El sacerdote Germán Pablo Brusa (50) llegó a mediados de febrero para hacerse cargo de la comunidad religiosa de la Parroquia Perpetuo Socorro en reemplazo del carismático Gabriel Ghione, trasladado por el obispo Sergio Buenanueva a las iglesias de Freyre y Porteña. Una presencia que al principio generó sorpresa.

Más de uno de los fieles googleó al flamante cura que se encuentra como administrador parroquial y se asombró por su llamativo currículum: proviene de la Diócesis de Paraná (Entre Ríos), donde fundó una escuela secundaria en un barrio vulnerable, pero que además cuenta con un perfil científico ya que es un bioingeniero egresado de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER). Pero además, publicó un libro de su autoría, obra que presentará en San Francisco el próximo 25 a junio en el marco de las fiestas patronales de la “Perpetuo”.

En el último lunes de mayo Brusa recibió a El Periódico en una de las oficinas de la iglesia ubicada en el extremo este de avenida 9 de Septiembre, mate en mano y con un gorro puesto bastante abrigado para soportar las corrientes de aire que se filtran por la sala donde se desarrollará la entrevista.

“Llegué a mediados de febrero, estoy todavía en algunas cosas adaptándome, conociendo la ciudad”, comienza diciendo, revelando que egresó hace 30 años de la Escuela de Trabajo de nuestra ciudad -IPET N° 50 Emilio F. Olmos-, aunque confiesa con una sonrisa que no conoció mucho de San Francisco. Hizo sus últimos tres años de la secundaria en la especialidad electrónica pero solo iba de la pensión donde vivía a la escuela y viceversa: “No tuve mucha vida social y menos parroquial”.

Oriundo de San Martín de las Escobas (Santa Fe), Germán es el mayor de tres hermanos –le siguen Marcelo y Romina-, del matrimonio de Héctor Brusa -ya fallecido- y Nidia. Tras egresar del colegio secundario en San Francisco, a comienzos de los ‘90, fue a estudiar a la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) en Paraná la carrera de Bioingeniería, donde el destino, o en su caso Dios, lo provocará de diversas maneras para iniciar su vocación religiosa.

Germán Brusa, un cura de la periferia que es bioingeniero y desembarcó en San Francisco

Estudios y “el encuentro con Cristo”

“Terminando la secundaria es que tengo ese encuentro con Cristo y entro a incursionar en la cuestión del evangelio que me quedó dando vueltas durante todo mi período como estudiante universitario”, cuenta.

En la Facultad militó en la agrupación estudiantil La Nueva Corriente, fue consejero estudiantil y ayudante de cátedra. Se recibió un 20 de diciembre de 2001 en pleno estado de sitio. Sin embargo, nunca llegaría a ejercer como bioingeniero, aunque se desempeñó como docente en la Facultad y jefe de trabajos prácticos en algunas materias. En marzo de 2002 ingresó al seminario “Nuestra Señora del Cenáculo en Paraná”.

“Terminé la carrera e ingresé al seminario, no ejercí la profesión aunque estuve siete años dando clases en la Facultad. Siempre entendí lo que me fue pasando como parte del proceso que uno hace a partir del encuentro con Cristo. Dos años antes de terminar la carrera ya participaba mucho de la vida parroquial, en la Acción Católica. El encuentro con Cristo te pone en situaciones y tomé la decisión de ingresar al seminario”, asegura.

Germán tenía 30 años cuando comenzó su carrera sacerdotal.

La realidad que lo golpeó

El sacerdote resalta la reacción de su familia ante la decisión de dejar de lado su carrera profesional por la vocación religiosa: “Para mis padres fue como ‘bueno, vos sabés lo que estás haciendo’, además era algo que ya venía conmigo y era comprensible que tomara esa decisión”, admite.

Con gracia y nostalgia evoca a su tío Florentín Brusa, un cura claretiano que en reiteradas oportunidades “tentó” a Germán para que iniciara el camino del sacerdocio. “Apenas se enteró que ingresaba al seminario se enojó, decía ‘yo que te invité tantas veces y recién ahora, pero bueno, lo importante es que entrás al seminario, gloria a Dios’”, cuenta entre carcajadas el ahora administrador parroquial instalado en San Francisco.

Ordenado diácono, Brusa fue trasladado a Hasenkamp -pueblo a 90 kilómetros de Entre Ríos- y ya como sacerdote tuvo como destino Villaguay. Pero no será hasta su regreso a Paraná, en la zona suroeste de dicha ciudad, en el barrio Anacleto Medina, cuando se involucre fuertemente en la realidad social de extrema vulnerabilidad que rodeaba a la Capilla San Martín de Porres.

“La zona suroeste de Paraná es un sector muy pobre. Ahí se encuentra el basural a cielo abierto a la orilla del río, donde mucha gente vive de la recolección informal de residuos, del reciclaje, de changas y donde está instalada otra cuestión que tiene que ver con el consumo de drogas, que hace mucho más visible una pobreza estructural y lo hace más complejo”, refleja.

“Ahí -continúa- me choco con esta realidad que no conocía y me encuentro también con algo terrible en ese momento que era que se estaba cerrando una escuela secundaria en el barrio. Lo cual para ese lugar era una situación muy compleja, porque estábamos hablando de que chicos de que a partir de 11 años iban a quedar en la calle”.

Un "padre fundador"

Tras informarse de esta realidad, con un grupo de amigos ingenieros, abogados y sacerdotes, entre otros, comenzaron a pensar un proyecto de escuela para el barrio: “Tenía que ser algo distinto para ese lugar, para que todos pudieran acceder a la educación y puedan permanecer en el sistema. Así surgió el proyecto de una escuela de gestión social, que estaba contemplada en la Ley nacional pero que en Entre Ríos todavía no existía”, evoca.

Según Brusa, tras presentar el proyecto “hubo que pelearlo bastante” y no fue hasta 2014 que pudieron abrir la primera escuela secundaria de gestión social en Paraná, denominada "Pablo de Tarso".

Allí participaría como presidente de la Fundación Presencia Presente a cargo del funcionamiento del establecimiento, como representante legal luego y, como docente.

Germán Brusa, un cura de la periferia que es bioingeniero y desembarcó en San Francisco

- ¿En esa época comienza tu relación con el reconocido padre Pepe?

- La relación con los curas villeros fue providencial. Al padre Pepe lo conocí en Villaguay donde fue a un encuentro para contar la experiencia del trabajo en las villas. Después con esto de la escuela del barrio tomé contacto con él para hacerle consultas al respecto. Y de él fuimos tomando el modo de encarar el trabajo que vienen de las consignas que Bergoglio, en su momento, les da a los curas villeros. Les dice que a la ‘vida hay que recibirla como viene’, con sus dramas, sus heridas y a partir de eso va haciendo un camino cuerpo a cuerpo. La tentación a veces es pensar una estrategia global para solucionar los problemas de un lugar y es lo que siempre se ha estado haciendo y no funciona.

De esta manera, la escuela “Pablo Tarso” comenzó sus funciones en 2014 con 14 alumnos y en la actualidad cuenta con una matrícula de 120. En 2019 egresó la primera promoción de 15 alumnos que obtuvieron su título de Bachiller en Ciencias Naturales.

“La misión de la escuela es garantizar que esos chicos y cada vez más permanezcan en el sistema educativo. Es una lucha cuerpo a cuerpo con cada situación familiar para poder sostenerlos”, resalta el cura.

Por su intensa labor social y educativa en una de las zonas más vulnerables y postergadas de Paraná, a Brusa como a otros sacerdotes barriales se los comenzó a denominar como “los curas de las periferias”.

Luego de ocho años en la parroquia San Martín de Porres y buscando su anhelo de continuar formándose, Brusa solicitó un traslado para cursar la licenciatura en Teología en Córdoba -es magíster en Educación y bachiller en Teología-. De esta manera y en común acuerdo con la Diócesis de San Francisco, fue designado en la parroquia de barrio Sarmiento.

- ¿Qué objetivos te propusiste para esta comunidad religiosa?

- Sigo conociendo el barrio y su gente, me encontré con que en Sarmiento hay mucha gente grande, algunos están muy bien y otros no tanto, entonces una prioridad tiene que ser los ancianos y los enfermos. Otra realidad es la diocesana, a la que le faltan vocaciones, hay que empezar a ver cómo se trabaja con ese tema en los jóvenes, después uno se puede ir preguntando qué necesitan y por qué no están en la iglesia. La clave del trabajo es con la comunidad.

- ¿Alguien de la comunidad religiosa se sorprendió con tu trabajo?

- Algunos me han investigado (risas) y otros no, les es suficiente que sea cura y celebre la misa. Los que me estuvieron buscando en internet se quedan un poco sorprendidos y noto como que están a la expectativa de ‘a ver qué hace este tipo’.

Germán Brusa, un cura de la periferia que es bioingeniero y desembarcó en San Francisco

El escritor

En 2020, Germán publicó su libro “El evangelio de las periferias” que nació como provocación tras los encuentros con un grupo de personas en situación de marginalidad y alcoholismo que merodeaban la catedral en la ciudad de Paraná, cuyos diálogos y reflexiones hicieron mella en la forma de pensar de aquel incipiente sacerdote.

“Las vivencias de aquellos primeros años en Paraná fueron muy chocantes, habré tenido 18 años y veía gente sacar de la basura y comer de ahí, personas tiradas en la puerta de una iglesia, eso fue una provocación muy fuerte y en algún punto entendía que algo me debía estar pidiendo el Señor”, expresa. 

Y declara: “Al estar en el seminario me empiezan a venir recuerdos de esos encuentros, frases, anécdotas, que las empecé a escribir para no olvidarme y llevar un registro. Llegó un momento que tenía un archivo enorme y empecé a hacer una edición, con reflexiones propias y decidí hacer un libro”.

La obra será presentada el próximo 25 de junio, en el marco de diferentes actividades por la fiesta patronal de la Parroquia Perpetuo Socorro.