Por Manuel Ruiz

Dardo Javier Llanes se diferenciaba de su hermano mellizo por su forma de ser. Sociable, siempre con sus amigos y solidario. Eso le gustaba, estar siempre rodeado de sus amigos de la escuela Río Negro en edad de primaria y los de la Escuela del Trabajo durante los años que estudió en el secundario. También los de barrio Jardín, la pequeña comarca donde pasó su niñez y adolescencia.

Fue muy aplicado, responsable en la escuela primaria y dejó el secundario porque tenía que trabajar y un amigo de la familia le abrió las puertas en su aserradero. Su adolescencia transcurría con las cotidianeidades, preocupaciones e intereses de un chico de la década del 70 en San Francisco. Habría algunas novias del barrio, que cortejaba en la plaza que quedaba a dos cuadras de su casa ubicada sobre Carlos Gilli. 

Malvinas

Con 18 años se anotó en la escuela militar Sargento Cabral para poder ser Sub Oficial, logro que ya había alcanzado su hermano mayor y que pretendía seguir con el linaje militar de la familia. Su hermano mellizo hacía lo mismo pero en Córdoba, carrera militar que se vería afectada por un soplo en el corazón. La de Dardo no. Cuando el 2 de abril de 1982, Argentina desembarca en las islas, a Llanes lo destinan al Regimiento 8° y de ahí a Bahía Fox en Gran Malvinas. Dardo seguía teniendo 18 años.

Desde la isla, el 14 de abril le escribía a su madre: “Ya hace más de una semana que salimos del cuartel hacia el aeropuerto, y de allí nos transportaron en avión hasta las Islas Malvinas”. Más adelante añadió: “También te hago recordar que sigo trabajando en la cocina. Las provisiones son las que dona la gente (…) Todo eso llega al rancho donde hacemos de comer nosotros. Mamá lo que te pido urgente es que me mandes la cámara de sacar fotos con uno o dos rollos. Mami, por el momento no pasa nada pero estamos muy alertas de entrar en combate”. Cerró esa misiva con precisiones climáticas y dejando besos y abrazos para la familia.

Llanes aguantó como muchos argentinos los bombardeos constantes de las fuerzas inglesas en Gran Malvinas, y pasó a ser prisionero de guerra al momento de la rendición nacional. Volvió finalizadas las hostilidades y estuvo un tiempo en Buenos Aires. Pero Dardo no podía salir de los pozos húmedos y gélidos del Atlántico Sur. El cuadro de desnutrición con el que llegó era notorio pero se pudo solucionar. La crisis psicológica no. Fue demasiado.

El 25 de diciembre del 85, Dardo Javier Llanes dejaba de ser un veterano de guerra y pasaba a formar parte de los caídos post guerra. Tenía 22 años. Se había casado, había tenido una hija y había podido hacer un viaje al sur en la moto que se compró cuando regresó al continente con su amigo Nestor Lutri.