Tres cosas marcaron el verano de 1981 en San Francisco: el incendio dantesco del Molino Boero, una lluvia bíblica que inundó la ciudad y la fulgurante aparición de marcianos en distintos barrios. Los dos primeros hechos ocurrieron, pero quizás no sean muy recordados. El último nunca sucedió, pero de eso se acuerda todo el mundo que en la ciudad pase los 40 años.

Fue el verano de las “pisadas” extraterrestres, el de los marcianitos que supuestamente aparecían en los barrios y que causaron una verdadera psicosis en la ciudad, según todos los testimonios recogidos por este medio. Lo que en verdad ocurrió, como se sabe, fue que un grupo de jóvenes no tuvo mejor idea para matar el aburrimiento que fabricar una suerte de molde y simular unas simpáticas huellas de un pie de cuatro dedos, que se encargaron de estampar en distintos barrios de ciudad en los primeros días del año, utilizando algún compuesto químico.

Al ver esas huellas con sus propios ojos, buena parte de la población asumió que el relato de marcianos desembarcando de platillos voladores dejaba de ser algo inverosímil para convertirse en el advenimiento de una realidad que abría un nuevo mundo. Incluso hasta el diario local aseguraba que la presencia de seres de otra tierra en San Francisco “no sería extraño”, para lo cual publicó una figura o identikit de cómo se veían estos pequeños invasores, en base al supuesto relato de vecinos que aseguraban haberlos vistos y a un libro especializado.

Pero esto que hoy a la distancia parece algo desopilante y una broma, fue motivo de mucha preocupación y temor entre los sanfrancisqueños por algunos días.

Manto de misterio

Las pisadas de los falsos extraterrestres en verdad ocurrieron gracias a la ocurrencia de unos jóvenes. Se cree que fue un grupo, aunque del hecho se han contado casi tantas versiones como las que pueda haber sobre criaturas de otra tierra. Los relatos en la época vinculaban también la aparición de los marcianos con el catastrófico incendio que consumió el Molino Boero en la noche del lunes 5 de enero de 1981. Los comentarios en aquel entonces aseguraban que los marcianitos algo tenían que ver o que habrían salido del fuego. Entre las pisadas y el largo incendio, el miedo se agigantó.

Cuando los marcianos invadieron a San Francisco
Un tremendo incendio desatado a la medianoche destruyó el Molino Boero. (Foto: Archivo Gráfico)

Sobre los autores hay todavía muchas versiones. Que fueron unos, que fueron otros, que fue un solitario: lo cierto es que eso que parecía una inocentada se transformó en un fuerte temor en el momento y en una historia que trascendió generaciones.

No se sabe con certeza por qué, ni cuándo empezaron las huellas. El 7 de enero de ese año, dos días después del incendio, la crónica del diario local ya informaba que “extrañas pisadas” habían aparecido en los últimos días en distintos barrios y que la “la noticia corrió como reguero de pólvora”, por lo que el vecindario se sumía en una “psicosis general”. Detallaba que las pisadas habían aparecido en avenida Garibaldi, en calle Perú, en La Florida y en el flamante barrio Macchieraldo (hoy José Hernández).

La crónica agregaba que vecinos aseguraban haber visto además un extraño disco rojizo que atravesó la ciudad, además de un estado de nerviosismo poco habitual en las mascotas. Y concluía: “Algo raro ocurre o ha ocurrido, y que no sería extraño – como ya ha pasado en otras partes del planeta- que seres extraterrestres nos estarían visitando”.

La psicosis de los marcianitos no duró más que una semana, hasta que se supo que detrás de esas huellas no había unos peligrosos visitantes del espacio, sino unos jóvenes sanfrancisqueños de carne y hueso. Su mito, en cambio, lleva más de 36 años y forma parte de una leyenda urbana que ni el más feroz de los incendios podría consumir.

EL IDENTIKIT

Cuando los marcianos invadieron a San Francisco
El identikit publicado en el diario.

Además de toda la preocupación extraterrestre, muchos vecinos todavía recuerdan el famoso identikit de un marciano que publicó el diario La Voz de San Justo, asegurando que coincidía con las descripciones de vecinos que los habrían visto en esos días en San Francisco. La figura, que se muestra en la imagen, estaba extraída del libro “Los que vienen de las estrellas”, de Pablo Murni.

Según detallaba el medio local en otro artículo publicado en esos días, la obra de Murni abarcaba “el más apasionante misterio” de la época: los platos voladores. “Trata en sus páginas hechos concretos de estas apariciones ocurridas en diversas partes del mundo, lo que da la pauta de que una civilización extraterrestre se encuentra entre nosotros”, agregaba el diario, y para despejar dudas aclaraba que los hechos allí narrados no eran “producto de la imaginación” sino “el testimonio de los testigos más calificados”.

El diario informaba que distintos vecinos, sobre los cuales no se daba la identidad, habían visto a los marcianos en San Francisco y la descripción de los mismos coincidía con el identikit del libro. Los marcianitos sanfrancisqueños tenían, según la información, poco más de un metro de altura, grandes orejas puntiagudas, protuberantes ojos y unos largos brazos.

En un contexto de nula libertad informativa (plena dictadura militar) y escasos medios de comunicación, las afirmaciones de esas noticias no eran algo que pudieran pasar fácilmente desapercibidas o relativizadas por los vecinos.

EL CASO DE LAS PISADAS Y LOS MARCIANITOS

  • Las extrañas pisadas que se creían extraterrestres aparecieron en distintos barrios en enero de 1981.
  • Vecinos de todas las edades se reunían en el bar Bahía de bulevar 25 de Mayo para debatir sobre el tema. Otros recorrían en bicicleta la ciudad para observar las pisadas.
  • El miedo por un ataque extraterrestre invadió la ciudad durante unos días.
  • El temor se acrecentó ante el voraz incendio en el Molino Boero, del cual se decía que tenía relación con los marcianos.