Historias solidarias: Noemí y Raquel, más de cuatro décadas de colaboración con la Casa del Niño
Tienen 91 y 84 años y todavía brindan su ayuda en la Asociación Cooperadora y Amigos de la Casa del Niño. Fueron reconocidas por su incansable cooperación por el Concejo Deliberante.
Desde hace más de cuatro décadas, Noemí Aidé Allasino (91) y Raquel Meyer de Pfaffen (84) dedican su tiempo y energía para colaborar con la Asociación Cooperadora y Amigos de la Casa del Niño, la más antigua de San Francisco y que brinda ayudas a la institución de calle Avellaneda que brinda contención y apoyo a pequeños y jóvenes.
Recientemente ambas fueron distinguidas por el Concejo Deliberante, en un reconocimiento que las tomó por sorpresa durante la despedida del año de la institución.
"Me llevó una amiga en 1986, y de ahí no me moví más. Pasamos tiempos muy lindos, siempre unidas, trabajando con la misma finalidad: apoyar al grupo humano que conforma la Casa del Niño y ahora la actual Guardería municipal", comenta Noemí. Su colaboración comenzó cuando quedó viuda, la invitaron para brindar una mano y desde entonces no se ha alejado del grupo de la cooperadora. "Pensé que cuando cumpliera 90 años iba a dejar, pero no quisieron que lo hiciera", confiesa con una sonrisa. Para ella, lo más valioso es "la amistad que tenemos todos, somos 12 personas muy unidas".
Raquel, por su parte, empezó su transitar en la Casa del Niño en 1969. "Llegué con el propósito de inscribirme en las escuelas, pero una señora con una alcancía me explicó qué era la Casa del Niño, y decidí acercarme. Desde entonces, es como mi segunda casa", explica. Raquel trabajó en el internado, donde junto a otras mujeres llegaron a cuidar hasta 130 niños. "Cuando voy por la calle, algún chico -ya mayor de 50 años- me dice: ‘Hola, tía Raquel’. Eso te llena el alma, te ayuda a vivir".
Parte de la comunidad
Ambas destacan el papel de la comunidad y del gobierno municipal en el sostenimiento de la Casa del Niño, ahora transformada en guardería municipal. "Los insumos para la feria de empanadas casi siempre los paga la municipalidad, para que a nosotros nos quede más ganancia", explica Noemí. Raquel agrega: "Todo lo que recaudamos se utiliza para la sede o para los niños. Siempre estamos atentas a las necesidades de las familias, como cuando una madre necesitó ayuda para un tratamiento costoso, desde la cooperadora pudimos ayudarla a solventar el gasto".
Según las mujeres, las tradicionales ferias de empanadas que organiza la cooperadora son uno de los eventos que más disfrutan. "Son tres días en contacto con los padres y la comunidad. Nos interiorizamos en los problemas de las familias", comentan. Pese a los años, ambas mantienen su compromiso inquebrantable. "Es lindo saber que, aunque las cosas buenas a veces resultan difíciles, perseveramos y sentimos el apoyo de todos", afirman.
Por último, coinciden en que el reconocimiento que recibieron por parte de sus compañeras de la cooperadora “fue una gran sorpresa que las llenó de emoción”, sin dudas un merecido agasajo a dos mujeres que con sus años siguen siendo ejemplos de dedicación.