A sus 87 años, el arquitecto Rafael Macchieraldo muestra una vitalidad envidiable y se mueve por los recovecos de la Catedral de San Francisco con la agilidad de un experto guía turístico. No es para menos, conoce al dedillo cada esquina y detalle del lugar. Fue uno de los cinco arquitectos que tuvieron a su cargo la construcción de una nueva Catedral que comenzó fines de 1965 y el único que la pudo concluir 18 años después, pero que hasta la actualidad continúa brindando asesoramiento edilicio a “su querida comunidad religiosa”.

“De todo esto podría estar hablando por horas”, advierte el arquitecto, parado en el centro de la iglesia con una carpeta en mano en la que lleva planos, fotos y bocetos dibujados de hace más de 30 años.

El hombre acaba de presentar una ponencia titulada “Catedral de San Francisco, su historia”, que expuso en las XI Jornadas de Historia Regional que organiza el Archivo Gráfico y Museo Histórico y en ese marco recorrió el edificio junto a El Periódico para revelar los detalles menos conocidos del templo y también confirmar o desestimar algunos mitos que envuelven al emblemático lugar. De esa charla surgió que del proyecto original todavía resta la finalización de un importante detalle. 

Mitos y revelaciones de la Catedral: una obra majestuosa a la que le faltan detalles

La demolición, cuestión de suelo

Todavía hoy, la demolición de la antigua Catedral se encuentra envuelta en misterios o falta de información sobre los motivos que llevaron a esa decisión. Lo concreto es que el 15 de agosto de 1913 se inauguró oficialmente el templo San Francisco de Asís que, luego, a comienzo de los ’60, sería elevado a la categoría de Catedral. Justamente, a inicios de esa década llegarían los graves problemas para la imponente construcción religiosa.

“San Francisco comenzó a tener problemas muy graves en los años ‘50 con la llegada del agua corriente. Empezaron a llegar 7000 metros cúbicos diarios de agua y no se sacaba del subsuelo, por lo cual la napa freática de la ciudad pasó de 14 a cero metros. Eso hizo que todas las construcciones pesadas, y si existía alguna era la vieja Catedral, empezaran a ceder en sus cimientos”, fundamenta Macchieraldo. En este sentido agrega que “la torre derecha empezó a inclinarse hacia afuera, se había cuarteado la nave principal que tiene la piedra clave que cierra la bóveda y cuando se rompió eso ya no hubo más solución: había que demoler”.

Macchieraldo detalla que se realizaron 41 estudios previos sobre el estado del edificio, el suelo y diferentes alternativas antes de llegar a la demolición.

“Lamentablemente -confiesa- tal vez no se resolvió de la mejor manera, en el sentido de hacer una buena comunicación para que la comunidad supiese los motivos que llevaban a la demolición y creo que es por eso que todavía hoy hay desconocimiento”.

De esta manera, el 3 de noviembre de 1966, alrededor de las 8, se escucharon las primeras explosiones para tirar abajo el desvencijado templo.

Uno de los tantos bocetos que conserva Macchieraldo de más de 30 años.
Uno de los tantos bocetos que conserva Macchieraldo de más de 30 años.

El desafío para jóvenes arquitectos

El Concilio Vaticano II, que se celebró entre 1962 y 1965 y es considerado el evento religioso más importante del siglo XX, determinaría, entre otras cosas, nuevas exigencias y algunas libertades para acondicionar y construir los templos.

Para la tarea de darle vida a una nueva Catedral para San Francisco se convocó a cinco arquitectos: Carlos Magistrello, Iris Blanca Gorosito de García, Omar Boscatto, Oclir Badino y Rafael Macchieraldo -por aquel tiempo con 31 años-.

“Empezamos a trabajar sobre la Catedral nueva que iba a ser algo totalmente diferente a todo lo que se había hecho en iglesias durante siglos, especialmente en América Latina donde las estructuras de los templos eran muy tradicionales”, explica el profesional.

La primera etapa consistió en la realización de la torre del campanario y la base de esta plaza seca en la explanada del acceso al tempo.

“El campanario era el símbolo distintivo de una ciudad -explica- y hacer esta torre de 35 metros de alto significaba tener que hacer una muy buena base en un terreno que era poco más que chocolate, muy liviano y poco consistente”, remarca. 

Es por ello que el campanario tiene por debajo 12 pilotes de 50 centímetros de diámetro, enterrados a 8,50 metros de profundidad, y un cabezal de dos metros de diámetro macizo de hormigón para evitar cualquier inconveniente similar al de la antigua Catedral.

Tras tres años y medio de obras pudieron finalizar la primera parte de la iglesia, su campanario y su plaza seca -por debajo de las escaleras- que contiene un auditorio, aulas para catequesis, salones, baños y hasta una cripta.

Mitos y revelaciones de la Catedral: una obra majestuosa a la que le faltan detalles

- ¿Cuándo queda usted solo a cargo de la obra?

- Cuando terminamos la primera etapa, a partir de allí me hice cargo yo, estamos hablando del año 1969. Solamente estaban construidos el auditorio, las aulas, baños y posteriormente se agregó la cripta, que años después, monseñor Cavallo transformó una parte en un cinerario y tuve que modificar del proyecto original.

Un teatro griego sobre 100 pilotes

Macchieraldo refiere que nuevamente el terreno y la altura de las napas significarían más desafíos para la construcción de la Catedral. “Los pilotes que se usaron en el campanario no servían para la iglesia porque este suelo era mucho más inconsistente que el de adelante. Con lo cual tuvimos que replantear todo el sistema de bases. En total tenemos 135 pilotes debajo de la iglesia, que no trabajan por punción sino por fricción”, aclara.

El proyecto original de los arquitectos planteaba la forma del templo como de abanico o de teatro griego: “La cualidad de este tipo de construcción es que es más ancha que larga y el público está mucho más cerca del altar. Lo que permite también una buena audición en épocas donde no había medios eléctricos. Si bien ahora existen un montón de medios eléctricos para el sonido, se buscó que los fieles pudieran escuchar y ver desde cualquier punto sin inconvenientes”.

Según reseña el arquitecto, el diseño original también incluía la construcción de un techo de hormigón, pero la idea tuvo que desestimarse: “Era muy pesado para las bases endebles, tuvimos que pensar en una estructura primero de madera y posteriormente metálica”, comenta.

“Estructuralmente, hasta entonces, la ciudad de San Francisco desconocía lo que era la construcción sobre pilotaje, no se sabía lo que era platea de hormigón. A partir del problema de las napas tuvo que aparecer esta forma de construcción”, asegura Macchieraldo.

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Criptas y ¿túneles?

Durante mucho tiempo circuló el mito urbano de que la nueva Catedral escondía por debajo túneles y pasadizos secretos, aunque nadie sabía especificar para qué o quiénes los podrían haber usado.

Lo cierto es que Macchieraldo echó por tierra esta invención: “En San Francisco todo lo que hubiese sido un túnel estaría ultra inundado, desmoronado y ya desaparecido. No había absolutamente nada de eso. Es más, hubo varios comercios céntricos que tenían sótanos y que por los problemas de las napas se les inundaron completamente”, sostiene.

Lo que sí existe, confirma el profesional ya jubilado pero todavía en actividad, es una cripta destinada a sepultar sacerdotes. “Estaba pensada para sepultar hasta 24 sacerdotes, pero 12 años después solamente había ocupados tres nichos, entonces se desarmó una parte para realizar un cinerario -pequeñas bóvedas destinado a contener cenizas de difuntos católicos-, que fue el primero que tuvo San Francisco”, cuenta.

El cinerario es un servicio que ofrece el Obispado para depositar las cenizas de las personas fallecidas y puedan ser visitadas en la Catedral. Fue el primero en la ciudad y región.
El cinerario es un servicio que ofrece el Obispado para depositar las cenizas de las personas fallecidas y puedan ser visitadas en la Catedral. Fue el primero en la ciudad y región.

El detalle que falta

Recorriendo el edificio por fuera, Macchieraldo confirma que la obra de la Catedral no está finalizada tal cual se había planificado en el proyecto original y para ello faltaba la construcción de una rampa para el ingreso de automóviles hasta la explanada del templo.

"Estaba en los planos para cuando se realizara un casamiento o un funeral que un auto pudiera subir y girar para hacer más fácil el acceso al templo”, explica.

Vista de frente la Catedral, la rampa no construida estaría a la izquierda, tendría unos 15 metros de largo por 3 de ancho. “Monseñor Cavallo, creo que con buen tino, decidió no realizarla por miedo a que algún skater pudiera utilizarla y alguien se termine accidentando”, declara.

Mitos y revelaciones de la Catedral: una obra majestuosa a la que le faltan detalles

- ¿Qué le genera encontrarse con su obra y recorrerla después de tantos años?

- (Con ojos lagrimosos) Es una emoción muy grande, es una gracia de Dios, como católico que soy, haber tenido la posibilidad de trabajar una obra de estas características… a través de esto me tocó vivir un momento muy especial también porque me tocó modificar más de 25 iglesias y hacer otras siete nuevas. Pero con la Catedral es una sensación muy especial y en la medida que van pasando los años me emociona más.

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¿Mazinger en la cúpula? No, una paloma

Aquellos que superamos los 30 o rondan los 40 y tantos años solíamos imaginar que sobre el techo de la Catedral se formaba la cabeza de Mazinger Z, aquel famoso robot gigante de animé japonés que era parte de la merienda de cualquier niño en los ochenta y noventa.

Consultado sobre esa forma similar en la cúpula, Macchieraldo contesta entre risas: “Nada que ver, capaz que ellos se basaron en nosotros. Se trata de dos paños abiertos de hormigón que no se cierran y un panel en el medio, si uno lo mira desde cierta distancia la idea era conseguir la representación de una paloma con las alas abiertas, es una imagen muy religiosa y ese fue el criterio que se planteó, no hay ninguna otra cosa”.

Debajo de esa estructura se encuentra un ventanal que por las mañanas ilumina el presbiterio mientras que el resto del templo se mantiene en una semipenumbra.

Mitos y revelaciones de la Catedral: una obra majestuosa a la que le faltan detalles