El silencio, no hablar de ciertas cosas, callarse, omitir información, también es una forma de educar. Por eso no da lo mismo hablar o no hablar de sexualidad en las escuelas. Cada estudiante que transita nuestras aulas vive y aprende de lo que decimos y lo que no decimos, de cada insulto que se deja pasar, de la complicidad del adulto que no mira, que naturaliza la violencia, que la reproduce. Demasiados mensajes cargados de prejuicios escuchan en los medios y pocas veces se reflexiona sobre eso.

La escuela es un lugar privilegiado para la construcción de capacidades de simbolización y de expresión mediante las palabras.

La violencia aparece allí donde alguien no pudo hablar, donde pasó directamente al acto. Educar en sexualidad es también visualizar las consecuencias de los mandatos sobre lo masculino y femenino, desnaturalizarlos, ayudarlos a saber decir, a expresar sus emociones, a conectarse con su mundo íntimo. Puede que algunos, no tengan luego otras oportunidades en sus vidas para pensarse junto con otros/as y sacarse de encima el pesado fardo de la cultura patriarcal y machista, que deriva en violencia.

Espacios de escucha

Pensamos que la cuestión central en los/as niños/as y jóvenes en la actualidad no radica sólo en la falta de información, sino también en la imposibilidad de procesarla, en la falta de adultos que se ofrezcan como mediadores de todos los estímulos que reciben. Es por ello, que educar en sexualidad tiene que ver con habilitar espacios de escucha a los interrogantes de los/as estudiantes, y posicionarse como adultos con ciertos saberes, también incompletos, que los inviten a metabolizar sus vivencias, sus historias, sus propias concepciones.

Desde hace dos años, en  Fundación Infantia venimos trabajando en escuelas de nivel medio, como complemento del trabajo transversal que realizan algunas escuelas. Intentamos generar espacios de intercambio y escucha con los/as estudiantes sobre estas temáticas, sosteniendo el derecho que todos y todas tenemos de elegir cuándo, cómo y con quién ejercer nuestra sexualidad de manera placentera y responsable. 

La sexualidad es una dimensión constitutiva del sujeto, se práctica en todo lo que somos, sentimos, pensamos y hacemos. Es importante para su bienestar durante toda la vida. Se expresa en forma de pensamiento, fantasías, deseo, creencias, actitudes, valores, relaciones; es el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, éticos, culturales, sociohistóricos, espirituales.

También trabajamos el derecho a decidir cuándo y con quién tener hijos, por ello, junto al Equipo de Salud de la Municipalidad, informamos sobre métodos anticonceptivos y de prevención de ETS.

Como dijimos anteriormente hacemos gran hincapié en la cuestión de género, en la identidad de género, pensamos, repensamos y reconstruimos con los/as estudiantes la  relación entre hombre- mujer (tanto homosexual como heterosexual) ya que muchas veces el machismo gobierna la casa, la calle y la cama.

La educación sexual es una herramienta de liberación y descolonización de los cuerpos, hoy dominados por mandatos que oprimen y provocan sufrimiento.

Por supuesto que la educación sexual no es la cura mágica de todo, pero sí es una fuerte llave transformadora, que abre puertas de libertad, autonomía, la educación y la salud.

Por Lucía Schnidrig y Rolando Aiassa.