Isabella Meinero tenía 7 años cuando contrajo el síndrome urémico hemolítico, una bacteria muy nociva que puso en riesgo su vida.

A un año y medio de lo sucedido, todavía persiste en su familia la duda sobre cómo se enfermó. Sin embargo, Isabella pudo reponerse. Claro que eso no quita que siga sometida a controles médicos que seguramente serán de por vida.

Laura Serra, mamá de Isabella, recordó que en un primer momento, luego de que su hija saliera del estado crítico, debieron viajar todas las semanas a Córdoba para realizarle controles. Fue medicada con anticonvulsivos, también para la tensión arterial; le indicaron ácido fólico porque no tenía la cantidad adecuada de glóbulos rojos y hasta debió ser sometida a tres transfusiones de sangre.

Con el correr del tiempo esos controles pasaron a realizarse cada 15 días, luego una vez al mes y hoy se desarrollan cada seis meses.

“En aquel momento tuvo una falla multiorgánica porque estaban comprometidos sus riñones, su corazón, hígado y páncreas. Isabella tuvo un síndrome urémico de alta gravedad y llegó a tener 21 horas de diálisis diarias. Sus controles con la nefróloga serán de por vida, tanto en San Francisco como en la clínica Reina Fabiola de la ciudad de Córdoba, a la cual le tengo el mayor de los respetos porque salvaron a mi hija”, explicó a El Periódico.

La niña, que hoy tiene 9 años y cursa el cuarto grado en la escuela “María Fava de Esteban”, tiene una dieta baja en sodio, por lo que debe comer sus comidas sin sal agregada: “Aprendimos a leer las etiquetas de los alimentos. Es una nena muy responsable, sabe que no debe superar los 100 miligramos de sodio y si tiene que comer una equis cantidad de masitas lo hace”, manifestó Laura.

El diagnóstico

Isabella arrancó con molestias en su panza el domingo 20 de diciembre de 2020. Su madre –contó- le envió un mensaje al pediatra que la atendía en ese momento. El médico le dijo que la lleve al otro día.

Ese lunes, el pediatra la vio por primera vez. La pequeña seguía con dolor de panza, sin diarrea aunque con una materia fecal rara: “Ese día le revisaron la panza y me dijeron que no veían nada. Yo igual le pedí a una amiga que hace diagnóstico por imagen si le podía hacer una ecografía. La hicimos y mostró que tenía un poco los intestinos inflamados, pero no creía que fuera apendicitis”, recordó Serra.

El martes 22 de diciembre, la niña fue revisada nuevamente por su médico quien le diagnosticó, según su madre, una “gastroenteritis leve”. El tratamiento era que no coma y que tome mucha agua. Pero al día siguiente decayó: “El 23 ya no comió más, cada vez estaba peor, se revolcaba a la noche del dolor de panza. La llevamos a una guardia y la doctora que la atendió le pidió análisis de sangre y una ecografía. El 24 a la mañana hicimos todo, los análisis daban que tenía los glóbulos blancos altos, pero el pediatra insistía con una gastroenteritis”, recalcó.

En vísperas a la Nochebuena de 2020, la familia debatió si era conveniente viajar a Córdoba a pasar las fiestas de un familiar, tal como habían pautado. Allí vieron la oportunidad de que la vea un médico de la Capital: “Nos fuimos al Hospital Privado, otra vez análisis de sangre, ecografía; me dicen que no era apendicitis pero la internaron de 17 a 23, la hidrataron y el 25 nos volvimos”, recordó.

El sábado 26 de diciembre, el estado de Isabella volvió a empeorar y desde la familia recordaron que el médico le restó importancia a la situación en ese momento. Recién el domingo se decidió la internación de la niña en el sanatorio San Justo y se le pidieron una serie de análisis. La gravedad de la situación desencadenó su derivación a la clínica Reina Fabiola de la ciudad de Córdoba.

Una vez en la Capital, el equipo médico le preguntó a la familia por el diagnóstico que ellos tenían a lo que respondieron “gastroenteritis leve”. Sin embargo, Isabella lo que contrajo fue la bacteria Escherichia Coli, lo que causó el síndrome urémico hemolítico.

Tranquilidad e incertidumbre

En medio de la charla, a Laura se le corta la voz de manera inevitable al recordar todo lo vivido y no es para menos ya que su hija estuvo muy grave: “Estoy feliz de su evolución, que está bien pero cada control que hacemos voy con la incertidumbre de esperar el resultado”, dijo y agregó: “Hace un año y medio no lo puedo superar, fue un cachetazo terrible. Me dicen que esté contenta de que está bien pero no deja de ser una incertidumbre el esperar cada estudio o control, eso me desespera”.

En septiembre del año pasado, Isabella fue autorizada a comenzar a hacer deportes. También tuvo el alta neurológica.

“Hoy miramos para adelante, pero le pido a Dios cada día que la proteja siempre. Agradezco a la familia que nos acompañó y a todas las personas que se acercaron sin conocernos y preguntaban por su evolución; le doy gracias a la escuela que está la expectativa, a sus amigas que la re contra cuidan. Ella retomó la vida social, va a los cumpleaños con su vianda. Ojalá que cuando sea adulta se siga cuidando”, se esperanzó la mamá.

En el final, Serra les solicitó a los padres que puedan pasar por una situación similar que insistan si notan algo raro en sus hijos y no duden en consultar y si hace falta buscar segundas opiniones.