Más personas viven a la intemperie debajo de un árbol en la zona del ferrocarril: necesitan ayuda
Una joven mamá y sus dos hijos tuvieron que guarecerse, junto a otras personas que ya lo hacían, bajo una especie de carpa armada con lonas y troncos que se sostienen alrededor un viejo algarrobo en el predio del ferrocarril. Necesitan desde mercadería, hasta alguna antigua bicicleta para hacer changas.
Todos los mediodías un fueguito se enciende en un sector del predio del ferrocarril Belgrano para cocinar, en grupo, lo que se consiguió para comer durante la mañana. Son las personas que habitaban un viejo vagón en el sector, pero luego de que empresa Belgrano Cargas, a finales de 2018, decidiera retirarlo por reparación, debieron improvisar una especie de carpa debajo de un antiguo algarrobo en el lugar. En la actualidad se sumaron más personas, que empujadas por la crisis económica, deben pernoctar allí y la realidad es que con la llegada de las primeras bajas temperaturas, necesitan ayuda para afrontar el invierno que se viene.
Diego (39) es uno de los más antiguos residentes de las tres carpas separadas que se formaron debajo del viejo árbol. Tiene su “chocita”, como la denomina, con su cama y varias frazadas, pero cada vez se le complica más para ganarse el pan de cada día. Ahora, su pareja de 20 años tuvo que “mudarse” con él y sus dos pequeños hijos de 5 y 2, pero el hombre reconoce que “no es lugar para chicos”. Por lo tanto, está buscando alguna piecita para que Agustina pueda dormir con los dos niños.
Según agregó, son tres personas que diariamente duermen bajo el viejo algarrobo, aunque algunas noche pueda sumarse alguno que otro muchacho conocido que lo necesita. Además, que transitoriamente lo hacen Agustina y sus dos nenes.
Aunque improvisaron un baño divido con telas de piletas, no cuentan con lo básico para vivir: como agua potable, alimentos y un techo seguro.
“Algunas lonas”
“Necesitaría alguna lona negra como para reforzar el techo porque cuando llueve me entra agua”, asegura Diego, aunque también considera que cualquier ayuda es bienvenida, desde ropa de invierno, alimentos y hasta alguna bicicleta en desuso para hacer sus changas.
Al hombre, a su vez, le amputaron dos dedos de su pie por infectarse de gangrena y debe caminar con su carro para juntar cartón, vidrios, aluminios o lo que encuentre en la calle que luego vende para comprar comida. Los hombres que viven bajo el algarrobo viven de eso, del cirujero, que según estimaciones de Cáritas San Francisco, se multiplicó durante el último año.
Los residentes de lugar solo cuentan con un solo carro y otro que se encuentra averiado sin una rueda.