Jerónimo Bonino tiene 42 años, es profesor de Educación Física y reconoce que casi la mitad de su vida la lleva ligada a la montaña, aunque siga viviendo desde hace varios años en la llanura sanfracisqueña.

Inquieto desde niño donde fue boy scout, la naturaleza lo marcó aun más ya como estudiante del profesorado: “Vida en la Naturaleza es una materia que me salía fácil; quedé enganchado con la montaña luego del profesorado, hice trekking por todo el país”, reconoce en una entrevista con el ciclo Yo Digo, que se emite cada semana por el El Periódico Radio (FM 97.1) y El Periódico TV.

Bonino además de ser profe y dictar la materia que le salía de “taquito”, se convirtió en instructor habilitado de turismo alternativo y se encuentra estudiando para ser guía de montaña. La filosofía del montañista, el porqué es un estilo de vida su profesión, la satisfacción de hacer cumbre y los miedos que acompañan una experiencia que puede ser extrema, son algunos de los temas por los que giró esta charla con altura.

- ¿Cuándo hablamos de trekking a qué nos referimos?

- Es una caminata… hay muchas ramas del trekking, en mi caso practico todas. Desde el simple que es caminar dos o tres horas en una montaña o poder subir el Aconcagua que sería más montañismo. En el país tenemos posibilidades de hacer trekking de todo tipo, con todos los climas y ambientes, es bastante amplio. Es caminar por la montaña y disfrutar de la naturaleza.

- ¿Forma parte de una tendencia esto de hacer actividades deportivas al aire libre? ¿Se puede sumar a otras disciplinas como el furor por correr, la bicicleta o es algo que siempre estuvo vigente?

- Quizás en nuestra zona al vivir en el llano no tenemos ambiente para ello, entonces no solemos verlo. Pero sí se volvió otra cosa luego de la pandemia donde tomó mucho auge. Así como varios se sumaron al ciclismo, a correr, otros optaron por el trekking aunque sea de fin de semana, algo más tranquilo. Eso se volvió un boom. Lo ves en las empresas turísticas que antes ofrecían hacer esta actividad los fines de semana largos y hoy te ofrecen casi todos los fines de semana, por ejemplo, subir al cerro Champaquí (2790 msnm, el pico más alto de Córdoba); eso es porque hay una demanda de público que antes no había.

Bonino participó del ciclo Yo Digo de El Periódico Radio y El Periódico TV.
Bonino participó del ciclo Yo Digo de El Periódico Radio y El Periódico TV.

- ¿Qué desafíos asumiste a lo largo de todo este tiempo?

- El año pasado tuve que armar todo el curriculum y era bastante largo (risas). Entre las montañas más conocidas… al Champaquí lo subí 18 veces, por todas sus rutas. El Aconcagua tres, dos veces hicimos cumbre. El monte Pissis (uno de los volcanes inactivos más alto del mundo sobre la Cordillera de los Andes, en Catamarca), donde tengo dos intentos y no pude hacer cumbre. En este caso es una expedición muy rústica, pero en el caso del Aconcagua está el circo armado de las empresas, es una alta montaña pero con sus facilidades. También el Nevado San Francisco (otro volcán extinto en la cordillera) de 6 mil metros de altura; en Salta en el Nevado de Acay también hicimos cumbre, que son 5900 metros, el Bertrand.

- ¿Cuál es la preparación para una actividad que de antemano se presenta desgastante?

- Normalmente con la bicicleta me mantengo en estado físico durante todo el año. Después, dependiendo la montaña, salgo a trotar y a caminar con la mochila cargada como último entrenamiento previo a los viajes, porque hay que aguantar una mochila de 30 kilos. No es solo el estado físico, sino la incomodidad de esa carga en los hombros, la cintura, hay que estar acostumbrados a eso.

- No deja de ser un entrenamiento en el llano: ¿cómo se las ingenian para que sea una rutina similar a la que se vivirá en la montaña?

- Obvio que no es lo mismo, siempre hay músculos en la montaña que son difíciles de trabajarlos, así sea el Champaquí que tenés un día completo de subida y uno de bajada, y en esa bajada tenés músculos que en el llano son difíciles de trabajar. Lo que hacemos es subir escaleras, vamos a las montañas de la circunvalación (autopista 19), suelo caminar con mochilas cargadas, el gimnasio, el trote; todo termina siendo una pequeña ayuda para no pasarla tan mal. Pero se siente, en todas las veces que fui al Champaquí festejé en cada cumbre por todo lo que significa.

- La frutilla del poste imagino es hacer cumbre, pero la experiencia en sí, desafiar la adversidad no deja de ser un premio.

- La mayoría de la gente que va las primeras veces quiere hacer cumbre…

- ¿Y están equivocados?

- El montañista tiene una filosofía que te dice “la cumbre es la mitad del camino”, llegar a la cumbre muchas veces hace que cuando empieces a bajar se produzcan accidentes. Uno debe ser muy consciente de sus limitaciones, decir “hasta acá llegué” y volverse. Hay montañas que no ponés en riesgo tu vida, pero si vas al Aconcagua o el Pissis, sí. Podés estar con el mejor guía pero no te va a bajar a la rastra si vos no podés, hay que bajar por los propios medios. Entonces hay que saber hasta dónde llega el físico. Es una filosofía de vida y uno al principio no lo entiende. Me pasaba en las primeras veces que dejábamos la vida en una subida, en la bajada nos derrumbábamos y había que volver. Entonces si no podemos hacer cumbre, hay que pensar que será la próxima vez que intentemos.

Contemplando los mejores paisajes, Bonino pudo escalar diferentes montañas.
Contemplando los mejores paisajes, Bonino pudo escalar diferentes montañas.

- ¿Se llega a disfrutar a pleno la actividad cuando el desafío es complejo?

- De las veces que fui al Aconcagua, la última este año la disfruté mucho. La primera vez fue con mis dos mejores amigos de la vida y no la disfruté como debía, tenía presión, fui al psicólogo y todo. Y eso que hicimos cumbre.

- ¿Qué ocurrió?

- En ese momento mi pensamiento era, ¿qué pasaba si a mis amigos les pasaba algo? Era una responsabilidad mía. Estaba preocupado por eso. La segunda vez fui con el “Bachi” Serrano, que lo conocía desde hacía un tiempo y lo disfruté mucho más. La experiencia fue excelente. Llegamos hasta el último campamento, hubo tormentas cuatro días y debimos bajar. Pero sentía que no tenía la misma presión.

- Un error se paga caro.

- Se paga muy caro. Allá arriba no es joda, no es el Champaquí. No es una locura el Aconcagua, pero hay que prepararse y planificarlo de antemano si querés subirlo.

- ¿Qué te dejan estas experiencias y cómo las trasladás a tu vida en San Francisco?

- Se dice que el trekking o montañismo es más un estilo de vida que un deporte. Emocionalmente es muy lindo, acá en la vida diaria no sabría decirte si hay cosas que se parezcan a la montaña. Hay cosas que se pueden transmitir como los valores, el compartir una carpa, el respeto por el otro. El llegar cansado, preparar un plato de comida, ayudar a armar una carpa, se crean lazos fuertes. Pude hacer amigos en la montaña.

- ¿Y esos miedos que contabas pudiste superarlos?

- Sí, quizás con experiencia. La preparación mía también, a veces mis viejos quedan preocupados, más que todo mi papá que no vivo con él y siempre digo que si él supiera todo lo que yo sé, estaría más tranquilo. Pasa por la preparación que tuve en los últimos años que me sumó mucho. Soy instructor de escalada y doy cursos, cuando comencé la escuela de guía me encontré con otra realidad. Yo sabía mucho, pero ahora sé mucho más, el abanico es muy grande. Eso me da tranquilidad, lo mismo el haber mejorado en la aclimatación.

- ¿Qué desafíos te planteás?

- El Pissis nos ha tratado mal (ríe). Antes de la pandemia fuimos y fue la primera vez que me pasé dos noches enteras con insomnio, sin dormir. Decidí bajar, además era un día espléndido y te da bronca no poder hacer cumbre, así que es un desafío. Si deliro un poco pienso también en el Himalaya (8850 msnm), el Everest (8848 msnm) u otra montaña del estilo.