Este martes 27 de marzo se conmemora el Día Mundial del Teatro, una fecha que fue instituida en 1961 por iniciativa del Instituto Internacional del Teatro. En nuestra ciudad muchos son los referentes de esta rama de las artes, entre ellos Eric Flores, quien en la actualidad preside el Taller Municipal de Teatro.

A través de una entrevista, el director cuenta sus inicios en el arte, revive sus gustos personales y brinda algunas opiniones relacionadas al tema.

¿Cuál es su primer contacto con el teatro?

Yo venía de Perú, porque viajaba a dedo en esa época, como artesano, y un amigo mío me dice ‘vení, entrá a teatro que se va el iluminador y vos sabés de electricidad, así nos ayudás con las luces’. Era Rubén Gattino. Así entré a teatro y nunca más me pude ir. Empecé en el ‘84, ‘85 como técnico en el Taller Municipal de Teatro. En ese tiempo estaba Rafael Bruza y se estaba haciendo “Maratón”. Es la época del teatro independiente, en donde vos hacías de todo, desde limpiar, cambiar el foquito, juntar los cables. Y así empecé. Al otro año me anoté a primer año. Hacía de técnico y de estudiante de actor.

¿Cómo pasás de estudiante a profesor?

Empiezo teatro pero después dejo, me caso con una actriz, tengo hijos. Vuelvo al teatro como escenógrafo ya habiendo cursando algunos años en la Escuela de Bellas Artes. Casi todos los que venimos del proceso ya pintábamos, hacíamos cosas under, porque había que sobrevivir. Ahí vuelvo a entrar en el grupo La Estación, que salió del Taller Municipal. Empecé a hacer escenografía técnica y el Taller Municipal se queda sin director. Entonces Nora Marlatto (directora de Cultura) le pregunta a Gattino y él me recomienda. Y yo me pongo a hacer lo que he hecho siempre. Y cuando empezás a enseñar te das cuenta de que todos esos años, vos mismo te asombrás, “algo sabés”. Yo también hacía de asistente de dirección. Así paso a ser director y vuelvo al Taller Municipal de Teatro. Como que cierro un círculo de treinta y pico de años.

¿Qué lugar más te gusta del teatro?

Todo es interesante, son diferentes vivencias, en teatro puro a uno le gusta actuar pero la dirección tiene su embelesa, porque uno va armando, uno manipula las tendencias de los actores y ellos actúan confiados en uno. Y para que sean buenos actores tienen que entregarse, largarse, perder su identidad humana y volverse actores, que es otra entidad, otro estado. Y ponerse en manos del tipo que te va a conducir.

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¿Alguna obra que te haya llenado de orgullo?

Me gustan todas las cosas que hacemos, no porque sean buenas sino porque es un proceso interno que los chicos van realizando. Aparte del Taller Municipal tengo varios grupos. Uno es Sakat con el que hacemos teatro político. Estamos con Julio Marciano y Natalia Ferreyra. Con ellos hicimos “La vida dulce”, una obra en la que hablamos de los desaparecidos en San Francisco y el Tampierazo. Y ahora tenemos una obra que se llama “Malvinas” en la que pensamos hablar de eso y terminamos hablando de todo el proceso anterior y de algunas cosas que sucedieron. Eso sí es como un orgullo.

¿Tiene algún referente?

Con Rubén Gattino trabajamos con Zepelin Teatro que es de Jorge Villegas. Ruben Gattino también es buen actor, lo que pasa es que es una amigo y le veo los hilos, de todas formas es buen actor. También Martínez de Buenos Aires o Mauricio Kartun.

¿Cómo ve la realidad del teatro en la actualidad?

Es ambigua. Para fin de año estuve invitado por el INTI a una reunión regional. Y todos tienen el mismo problema, que no hay público. Hace un tiempo atrás funcionaba un poco mejor. No hay plata, se nota en los cursos que se hacen, antes la gente se anotaba en varios talleres, ahora la gente se anota en uno. Con las entradas lo mismo. Lo que empezó a hacerse ahora en Córdoba es “a la gorra”, entonces lo que lográs es el mismo bordereau pero con más público, que es la idea. Tampoco hay políticas de generación de público. La gente empieza a ver cualquier cosa, hay saturación de los medios para ver cualquier cosa, como que cualquier cosa está bien, más allá de que uno puede ver lo que se le dé la gana. Pero la gente no encuentra algo de calidad porque no tiene registro. Se empieza a complicar. Además ya no baja tanta plata desde arriba para traer cosas desde afuera, de calidad.

¿Se puede vivir del teatro?

Yo estoy viviendo de lo que hago. Pero es como querer venderle cubitos a los esquimales. Es muy complejo. En Córdoba casi todos los que hacen teatro, enseñan. Viven del alumno que va y paga. Y con eso subsisten más allá de las funciones.

¿Es consumidor de teatro?

Acá veo poco. Cada vez que viajo aprovecho para ver. Me gusta más la línea independiente, no el teatro comercial, sobretodo teatro de salas. Tengo muchos conocidos y ya sé a qué sala asistir.

¿Le queda algo por ver?

Todo, siempre hay algo.

¿Qué le queda por hacer?

Hacer una obra que tenga resonancia en Córdoba, en Buenos Aires, con gente de acá. Que trascienda por su calidad, no espectacular, sino de texto, de actores, que sea reconocida.