Una vez más, los argentinos nos encontramos inmersos en una crisis económica que impacta de distintas maneras: el aumento en precios y servicios y la dificultad para llegar a fin de mes son situaciones que se vuelven estresantes y que afectan de diferentes maneras a las personas.

El médico psiquiatra Carlos Daniel Falconi (MP: 16710- M.E: 7408), jefe del área de Salud Mental del Hospital Iturraspe, se refirió a ésta y otras problemáticas actuales con las que se encuentra diariamente en dicho servicio.

-¿Cómo cree que afecta la situación económica en la salud de la gente en general?

-El tema de la previsibilidad, confianza y tranquilidad son esenciales para que haya también una posibilidad de salud integral y mental. Hay cuestiones que son estructurales para la salud, el trabajo, la vivienda, acceso a una alimentación variada y saludable, un proyecto de futuro, son condiciones que cuando están dadas brindan la posibilidad de que una persona tenga una mejor condición de salud en relación a otra que está careciendo de esos insumos básicos. Cuando aparecen crisis económicas empieza la zozobra, la preocupación y la incertidumbre por el qué va a suceder mañana. Esto despierta una condición interna de estrés psíquico y físico y nos pone en una situación de ansiedad. Si esto además de ser una amenaza se comienza a concretar como actualmente se está dando, con empresas que empiezan a despedir gente, a imponer reducción horaria, empieza una serie de conflictos que naturalmente impactan en cada una de las personas que tienen que padecerlo. Entonces se registra un debilitamiento por la incertidumbre y la zozobra.

-¿Esto puede impactar también a quien no padece esas situaciones? 

-En la medida en que tenga sensibilidad social. Atravesamos unos fenómenos culturales muy particulares, el marco de referencia no es el mismo de hace 30 años. La sociedad ha cambiado, estamos en una cultura de lo instantáneo, del consumo, mucho más egoísta y egocéntrica, no como ocurría antes, donde había proyectos sociales colectivos y primaba la solidaridad. Hoy el análisis que estamos teniendo es que los sujetos se están manejando en una situación más de islas, con menos contacto a un proyecto colectivo, político y esto también hace a una cuestión de aislamiento, donde se torna mucho más vulnerable el sujeto. Todo esto también hace a la salud mental.

“Las crisis económicas despiertan una situación interna de estrés psíquico y físico”

¿Cómo se encuentra la situación en el área de Salud Mental del Hospital Iturraspe?

-Venimos realizando un trabajo intenso en los últimos años, dado que teníamos muchas reinternaciones de pacientes, lo cual nos llevó a replantearnos el modo de la asistencia. Comenzamos a trabajar de un modo mucho más coordinado con el afuera, con los municipios y con el seguimiento por parte del equipo de trabajo, para procurar que se mantuviesen con mayor estabilidad a nivel de la comunidad y de sus familias. Esto ha producido que el número de internaciones dentro del servicio haya disminuido de un modo considerable. Ahora inclusive estamos con la asesoría de una especialista en psicología comunitaria para seguir trabajando en esta dinámica, que procura llegar a un diagnóstico temprano en personas con trastornos mentales y mejorar las chances de remediación y curación; y en aquellos en los que no sea posible, sí que se pueda mantener un seguimiento sostenido con una mejor calidad de vida.

¿Cuáles son las patologías con las que más trabajan en el sector?

-Ha habido a lo largo de todos estos años una modificación del perfil nosográfico. Antes teníamos con mayor frecuencia lo que era típico de los trastornos psicóticos, depresiones que producían la internación o los trastornos de ansiedad. Ese perfil se ha ido modificando, porque ahora ha irrumpido de un modo muy franco todo lo que tiene que ver con la llamada comorbilidad, particularmente con el uso de sustancias. El concepto de comorbilidad es cuando existen dos o más patologías asociadas. Lo que estamos observando es que las personas que padecían de depresión, por ejemplo, ahora se le suma que empiezan a transitar por el camino de ciertas sustancias; y otros pacientes de una población mucho más joven que comienzan a tener trastornos mentales severos a partir del uso sistemático de sustancias que, en muchos de los casos, desencadenan la irrupción de patologías mentales graves. Y cuando digo esto estoy hablando particularmente de psicosis, que hace muy compleja la asistencia de estos pacientes que tienen abuso y dependencia a sustancias.

-Usted hablaba de pacientes jóvenes, ¿de qué edades?  

-Tenemos ya niños que están empezando a experimentar con sustancias a partir de los 11 o 12 años y produciéndose un tipo de consumo en plena adolescencia. Pasan de ser experimentadores a sujetos que abusan y eso trae consecuencias para la salud del sujeto, al verse alterada cualquier esfera de sus relaciones interpersonales. Todo se agrava cuando llega a un estadio de dependencia psíquica y física donde ya hablamos de adicción propiamente dicha.