Era la madrugada del 8 de julio de 2012, Nel se encontraba trabajando en un boliche cuando recibió un mensaje de texto de su hermana avisándole que el galpón donde vivían junto a otras tres familias se estaba incendiando. Pero no le creyó. La cola de personas que esperaba afuera era extensa y seguramente intentaba engañarlo para que la hiciera ingresar. Un mensaje similar, de un conocido, lo hizo entrar en dudas. Y salió hacia Las Malvinas y Potosí, donde todo era luces, humo y sirenas.

El calendario marcaba febrero de 2016 cuando a Gustavo le ocurrió algo similar en su vivienda de Amadeo Belén Cabrera al 1800. Aparentemente un cortocircuito fue lo que le quitó a él y a su familia la tranquilidad de aquella tardecita de verano.

Más acá en el tiempo, en abril de este año, en Belgrano al 1200, Cintia, Rodolfo y su familia serían víctima de la misma situación. Un voraz incendio les consumiría todo lo que tenían para vivir.

El incendio

"Perdimos todo, -cuenta Nel. Recuerdo que había comprado un televisor, ropa, una heladera y una cocina. Esa noche explotó una moto y el fuego agarró los tirantes del techo, iban cayendo las maderitas y ahí se iba prendiendo más fuego. Me asomaba por la ventana y era ver todo destruido", contó con brillo en sus ojos, recordando aquella madrugada.

Incendios, el día después

El incendio en Las Malvinas y Potosí, en 2012. Foto: gentileza Bomberos Voluntarios.

Y agregó: "Me quedé con lo que tenía puesto. Fue muy shockeante, tratábamos de consolarnos entre todos. Nos preguntábamos qué íbamos a hacer, dónde íbamos a ir. Así que cada uno fue donde pudo".

Gustavo y su familia, en tanto, durmieron de un familiar. Cintia y Rodolfo, por su parte, en un gimnasio.

Para todos, la primera noche fue díficil, pero no tan dura como lo que vendría después.

Volver a empezar

Dos meses después del hecho, Nel emprendió el regreso. "Íbamos sacando las cosas quemadas, íbamos tumbando el revoque, encontramos a los animales que habían quedado adentro. No teníamos otro lugar a dónde ir. Al principio, se caían las cenizas. Caían pedazos de carbón mientras estábamos comiendo. Me tapaba con las frazadas que me habían dado y una lona. Cuando volvíamos, teníamos que sacudirla porque caía carbón", contó.

Incendios, el día después

Así quedó la casa de Amadeo Belén Cabrera al 1800, en 2016. Foto: gentileza Bomberos Voluntarios.

Por los daños no sólo se perdieron muebles y electrodomésticos. Ya no tienen muchas de las fotos que registraron los momentos felices de su infancia ya no las tienen, ni los recuerdos de la escuela primaria y la comunión. La misma suerte corrieron las cartas de sus amigos.

Gustavo también perdió muebles, electrodomésticos, ropa, fotos y varios papeles importantes. En su caso debió improvisar una habitación en un galpón contiguo. "Tuvimos que empezar a revocar de vuelta, a poner aberturas. Nos llevó como cuatro meses rearmarnos, volver a conseguir las cosas y poder construir".

Rodolfo, por su parte, recordó que luego de pernoctar en el gimnasio, volvió a la rutina. "La parte de arriba tenía un olor a hollín penetrante, pero estaba habitable. Fue un trabajo de hormiga. Limpiar todo y darle prioridad a lo que más se acercaba a la rutina". Entre ello, debieron restaurar la escribanía de Cintia, para poder trabajar y seguir.

Las llamas, según contó Cintia, consumieron muebles y electrodomésticos. "La pérdida material fue intrascendente al lado de lo que podría habernos pasado", se consoló.

Incendios, el día después

Bomberos trabajando en el incendio de Belgrano al 1200, en abril de este año. Foto: gentileza Bomberos Voluntarios.

Rodolfo no olvida a su perrita fallecida esa noche: “Era compañera, me acompañaba a todos lados, la sentí muchísimo".

Solidaridad

Al galpón de calle Las Malvinas llegaron numerosas donaciones fruto del pedido de ayuda de algunas familias a través de los medios de comunicación.

"La gente se acercaba, nos preguntaba qué nos hacía falta. Nos donaron ropa, pero el resto de las cosas fueron las que más tardaron. Una señora nos dio una cocina, después nos dieron camas y un ropero", contó Nel, que agregó que desde Desarrollo Social municipal también les facilitaron cobijas y colchones, y destacó que cada familia recibió un subsidio para poder volver a comprar parte de lo que habían perdido.

Gustavo subrayó que la solidaridad recibida incluyó, también, ayuda para volver a levantar la casa. "Mucha gente colaboró, nos dio una mano grande, hubo vecinos que nos ayudaron a construir", dijo.

Incendios, el día después

Así se ve hoy el techo del galpón de Las Malvinas.

El apoyo popular también llegó a la casa de Belgrano. "En ese momento, que era el más trágico, la gente nos acercó ropa, porque hacía frío, cobijas, mantas. Los amigos estuvieron, acercándose, brindándose con lo que podían y poniéndose a disposición de lo que hiciera falta", contó Rodolfo.

Cambio de vida

Sin dudas, la vida cambió para todos ellos. "Lo que pasó te va a quedar siempre" lo resume Nel, que asegura que aún lo inquieta escuchar sirenas, o sentir olor a humo o a gas.

A partir de lo sucedido, transformó una ventana en una puerta y se prometió mejorar la instalación eléctrica.

Incendios, el día después

Algunas de las consecuencias que perduran hoy a partir del incendio en la casa de Amadeo Belén Cabrera.

"Por ahí cuando sentís olor a humo estás a la expectativa, -coincide Gustavo. El gas se cierra todas las noches, las luces traté de ponerlas sobre la pared y que no haya nada en contra".

De la misma manera, Cintia y Rodolfo, a quienes un horno encendido les jugó la mala pasada, aseguran que ya no tienen apuro con la comida y que controlan que todo quede desenchufado antes de ir a dormir.

Incendios, el día después

Algunos de los muebles en Belgrano al 1200 aún no pudieron ser reemplazados.

"Antes, por ejemplo, cuidábamos las cosas materiales. Ahora, que empezás de cero, te das cuenta de que hay cosas más importantes", concluyeron.