Carolina Correa Gutiérrez es un ejemplo de perseverancia y sacrificio. A los 41 años logró cumplir el sueño que había acariciado desde joven: recibirse de abogada. Su vida estuvo marcada por desafíos desde temprana edad. Tras la separación de sus padres cuando ella era muy pequeña, y su pérdida cuando era muy joven, debió asumir junto a su hermana nuevas responsabilidades a corta edad.

Aunque el sueño de convertirse en abogada siempre estuvo presente, Correa Gutiérrez empezó a estudiar Ingeniería Química, una carrera que le era más accesible económicamente, proyecto que se vio truncado porque debió comenzar a trabajar para mantenerse. A pesar de idas y venidas, el objetivo era claro, y para conseguirlo, Carolina y su hermana iniciaron un emprendimiento, vendiendo productos de panadería, y así pudieron sostenerse y seguir adelante con sus aspiraciones. 

Además, Carolina es mamá de dos varones, de 12 y 19 años, lo que habla de su capacidad para equilibrar la crianza de sus hijos con sus estudios.

Siempre me gustó Abogacía, desde chica. En su momento mi mamá no me lo puedo pagar y empecé a estudiar Ingeniería Química en UTN San Francisco. Hice un año y mi mamá falleció. Ahí tuvimos que salir a trabajar las dos, dejé todo, estudio, trabajo. Pasaron los años y siempre me quedó esto de ser abogada, siempre me encantó”, contó en una entrevista con El Periódico.

Curiosamente, en la actualidad Carolina trabaja de moza en el bar de Tribunales, donde permanentemente está rodeada de abogados, y a su vez en la Secretaría Académica - Oficina de Estudiantes de la Facultad Regional San Francisco de la UTN, donde atiende a estudiantes, una experiencia que la conecta de manera especial con su propia trayectoria

“Fue casualidad entrar a trabajar en el bar. Y ver todo eso, los libros, la gente, los abogados, más me incentivaba a hacerlo. Así que averigüé y encontré una universidad privada para hacer la carrera a distancia y empecé. Esto fue hace 10 años. Empecé, hice un par de materias pero no podía pagar más y dejé, perdí la regularidad de las materias, volví a agarrar pero volví a dejar y a todo esto llegó la pandemia. Y ahí dije 'basta, algo tengo que hacer'", recordó.

Ahí fue cuando nació el emprendimiento: “Empecé a vender productos en Tribunales, empecé a ofrecer por las oficinas pasta frola, alfajores, budines, cosas dulces. Con mi hermana, que sabe hacer esas cosas, nos pusimos de acuerdo, y empecé a hacer ventas los viernes para poder pagarme la carrera”.

Con el tiempo, pudo sumar horas de empleo formal, lo que la ayudó económicamente, pero eso le redujo el tiempo para repasar sus apuntes. “Estos últimos meses tuve el tiempito justo para estudiar, me quedaban 10 materias por lo que empecé a aprovechar el tiempito en la noche o los fines de semana, no salía, no miraba tele, nada de nada, para poder estudiar. Además tenía la casa, los chicos. Pero pude rendir las materias. Rendí la última el martes”, contó orgullosa.

Ni siquiera prepararse para el examen final le fue fácil: el día anterior debió viajar por un problema de salud de uno de sus hijos, llegando de madrugada a la ciudad y debiendo levantarse temprano para otra jornada laboral: “Leí en el colectivo, en la Terminal. Seguí leyendo mientras esperaba que nos atendieran en el consultorio. Así fue siempre mi vida”. 

Su egreso no fue como los tradicionales. No hubo huevos ni serpentinas. La nota la recibió mientras estaba trabajando. Pero eso no opacó la alegría. Todo lo contrario. Sirvió para festejar con sus compañeros.  

“No me animaba a mirar la nota, le dije a mi hijo que la mirara y me avisara. Pero le di el teléfono a mi jefa para que ella me dijera si me había recibido o no. Y ahí me dijeron 'felicitaciones abogada'. Ahí me puse a llorar”, rememoró.

A la vez, agregó: “Me abrazaban todos, todo el mundo sabía que rendía así que tenía esa presión, todos sabían que era mi última materia. Tanto en Tribunales como en UTN me recibieron maravillosamente bien. Cuando salí llamé a mi hermana, a mis hijos, hubo gente que me escribió que ya se había enterado. Fue un día lleno de mensajes y llamadas. Todavía no llegué como a caer”.

Tras lo conseguido, Carolina se animó a alentar a las personas que se encuentran en condiciones similares a la suya. “El consejo que les daría es que estudien, que no importa la edad. Si uno ama una profesión, hay que hacerlo, hay que buscar la manera”, cerró.