Desde enero de este año funciona en El Comedor de la Virgencita -Lamadrid 822- en barrio Parque, un nuevo espacio para contener, escuchar y acompañar a las personas que sufren el flagelo de las adicciones. Se trata del Hogar de Cristo, un lugar de ayuda que cuya idea nació en Buenos Aires de la mano de los “curas villeros” y se extendió en casi todo el país. En nuestra ciudad asisten semanalmente entre 15 a 20 personas, entre adolescentes y adultos que encuentran en el espacio la posibilidad de alejarse durante varias horas de las drogas.  

Los integrantes de la comisión de Cáritas Diocesana Emilio Amé y Marcelo Suppo, explicaron el funcionamiento del Hogar de Cristo que busca continuar brindando contención a más personas no solo del barrio sino de toda la ciudad.

“El padre Raúl Martini, vicepresidente de Cáritas, nos venía pidiendo trabajar y abordar la problemática de las adicciones. Cáritas empezó a trabajar en conjunto con los hogares de Cristo, una respuesta de la Iglesia en el acompañamiento en comunidad de la problemática de las adicciones en todos sus aspectos”, explicaron.

“No es un lugar de rehabilitación”

Amé y Suppo dejaron en claro que el Hogar de Cristo es un lugar de contención, de escucha y de acompañamiento, no rehabilitación. “Marcamos bien esa diferencia porque acá los chicos no vienen a hacer un tratamiento para curarse, sino que buscamos que se tome este espacio para hacer actividades y compartan su problemática para no afuera consumiendo”, sostuvo Emilio.

Según los dirigentes de Cáritas diocesana el Hogar de Cristo tiene tres premisas: “Tomar la vida cómo viene, recibiendo a la persona en el que estado que esté; acompañarlo codo a codo-esa persona es un hermano que necesita ayuda-; y un trabajo comunitario para poder acompañar a la persona”, describieron.

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La convocatoria para invitar a la gente al Hogar comenzó desde el boca en boca, recorriendo el barrio e invitando a los padres de los hijos que asisten diariamente al merendero del Comedor.

“La primera semana no tuvimos ningún chico, la segunda ya hubo dos y hoy a 45 días tenemos entre 15 a 20 perronas que cada día vienen al hogar. Es un desafío, ya logramos que empiecen a venir, ahora estamos debatiendo con ellos sobre las actividades que vamos a ir haciendo, para generar y mostrarles que ellos pueden ir haciendo actividades que tienen un impacto y que la vida tiene otro sentido”, dijo Amé.

Voluntarios

Son cinco los voluntarios que se capacitaron para brindar contención a las personas que asisten al Hogar cada semana entre las 15 y las 19 horas. No se trata solamente de escucharlos y evitar que consuman, sino acompañarlos fuera del espacio interactuando con las familias.

En la actualidad asisten adolescentes de variadas edades desde los 15 hasta los 18 años pasando por hombres mayores de 50.

“Ellos saben que durante la tarde van a encontrar siempre a alguien acá, que las puertas están abiertas, con un jugo, un mate y unos biscochos para escucharlos. Y si bien el espacio está en barrio Parque no es solo para este sector, es para toda la ciudad”, aclaró Suppo.

Normas

Por su parte, Amé reconoció que existen dos normas de convivencia en el espacio: “Es no consumo y no violencia, ni física ni verbal. Al tener esas dos reglas buscamos evitar hablar de lo que consumen para sacárselos de la cabeza, que estén pensando otras cosas que ayuden a las mamás que vienen a dar la merienda, el concepto de funcionamiento es de una familia”.