Melina Sarmiento (21) y Florencia Goyeneche (19) practican fútbol femenino del Club Sportivo Belgrano. Sus historias son similares. Llegaron al deporte por la pasión que les despertaba desde chicas aunque debieron esperar varios años para poder hacerlo, por prejuicios familiares.

Melina, quien es jugadora desde hace dos años, reconoce que le gusta desde que tiene seis, pero que su papá nunca la dejó practicarlo por ese prejuicio de que el fútbol era para varones. “Al principio mi papá me hacía cara de enojado pero ya se acostumbró y me va a ver”, cuenta.

La joven tuvo un punto a favor, ya que su mamá y su hermana ya jugaban al fútbol en Frontera. “Después todos me apoyaron, sino, no hubiera empezado”, agrega.

Entre los principales contratiempos a los que debió enfrentarse a causa de su género, cuenta, por ejemplo, que suele escuchar que “tenés que ser machona para jugar al fútbol” o que “las mujeres no pueden opinar de fútbol” y que a veces no encuentra ropa adecuada para ella.

Ellas le ganan a los prejuicios

La joven asegura de que a pesar de que a muchas personas les causa sorpresa que ella lo practique, el fútbol femenino “es lo mismo solo que para mujeres”.

Respecto a la difusión del deporte, Melina apunta a que “está avanzando, pero falta inclusión”.

“Es muy difícil encontrar algo que te guste. Cuando lo encontrás no te vas a poner a fijar en lo que te digan los otros. Esto es lo que me gusta. Yo soy feliz jugando al fútbol”, resume.

“El fútbol es para hombres”

Florencia, por su parte, juega hace un año. Ella explica que es una ventaja tener hermanos mayores varones apasionados por el fútbol.

“Desde chica yo jugaba con ellos. Cuando me enteré que había fútbol femenino quise empezar. Mi papá estaba de acuerdo, mi mamá no. Me decía ‘el fútbol es para hombres’, ‘está mal visto en la mujer’ o ‘te vas a golpear’. Yo le decía que lesiones pueden haber en cualquier deporte. Ahora me apoya”, relata.

Florencia coincide en que aún existen diferencias: “Una vez fui a comprar una calza y el vendedor me preguntó el talle, y como yo no lo sabía me preguntó cómo era mi hermano. Cuando le dije que era para mí quedó sorprendido. También para conseguir ropa tenés que recorrer, en cambio indumentaria para varones ves en todas las vidrieras”.

Asimismo, indica que tiene compañeras a las que les gustaría sumarse al equipo aunque no lo hacen por presiones familiares.

Ellas le ganan a los prejuicios

A pesar de situaciones como esas, la joven asegura que sus amigos disfrutan de lo que ella hace y que para los varones una mujer que juega al fútbol es una ‘crack’, no así para las chicas.

Señala que nunca la discriminaron por jugar al futbol y ser mujer aunque considera que “los hombres siempre van a tener ventaja porque ellos van a hacer ‘el’ deporte”.

Por último, destaca que quiere que la gente haga lo que le guste. “No hay un deporte de varón o de mujer. Si hay alguna chica a la que le gusta, que empiece. Es muy lindo, se arman lindos grupos, somos todos hermanos en el fútbol, es más lindo que lo que uno piensa”, cerró.

Entre frenos y suspensiones

Un caso distinto, pero similar en cuanto a los supuestos que existen en torno a la figura femenina en ciertos sectores, es el de Elina Odetti, propietaria de una firma dedicada a la venta de repuestos para tren delantero, suspensiones y frenos.

Si bien su marido distribuía repuestos en distintas provincias, la idea de poner una venta al público surgió por ella: “Le costó, porque él sabía que yo conocía los artículos pero no cada pieza”.

A pesar de que en la actualidad su hijo maneja la venta al público, Elina lo hizo durante muchos años, lo que le dio mucha experiencia en la materia: “Conozco todos los repuestos, me traés una pieza y la distingo, sé lo que lleva cada auto”, asegura.

Ellas le ganan a los prejuicios

“Pasame con algún hombre”

Sobre su trabajo, cuenta que la gente se muestra “muy sorprendida” y que “hay un cliente de muchos años que me cuenta que la primera vez que llegó y me vio pensó ‘de acá no salgo más’. Después destacó lo rápido que lo despaché. Así también tengo clientes de años que me conocen y quieren que los atienda yo”, relata.

Otra de las situaciones incómodas tuvo lugar hace ya varios años: “Una vez vinieron unas personas, empecé a atenderlas y una le dice a la otra, al frente mío, ‘qué puede saber una mujer de amortiguadores’. Ahí uno de mis clientes le dijo ‘ella sabe más que nosotros’, así que se quedaron, los convencí, compraron y se fueron. Lo mismo que cuando llaman para pedir presupuesto por teléfono. Te piden que les pases con ‘venta’, con ‘los chicos de repuestos’, con ‘algún hombre’.

"Cuando le digo a la gente en qué trabajo me miran raro. Pero quiero dejar en claro que siempre me respetaron. Es algo que no hago por obligación, yo amo lo que hago”, finalizó.