La de Nelsio Seghezzi (75) es una vida dedicada al trabajo arduo y constante. Se inició como tambero en épocas en donde todo se hacía de forma manual, fue chofer de colectivo y en nuestra ciudad se desempeñó en distintas industrias dedicadas a la fundición. Cuando comenzó le advirtieron que se trataba de un oficio “pesado” que le afectaría la salud. Sin embargo, 40 años después, el hombre sigue gozando de buena salud y con la constancia de siempre.  

Ya jubilado, continúa trabajando para poder  mantener un nivel de vida digna. “Sigo en actividad porque con la jubilación no alcanza, entonces es necesario tener algún ingreso extra”, le cuenta a El Periódico. Nelsio hizo del trabajo su vida.

Durante más de 20 años se desempeñó con su padre y un hermano en tambos ubicados en la zona de Quebracho Herrado y luego en Josefina. En 1974 se vino a San Francisco en busca de un mejor trabajo. Como sólo terminó la escuela primaria, gracias a un amigo de su padre comenzó a trabajar en una fundición. Sobre ese trabajo aprendería todo y viajaría por distintas localidades llevando sus conocimientos.  

Cultura del trabajo

Apenas se inició en el rubro de la fundición, sus familiares le habían advertido que el trabajo le iba a “pasar factura” en su salud. Sin embargo el hombre asegura: “Pero yo venía del campo, estaba acostumbrado a lucharla, a trabajar de sol a sol y a privarme de muchas cosas. Cuando llegué a la fábrica para mí era todo muy diferente, podía tener el fin de semana y descansar”.

A su vez reconoce: “Fácil no hay nada en el trabajo de la fundición, es un oficio pesado, se genera suciedad de los materiales y si bien viví las mil y una en las fundiciones, igual fui aprendiendo muchas cosas y terminé agarrándole el gusto”.

Comenzó llevando piezas en la carretilla-como todos los que se inician- pero fue aprendiendo todas las tareas vinculadas a la industria. Así sostiene que lo más valioso fue aprender los secretos en el manejo de los distintos materiales y sus componentes químicos.

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Pensando en el retiro

Nelsio cuenta con una sonrisa que no le hace falta poner el despertador para levantarse para ir a trabajar. “Es como que tengo mi reloj interno que me despierta antes de las 3. Me gusta el trabajo de la noche, si me cambiaran de horario se me armaría un despelote”, sostiene. 

En junio, este trabajador incansable cumplirá 76 años y este acontecimiento lo puso a reflexionar en la necesidad de dedicarse a otras cosas. “Me estoy dando cuenta de que ya a esta edad tengo que descansar un poco más. También pienso que me costaría dejar el trabajo, es toda una vida pero ya me doy cuenta que me están pasando los años y quiero disfrutarlos un poco más”, finaliza.