Es sabido que la sociedad sanfrancisqueña se distingue por la solidaridad de sus vecinos y, sin dudas, cada caso o gesto merecer ser contado. En esta ocasión quisimos visibilizar la tarea que desarrolla un grupo de docentes y talleristas que dejan parte de sus horas libres para dar clases particulares o de apoyo en merenderos y organizaciones sociales sin cobrar un solo peso.

Para ellos no se trata de solidaridad, sino de la experiencia y la posibilidad de desarrollar otra forma de enseñar que ayude a contener a muchos chicos que se encuentran fuera del sistema educativo.

Emiliano Buffa -profesor de Historia-, Ilda Ramello -tallerista de teatro-, Gisella Grande, instructora de karate-, Uriel Allende -estudiante de profesorado de música- y Gonzalo Giuliano Albo- docente de historia e inglés-, brindan sus horas los fines de semana en el espacio de la organización Paso a Paso en La Milka y en barrio San Roque de Frontera.

“En mi caso-cuenta Buffa- hace un año venía barajando un proyecto escolar alternativo a lo que es la escuela tradicional ya que no se está dando una respuesta a muchas problemáticas sociales. Entonces me dije: ‘la escuela está en el barrio’. Más que un gesto solidario lo veo como una convicción, de que la escuela en el barrio es otra forma de enseñar, sin timbre, los chicos eligen a qué clases asistir y escapa lo disciplinario. Más que solidaridad lo tomo como un deber”.

Enseñar a cambio de un “gracias”

De izq. a der. Emiliano Buffa, Gisela Grande, Ilda Ramello, Uriel Allende y Gonzalo Giuliano Albo.

Frenar la deserción

Gonzalo Giuliano Albo además de dar clases particulares en Paso a Paso también lo hace en el comedor de La Virgencita y el merendero “Ayudando a crecer” en “las 800”. Para este docente el trabajo ad honorem se inició hace varios años como una forma de frenar la deserción escolar y brindar una ayuda allí donde el Estado mira para otro lado.

“Decidí que había que empezar a dar clases particulares en los barrios, a preparar alumnos para intentar hacer algo porque si uno ve la realidad desde el barrio y desde la escuela se da cuenta que estamos ante un problema social, que incluye pobreza, falta de espacio, abandono de los padres, problemas de drogas y vulnerabilidad. Nosotros somos un triste remedo de una política social que falta y una situación de los barrios más marginales de incomunicación con el resto de la sociedad”, asegura.

Enseñar a cambio de un “gracias”

Acercarlos al arte y al deporte

Por otro lado Ilda, Gisella y Uriel hace poco comenzaron a brindar talleres de teatro, karate y guitarra, respectivamente. Para ellos significa una forma de acercar a muchos niños y adolescentes a tareas y disciplinas a los que no pueden acceder.

“Siempre me gustó la tarea social-dice Ilda-, tengo muchos años de trayectoria en teatro y me pareció muy importante poder llevar algo de cultura a los chicos, acercarlos a otra realidad. Ellos saben lo que es el teatro pero lo asocian con la tele, entonces es mostrarles lo que pueden desarrollar a través del teatro, cómo pueden sacar sus emociones, es una tarea que me está dando mucha alegría porque realmente los chicos lo toman con mucha alegría”.

Para Gisella la práctica de karate y otras formas de meditaciones puede ayudar a canalizar mucha de la agresividad que incorporan niños y adolescentes en situaciones de vulnerabilidad.

Mientras tanto con apenas 12 años, Uriel toca muy bien la guitarra y se ofreció como voluntario para enseñarles música a los niños. “Me encariñé mucho con los chicos y quiero trasmitirles todo lo que sé a ellos. Aunque todavía me falta mucho por aprender a mí me gusta ayudar”, reconoce.

En este sentido Ilda agrega: “No lo hacemos por caridad, es amor al prójimo que es lo que nos está faltando hoy en nuestra sociedad. Estamos tratando de dar lo mejor que tenemos para que los chicos tengan ese derecho de hacer otras actividades que no les llegan a los barrios”.

Enseñar a cambio de un “gracias”

Voluntariado

Los docentes y talleristas coinciden en que si bien hay más docentes que ayudan a distintas instituciones existe una necesidad de que más voluntarios se acerquen a colaborar.

“Hay muchos jóvenes que acompañan, chicos que se plegaron y van a ayudar, hay un voluntariado joven responsable. Contrariamente a eso hay mucho adulto cargado de prejuicios que cree que en los barrios más humildes sólo les van a robar. Hace falta gente que se arrime y no es necesario ser experto en nada, lo más importante es brindar afecto y atención a los chicos de los barrios donde las carencias afectivas son notables”, sostiene Gonzalo que a su vez reconoce: “Como práctica docente el voluntariado es muy recomendable. Arrimarse al barrio implica compartir, no estar construyendo de arriba para abajo, se está junto a los chicos escuchándolos y ahí se entienden un montón de conductas y actitudes que después se ven en las escuelas”.

Para Emiliano, mientras el Estado esté ausente en los sectores más marginados “la escuela en los barrios va a seguir creciendo”.