Estrenada hace pocos días, la muy buena serie sobre la historia de Fito Páez ya es una de las más vistas en Netflix y generó miles de comentarios en redes sociales. La producción “El amor después del amor” se destaca por la ambientación y por un guion basado en las memorias del propio Páez, pero que además incluye a otros actores fundamentales del rock argentino como Charly García, Luis Alberto Spinetta, Fabiana Cantilo y otros.

Como era de esperarse, se incluyen escenas de los comienzos del artista cuando todavía era un niño y tomaba sus primeras clases de piano en Rosario con Domingo Scarafía, el hombre oriundo de la localidad de Josefina y que tenía su academia de música frente al domicilio de la familia Páez. La producción refleja varias escenas de aquella enseñanza y destaca una situación que Fito contó varias veces sobre cómo fue que tiempo después terminaron abruptamente aquellas clases. Sin embargo, lamentablemente en la serie se menciona incorrectamente el apellido como Scaraffani

Pese al desenlace entre la relación de Fito con Scarafía, el músico rosarino varias veces se refirió a su maestro con mucho cariño. 

El error en la serie: no es Scaraffani, sino Scarafía.
El error en la serie: no es Scaraffani, sino Scarafía.

La historia de Scarafía y cómo llegó a ser maestro de Fito Páez 

¿Pero cómo fue que este emblema del rock argentino aprendió a tocar y quién le enseñó en su Rosario natal cuando era casi un niño? Aquí es donde entra en la historia un hombre cuya historia era prácticamente desconocida y reveló El Periódico en junio de 2022: Domingo Ricardo Scarafía, el hombre que enseñó a tocar el piano a Fito Páez.

Al igual que en la pujante y vecina San Francisco, en las primeras décadas del siglo XX en la pequeña Josefina, del lado de Santa Fe, casi todo giraba alrededor de la actividad agropecuaria. Las familias se iban asentando en la zona mientras los rieles del ferrocarril se iban robusteciendo con el ir y venir de los vagones, el símbolo del progreso de la época. El 9 de junio de 1914 nacía en estas tierras Domingo Ricardo Scarafía, el 11° y último hijo del matrimonio entre Domingo Leopoldo y Dominga Tortone. Por las vueltas de la vida fue quien le dio la formación avanzada en el piano al adolescente que más tarde sería el creador de El amor después del amor, que en 2022 cumplió 30 años desde su lanzamiento.

La historia entre Páez y su maestro Scarafía va a terminar de una forma algo conflictiva y abrupta, como se relatará más adelante. Fito va a contar varias veces ese final en el conservatorio con lujo de detalles. Sin embargo, el artista rosarino siempre habló con gran cariño de su formador.

Domingo Scarafía, en una imagen de un documento. Foto: Gentileza Germán Scarafía.
Domingo Scarafía, en una imagen de un documento. Foto: Gentileza Germán Scarafía.

Llegados de Italia

Familia numerosa la Scarafía, fueron forjando un porvenir destacado en Josefina y San Francisco en diferentes actividades. Se habían asentado en Colonia Josefina en 1891, tiempo después de los Visconti, los Brizio y los Aimar, entre otros. Los contratos señalaban que se pagaban 300 pesos de la época por veinte cuadras. César Ignacio, el quinto de los hermanos, fue el fundador en 1938 de la compañía de seguros El Norte en San Francisco, reconocida hoy en todo el país. Pero a Domingo, el más chico, le tocó en suerte seguir los pasos de su hermano anterior José, un joven religioso salesiano que falleció el 3 de diciembre de 1933 con apenas 21 años, sin llegar a ordenarse como sacerdote.

Así, cumpliendo con cierta tradición de las familias italianas de aquellos años, al joven Domingo lo enviaron a estudiar al seminario de la congregación salesiana en La Calera. “Hizo prácticamente todo el seminario, pero al final se dio cuenta que no era lo de él. Y para no darle un disgusto a la madre en Josefina, se fue a vivir a la casa de una hermana en Rosario. Fue la hermana la que le habló a su madre y le explicó que Domingo Ricardo había dejado el seminario y se había ido para Rosario. Ese fue el motivo por el que dejó Josefina”, contó a El Periódico Hugo Scarafía, uno de los cuatro hijos que Domingo tuvo con María Edith Paindaveine, quien fue pianista y alumna suya.

Ya en Rosario, con el tiempo Domingo Ricardo llegó a ser una referencia en la enseñanza de piano y coro en Santa Fe, pero nunca se olvidó de sus raíces en Josefina. También fue jurado varios años del Festival de Cosquín.

Su hija Norma, fallecida en 2004, fue quien continuó la tradición familiar y se convirtió en una docente y muy destacada pianista a nivel nacional e incluso internacional.

Del Instagram de fitopaezmusica

Todo un maestro

Cuando su trayectoria cumplía cinco décadas, Domingo Ricardo ya era nombrado en Rosario como el “maestro Scarafía”. En una entrevista publicada el 1 de noviembre de 1981 en el diario rosarino La Capital contó cómo empezó con la música: “Aprendí el piano prácticamente solo, aunque mis hermanos tuvieron mucho que ver en ello ya que me brindaron las primeras lecciones. En mi adolescencia me trasladé de la localidad de Colonia Josefina a Rosario para estudiar con el maestro Leo Crelerot. Posteriormente estudié con Vicente Scaramuzza e inicié mi vida profesional brindando conciertos y, básicamente, acompañando a cantantes y solistas”.

Nota a Scarafía en 1981 en el diario La Capital.
Nota a Scarafía en 1981 en el diario La Capital.

Precisamente, fue cuando su maestro Crelerot falleció que en 1938 Scarafía se hizo cargo de los alumnos de su conservatorio y lo trasladó de la calle San Luis a la que era su vivienda. Así, el instituto se ubicó en la planta alta de una amplia casa sobre calle Balcarce 666, donde además del conservatorio vivía la familia Scarafía. En la planta baja vivían los Paindaveine, padres de su esposa María Edith, y quienes habían construido la enorme casona.

¿Y quién vivía exactamente al frente, en Balcarce al 681? La familia Páez. Por lo que el cruce entre el maestro Scarafía y el alumno Fito muchos años después no iba a ser de extrañarse.

Su hijo Hugo, que desde chico no quiso saber nada con la música, lo describe como un docente muy completo. “No solo en la música, sino en la vida en general. Siguió relacionado con la Iglesia, porque toda su vida fue organista en Rosario, hacía las misas y casamientos. Estaba relacionado con los curas. Cuando estuvo de los salesianos en La Calera, el colegio recién se inauguraba. Fuimos y me decía ‘estos árboles que están acá, los plantamos todos nosotros’. Había curas que habían sido compañeros suyos”, recordó el hombre, que vive en Córdoba desde hace unos 50 años.

“Venía mucha gente, muchos profesores del interior traían a los chicos a fin de año para que rindan, se les daba un diploma. Algunos venían con 10 o 15 alumnos a rendir lo que había sido el trabajo del año”, agregó Hugo, que recuerda a Fito “de verlo jugar en la vereda”, aunque no eran amigos porque se llevan 12 años.

Así lucía el conservatorio "Crelerot" de Domingo Scarafía, sobre Balcarce al 666. Foto: Gentileza Germán Scarafía.
Así lucía el conservatorio "Crelerot" de Domingo Scarafía, sobre Balcarce al 666. Foto: Gentileza Germán Scarafía.

El piano de Margarita

En la casa de los Páez, el piano era una de las pasiones de Margarita Ávalos, mamá de Fito y que murió en noviembre de 1963 cuando el artista tenía apenas ocho meses. El profesor de piano de Margarita (así se llama también la hija que tuvo en 2004 con la actriz Romina Ricci) no iba a ser otro que Scarafía, a quien tenía enfrente. Desde la muerte de la mujer con apenas 31 años, el piano pasó a ser un mueble más en la casa, hasta que una noche a Rodolfito se le dio por sacarle los candelabros que tenía encima y comenzar a tocarlo con las palmas de las manos, como lo haría cualquier niño.

Así lo contó él mismo en 2009 en el programa televisivo Encuentro en el estudio: “Había un Forster viejo que tenía mi tía Charito en Villa Constitución. Lo tocaban las chicas de la familia: mi abuela, mi tía Charito y mi madre, que era profesora de piano. Cuando yo nací y mi madre fallece, el piano pasa a ser un cajón, no lo tocaba nadie. Un día me acuerdo que estábamos viendo ‘El hombre que volvió de la muerte’, un viernes a la noche, yo era niño, seis u ocho años. Y no sé cómo se me dio de pedirle la llave a mi viejo o a mi abuela. Era como la llave del santo sudario, no se podía ni tocar. Lo abrí, y antes de que termine el programa le bajé el volumen a la tele mientras estaban comiendo y empecé a hacer unos clusters. Eso le llamó la atención a todos. Creo que fue la primera vez que toqué el piano”.

Fito Páez cuenta sobre la primera vez que tocó el piano

Los clusters en piano son acordes que se suelen tocar con la palma de la mano, el puño o el antebrazo. Naturalmente, era casi lo único que podía hacer el niño Rodolfo al levantar por primera vez la tapa de ese objeto casi sagrado en la familia. Tiempo después tomaría sus primeras lecciones con una profesora de apellido Bustos y siendo adolescente comenzó su formación más avanzada en el conservatorio al frente de su casa con el otro protagonista de esta historia: Domingo Scarafía.

El artista rosarino contó muchas veces cómo fue que llegó a estudiar piano con el “viejo” Scarafía, pero lo que casi no se conocía es que el hombre había emigrado muy joven desde Colonia Josefina. Recientemente lo reveló el periodista José Anzardi en su excelente libro “Hay cosas peores que estar solo”, que narra la dura historia detrás de uno de los discos bisagra en la carrera de Fito: Ciudad de Pobres Corazones, de 1987. Es más, según la página de Fito Páez en Wikipedia, Domingo Scarafía es ucraniano, muy probablemente por la confusión con un personaje del humorista rosarino Alberto Olmedo al que Fito hizo referencia en su narración en televisión.

Sigue Fito con su relato en 2009: “Después me crucé a lo del viejo Scarafía, había sido el profesor de mi madre. Era un gran maestro en Rosario. Ahí empecé con Adiestramiento elemental para músicos, de Hindemith, que es un libro de cabecera para cualquiera a quien le interesa la música. No se puede arrancar nada sin eso. Y ya me metió en cositas más difíciles, la marcha turca, ejercicios más complejos”.

Con su gran oído y curiosidad, Fito avanzaba como un rayo con el maestro Scarafía y era uno de sus alumnos preferidos, pero iba a cometer una suerte de travesura que el maestro no perdonaría.

Fito entre 1979 y 1980, junto a su banda “Gno El Bizarro”. Foto: @mundopaezz
Fito entre 1979 y 1980, junto a su banda “Gno El Bizarro”. Foto: @mundopaezz

Josefina, su pueblo

Muy reconocido en Rosario, Domingo regresó innumerables veces a Josefina y San Francisco. Su sobrina Iliana Scarafía, hija de su hermano César, lo recuerda como alguien muy divertido cuando los visitaba. “Nos servía el flan, pero nos lo tiraba con la cuchara”, cuenta entre risas.

Iliana asegura que Domingo también tomaba lecciones en San Francisco en un conservatorio sobre calle Pueyrredón y que llegaba a la ciudad junto a un pianista ciego. Se refiere, con toda probabilidad, a Esteban González Saravia, uno de los estudiantes avanzados de Scarafía y que actuó varias veces en San Francisco. Una de ellas el domingo 9 de noviembre de 1997 en el Teatrillo Municipal a beneficio de Cacnovi, cuando se celebraron los 25 años de la fundación de esta entidad que trabaja por las personas con discapacidad visual.

Su hijo Hugo rememoró también que solían pasar los veranos en la ciudad. “Nos íbamos casi siempre de vacaciones a un chalet con pileta que había entre San Francisco y Josefina que era de Aimar, en lo que era el frigorífico Felmar. El dueño, Aimar, era casado con una Scarafia. Íbamos casi todos los años”, relató.

Sergio Truco, yerno del maestro Scarafía y viudo de su hija Norma, lo describió como un hombre muy activo hasta el último de sus días y se acuerda especialmente de la vez que viajaron a Josefina junto a toda la familia en 1986 para la celebración de los 100 años del pueblo. Justamente en el libro Perfiles Josefinenses, editado en ese año en ocasión del centenario por una Comisión Central de los festejos, se menciona brevemente a Domingo Ricardo como un “hijo de Josefina” y destacado concertista que alguna vez había tocado en el pueblo sentado en el piano de la profesora Elvira Scarafía (su sobrina), la mujer que había tenido el primero de estos instrumentos que llegó por tren a la pequeña localidad en la década del 30.

El libro por los 100 años de Josefina, donde se menciona brevemente a Domingo Scarafía.
El libro por los 100 años de Josefina, donde se menciona brevemente a Domingo Scarafía.

El día de la verdad

El alumno Rodolfito no era uno más, era uno de los muy buenos. Pero vago como él solo para aprender a leer partituras, como ya confesó. Astuto, se las arregló un tiempo para hacerle creer a su maestro Domingo que leía las notas en el pentagrama, pero en realidad tocaba de oído, es decir, memorizaba la música. 

Quién sabe cuánto más lo podría haber estirado. Y para qué le hubiera servido. Fito siguió en el conservatorio hasta que llegó ese día que no se va a olvidar jamás. Lo contó en 2009 en televisión, también en este 2022 en una entrevista en el diario español El País y seguramente miles de veces más en público y en privado. Fue el día en el que su maestro Domingo Scarafía, ofendido, tomó una fulminante decisión que divorció los caminos de ese hombre surgido en una zona rural y la joven promesa del piano en Rosario, pese a que siguieron siendo vecinos por muchos años más.

Así lo relató Fito en 2009 en televisión: “Yo siempre fui muy vago para leer y tengo problemas para aprender los sistemas. Me cuesta, pero tengo buen oído. Y le decía ‘Maestro, tóqueme la pieza de nuevo’. El viejo, hermoso, me las tocaba de vuelta, yo pispeaba los dedos, me iba rápido a mi casa, me las tocaba tres o cuatro veces hasta que me las memorizaba. A los dos días volvía con el maestro, le ponía la partitura y hacía que leía. Lo engañé hasta que me enganchó con la Rapsodia en blue. La mentira tiene patas cortas”.

Ya en este 2022, palabras más, palabras menos, Fito lo va a narrar calcado: “Un día le digo: ‘Maestro, enséñeme la Rhapsody in blue, de Gerswhin, que a mi papá le gusta’. Él era un buen maestro de música. Se empieza con una cromática: son tres octavas de cromática, es una escala que van una nota al lado de otra. A partir de ahí estaba todo perfecto. Pero en esta cosa sencilla, la cromática, me descubre y me dice: “A ver, toca el compás 74″. No sabía dónde estaba. “Toca el 36″. Me equivoqué otra vez, y ahí me cerró la tapa del piano. ‘Acá no vengas nunca más’, me dijo”.

Indómita, la verdad se había hecho paso y al maestro no le costó descubrir el engaño del alumno. No le gustó nada. Lo echó del conservatorio. Sigue Fito: “Para mí fue un momento horrible y para él también, porque él había sido el maestro de mi madre, que fue una gran concertista. Y él me quería como si fuera un nieto”.

Sabio como nadie más, el tiempo se encargaría de poner las cosas y los afectos en su lugar. “Yo era un favorito suyo, no debí haberle hecho eso, se sintió mal. Pasaron los años, él falleció y la hija, Norma Scarafía, me decía: ‘No sabes cómo te quería papá. Y lo feliz que se ponía cuando te escuchaba tocando aquí o allá, o yendo y viniendo, y estaba muy orgulloso de vos y enseñaba tus canciones en el conservatorio’. Para mí eso fue un hermoso regalo de la vida”, relató ese año el que ahora es uno de los autores que marcó a generaciones enteras con su música y que mucho tiene que ver en toda esta monumental obra que levantó el rock argentino desde las últimas décadas del siglo pasado hasta el presente.

Fito Páez habla sobre cómo aprendió a tocar el piano con Scarafía

El final

Domingo Ricardo Scarafía, aquel joven de Josefina que tenía destino de sacerdote pero que llegó a ser un gran maestro de música, falleció el 7 de abril de 1989 a los 74 años. Un infarto lo tomó por sorpresa en plena calle. Su hijo Hugo cuenta que alcanzó a sentarse en las escalinatas de lo que pudo haber sido una escuela sobre calle Mendoza. Lamentablemente no tuvo tiempo para una melodía más.

“Vivía para la música”, resumió Hugo sobre su papá.

Aunque ya no tenían relación, seguramente el maestro se habrá sentido muy apenado por quien fue su querido estudiante adolescente cuando en el mediodía del 7 de noviembre de 1986, los hermanos Carlos y Walter De Giusti asesinaron en su casa de Rosario a su abuela, su tía y a una empleada doméstica. Un triple crimen horroroso en la propia vivienda de su antiguo alumno, lugar que hoy es un instituto médico, y frente a su propia casa y conservatorio, en que la hoy sigue viviendo su yerno Sergio.

Tras ser expulsado del conservatorio, Fito Páez abandonó los estudios formales de piano y hasta el día de hoy dice que no sabe leer música. Claro que con su pasión y entendimiento de ese idioma que va más allá de las partituras se las arregló para embellecernos la vida a todos con su obra. En la séptima fila del Teatro Astengo de Rosario, el 7 de agosto de 1976 iba a ver por primera vez a un tipo llamado Charly García, que tocaba con su grupo La Máquina de Hacer Pájaros y brincaba como loco encima del piano. “Yo no sabía lo que era la libertad, hasta que lo vi a Charly en el Astengo”, ilustró. Ese día supo qué quería ser. A los pocos días fue al recital donde tocaba otro flaco llamado Luis Alberto Spinetta. Las cosas ya no iban a ser iguales y el resto es historia conocida.

Fito Páez en Cosquín Rock 2022.
Fito Páez en Cosquín Rock 2022.