Está ahí, sentado en el pilar de ladrillos vistos de la plaza Vélez Sarsfield, casi en la esquina de Libertador Norte y Juan José Paso. La gente pasa por el lugar pero casi no nota la presencia de Luis Reinaldo Aguiar, que tiene la mirada perdida y sus ojos llorosos. Tiene 66 años, es de Santa Rosa de Calchín, provincia de Santa Fe. Recuerda que se fue a dedo hacia la ciudad capital, luego anduvo por Rafaela y cuando “el laburo se cayó”, en el ´78, recaló en San Francisco.

El hombre, de pelo cano y gorra color rojo, se dedicó hasta hace 5 años a la albañilería. Sostiene  que trabajaba con una persona de apellido Pacheco y que su vida dio un giro luego de la muerte de éste. No encontró más trabajo, quizás por su edad.

“Yo vivía en las obras donde trabajaba. Me levantaba temprano, preparaba la mezcla y esperaba que lleguen los demás”, recuerda Luis ante la consulta de El Periódico.

A la plaza

La plaza es su lugar desde hace cuatro años, aunque no fueron ininterrumpidos sino que supo pernoctar en otros lugares. El último fue una vivienda ubicada en calle Castro Barros al 400, barrio La Florida, la cual a causa de una fuerte tormenta sufrió el derrumbe del techo a comienzo de enero de este año. Por suerte ninguno de sus ocupantes resultó herido.

Familia: sí pero no

Luis Reinaldo responde con evasivas cuando se le pregunta sobre su familia que supuestamente vive en la ciudad de Santa Fe: “Tengo seis hijos pero no quiero saber nada de ellos”. Luego asegura que tiene algunos amigos que lo visitan en la plaza y le dan una mano.

También habla de dos vecinas del sector que le dan trabajo de jardinería y una en especial que le guarda la ropa y lo lleva a cobrar su jubilación, la que prefiere no llevar consigo.

En el momento de la charla está descalzo, lleva un pulóver azul bastante sucio pese al calor y un pantalón beige. Pese a ello dice no necesitar nada. Además no alquila una pieza porque según le dijeron “sale una barbaridad”.

Duerme sobre el cemento, arriba de una fina colcha color blanco. O lo que queda de blanco. El colchón lo tiró porque no le servía más. Cuando llueve se cruza de plaza y se resguarda bajo el techo del espacio de artes.

“Hay que acostumbrarse a la vida acá, esto es a la fuerza. Si no te acostumbrás fuiste”, manifiesta a modo de frase hecha. “Hay que tomarlo con calma y no desesperarse”, agrega con total resignación.

¿Qué espera de la vida?, le preguntó El Periódico: “Qué voy a esperar, cuando me toque…”.

..................................................................................................................................................................................................................................................

Intervención

Desde el municipio indicaron que Luis supo recibir ayuda desde Desarrollo Comunitario y que están al tanto de que nuevamente volvió a la plaza. Mauricio Vaschetto, director del área, indicó que están analizando la situación para volver a reubicarlo en otro lugar.