Stella Maris González (66) es una referente silenciosa de barrio Roque Sáenz Peña. Desde hace más de 30 años colabora con la Capilla Santa Teresita, y desde hace siete coordina el Merendero Emaús, un espacio que brinda contención, alimentos y apoyo escolar a niñas y niños del barrio. Su trabajo fue recientemente reconocido en el marco de la entrega de la distinción "Luna de la Mujer" del proyecto Arquitectos Sociales, en la categoría Servicio Solidario, pero su historia empezó mucho antes de los reconocimientos.

“Hace treinta años que trabajo para la capilla, en realidad, y hace siete más o menos que está el merendero”, contó la mujer a El Periódico. La iniciativa llegó con un proyecto de Cáritas que incluye merienda y apoyo escolar. “Yo hago lo que me toque hacer: buscar algún niño, llevar los bizcochos, servir la merienda. Cargo todo en la bici y lo traigo”, relató con una sonrisa.

Stella coordina a tres grupos de mujeres –y un hombre– que rotan en la tarea diaria. “Este año hemos podido armar los tres grupitos, entonces nos vamos ayudando mutuamente en todo lo que hace falta”, explicó. El espacio es compartido con la catequesis y las clases de apoyo, por lo que solo pueden abrir tres veces por semana. “Estamos tratando de que sea todos los días”, dijo con esperanza.

Conoce cada rincón del barrio, desde que llegó hace 43 años. "Lo camino de principio hasta el final, me conozco a toda la gente", aseguró. Su compromiso va más allá del alimento: también escucha, acompaña y genera vínculos. “Aparte de la merienda, se nota crisis en todos los órdenes. Entonces, hay que poner mucho amor, hay que poner el oído, hay que conversar y estar con ellos”.

"Esto es una opción de vida": la historia de Stella Maris, la mujer que sostiene un merendero con amor y en bicicleta

La mujer reconoció que el apoyo escolar personalizado que se brinda en el lugar también es un pilar para los niños: “Les levanta la autoestima. Cada vez que tienen una prueba y se sacan una nota buena, la traen y todos los aplaudimos”. En el merendero, asegura, "somos una familia". Y como en toda familia, también hay espacio para límites y contención. “La mamá tiene que poner orden, pero siempre con mucho respeto y mucho amor”.

Las donaciones, como la leche, el azúcar, el cacao o los bizcochos, llegan muchas veces gracias a la solidaridad de panaderías y vecinos. Stella gestiona esos aportes, los recolecta y los transporta con esfuerzo y convicción. “Me cargan porque me dicen ‘no pasés al lado de Estelita porque seguro que te agarra para hacer algo’”, dijo entre risas.

Una historia marcada por la fe y la resiliencia

La vida de Stella estuvo atravesada por el dolor pero también en transformar ese dolor en esperanza: “A los 9 años perdí a mi mamá, después a mi papá, quedé muy sola en la vida y a todos esos vacíos siempre aprendí a llenarlos con cosas buenas”. Luego se casó, tuvo hijos y siguió su camino en el servicio. “Lo peor que me pudo haber pasado fue la muerte de mi hijo Claudio, y eso sí que es un vacío que no lo llenás con nada. Entonces lo tenés que estar llenando con cosas buenas, con mucho amor”.

Hoy comparte su vida con su esposo, José Luis Navarrete, y dos de sus hijos. También forman parte de su círculo de colaboración su nuera y su yerno, ambos comprometidos con las tareas de la capilla y del merendero.

A pesar de estar jubilada como empleada doméstica, Stella no dejó de trabajar por los demás. Lo hace por convicción, sin esperar nada a cambio. “Esto es compartir, donar tu tiempo, donar tu oído, tus palabras. Todos tenemos dones para regalar”. Y aunque confiesa que a veces deja cosas de lado, está convencida: “Esto es una opción de vida. Uno hace las cosas de corazón y no puede dejar de darle gracias a Dios por tanto”.

En su día a día, Stella es testigo de las carencias que atraviesan a muchas familias. Por eso, el proyecto del merendero también incluye un objetivo mayor: acercarse más a las casas, a los adultos, a las madres y padres de los chicos que reciben la merienda. “Si podemos lograr que el merendero funcione todos los días, sería para tener más contacto con las familias también. Eso es parte del proyecto que tenemos, de acercarnos un poco más para ayudar desde otro lado también. Como gran familia que somos”.

La reciente distinción que recibió, según expresó, la comparte con todos los que también ayudan en silencio. “En un momento miré al cielo y dije, con mi mente y mi corazón, comparto este regalo con todas las personas que ponen su granito de arena para hacer el bien en este mundo, que tanta falta nos hacen”.

"Esto es una opción de vida": la historia de Stella Maris, la mujer que sostiene un merendero con amor y en bicicleta