Juan José Casset ingresó a Bomberos Voluntarios San Francisco en 1997, cuando empezó con los cursos de capacitación para luego sumarse al Cuerpo Activo y ejercer una actividad durante 20 años.

Sin embargo, su vocación por ayudar y su interés por la institución comenzó mucho antes. Cuando era solo un niño, estaba fascinado con el sonido de la sirena. Cuenta que incluso averiguaba dónde era el siniestro para ir a observar cómo trabajaban los bomberos. Durante su niñez y luego en su adolescencia, recuerda que presenció varios incidentes, algunos de ellos trágicos, y que incluso en muchos ayudó a salvar personas o a reducir el fuego. Sabía que quería ser bombero, pero por cuestiones personales decidió a ingresar mucho tiempo después de estos sucesos.

Juan es de profesión tipógrafo y linotipista, pasión que heredó de su bisabuelo. Lo anteceden tres generaciones que se dedicaron a la impresión gráfica.

Su actividad como bombero

Ingresó como Bombero Voluntario y se retiró de la misma forma, humilde y con una vocación por ayudar que lo acompaña desde su niñez. No aceptó cargos ni reconocimientos, su placer estuvo en ayudar, en dar sin esperar nada a cambio. Se reconoce como una persona preventiva, para él ser bombero es un estilo de vida, algo con lo que se nace. 

Hoy dentro de la institución se reconoce en un rol paternal, ya que por la diferencia de edad que tiene con la mayoría de los bomberos, los considera a todos sus hijos. Actualmente se encuentra trabajando en el destacamento, tarea que él considera como unas vacaciones por la alegría que le genera estar en esta área. 

“Cuando escucho hablar o criticar a la juventud actual, yo siempre digo que vayan a ver a la juventud, el respeto que tienen, como trabajan, con el amor y el profesionalismo que lo hacen. Estoy orgulloso de mis cuatro hijos y de mis hijos bomberos”, asegura.

Finalizando el diálogo recuerda una frase que cree, sintetiza lo que siente por sus hijos bomberos y su paso por la institución: “No es tan importante la pulpa jugosa del durazno sino la continuidad del carozo”.

Su familia

Juan nació en 1952. Mantuvo una relación muy cercana con sus abuelos, a tal punto que tanto él como sus primos lo llamaban papá a su abuelo y mamá a su abuela. “Nos enseñaron mucho, tuvimos un gran privilegio de poder disfrutar de ellos”, dijo.

Entre risas narró algunas anécdotas de su juventud, y en ellas aparece su primer amor, con quien lleva casado más de 47 años. Con Beatriz se conocieron en el patio del colegio Superior San Martin y desde ese momento no se separaron. “Me enamoré perdidamente a primera vista. Fue un amor de juventud hermoso”.

Tuvieron cuatro hijos, Juan Ignacio, María Sol, Juan Manuel y Laura.