Se cumplen este viernes 13 de marzo dos años desde que el nuevo papa llegado "desde el fin del mundo" se asomase al balcón de la basílica de San Pedro y comenzó su labor para hacer una Iglesia católica más cercana y universal.

Francisco asumió con el objetivo de dejar atrás el riguroso protocolo y el excesivo centralismo romano.

Dos años son pocos para cambiar una institución de dos siglos de vida, pero con determinación y pequeños gestos se van viendo los cambios que quiere aportar Francisco, aunque no tan rápidamente como se esperaba.

La primera gran novedad de este pontificado es que el futuro Gobierno de la Iglesia católica no está en manos solamente del Papa, ni tampoco del poder romano, pues desde hace más de un año un grupo de nueve cardenales llegados desde los cinco continentes discuten sobre la reforma de la Curia romana, para que sea más ágil y menos burocrática.

Se esperaba mayor rapidez en estas reformas, pero otro de los puntos que han surgido en estos dos años de pontificado ha sido que a la Iglesia le cuesta ponerse de acuerdo en las cuestiones más relevantes y se muestra dividida.

Y Francisco divide. Por ello, el consejo de cardenales, el llamado "C9", aunque partiendo de la base de que la Curia, el gobierno vaticano, necesita una descentralización, no ha conseguido aún ponerse de acuerdo, y también los cardenales se han dividido en el último consistorio de febrero sobre la posible "externalización".

Francisco no se rinde ante estos primeros escollos y sigue aplicando su teoría de Iglesia universal y colegial como se vio en el último sínodo de los obispos, que dejó de ser un mero hemiciclo de debate para convertirse en un lugar donde los prelados llegados de todo el mundo toman y someten al voto las soluciones de los problemas pastorales.

En los dos consistorios de cardenales que celebró Francisco desde que comenzó su pontificado también quedó patente ese aspecto universal y descentralizado que quiere aportar a la Iglesia.

Los cardenales creados por Francisco llegan de decenas de naciones de todos los continentes y "representan el vínculo inseparable entre la Iglesia de Roma y las Iglesias particulares presentes en el mundo", como el mismo pontífice explicó.

En el único documento que el Papa escribió en estos dos años, la exhortación apostólica "Evangelii Gaudium" (La alegría del Evangelio) Francisco observaba que el Concilio Vaticano II ya afirmaba que las iglesias patriarcales y las conferencias episcopales pueden "dar una múltiple y fecunda contribución para que el sentido de colegialidad se realice concretamente".