y tratamos de que cambie, pero nos resulta difícil”, argumentó.

La psicóloga explicó que es fundamental en la relación entre niño/adolescente y adulto, la asimetría constitutiva. “Los adultos no somos amigos, no es nuestra función caerles bien o ser cancheros, posicionarlos como si fueran pares en las conversaciones, en la toma de decisiones. Esta asimetría hace referencia a que los adultos poseemos saberes y responsabilidades que los niños no tienen, por ello hay límites. De no ser así, nos encontramos con adultos desdibujados en su función. Es ante estas situaciones que los niños creen tener un lugar de autoridad y decisión que no es ni más ni menos el lugar en que lo pusieron, pero con riesgos”, reflexionó Schnidrig.

CONSEJOS

-Los límites empiezan desde los primeros días de vida. Ya a estas edades, si se presentan estas conductas y los padres no saben cómo manejarlas, puede ser una opción consultar con un psicólogo para que los oriente en sus funciones.

-Como el chico piensa que su criterio es tan válido como el del adulto, lo mejor es no dar órdenes, sino pedir. Incluirlos en sus propios problemas, ofrecerles que propongan una solución. Si no lo hacen, entonces avisarles que lo harán a la manera adulta.

-No todo límite es prohibición, siempre implica la posibilidad de otra cosa. “Esto no podés hacer, esto no podés escuchar o mirar, pero esto otro sí”.

-La pubertad y adolescencia es el momento de la vida en que los hijos comienzan a separarse de sus familias. En esas separaciones y búsquedas es normal que se rebelen contra las ideas familiares, los límites.

GENERACIÓN BETWEEN 

Son niños pero con mañas de adolescentes, que se manifiestan a través de la irreverencia, la incapacidad de negociar u ofenderse ante la palabra de los adultos.