La maquinaria de los sueños televisivos aterrizó en Córdoba y sacudió el Orfeo con su parafernalia. Soñando por cantar se emitió en vivo en el “gran lunes” de la tele, por el regreso de Marcelo Tinelli a la televisión, y tal como se esperaba hubo grandes voces, lágrimas y emociones acordes a los tiempos del medio (se pasa de la risa al llanto en segundos). Todo está calculado. 

Si bien el programa va de 21.15 a 22.30, en el estadio la acción comienza alrededor de las 15. “Esto es como un Tetris”, dice Rodrigo Saeigh, uno de los productores del ciclo, en referencia a las múltiples piezas que tienen que encajar para darle acción a este circo. Lógico, en total trabajan unas 140 personas entre productores, técnicos, camarógrafos, coreógrafos, bailarines, coachs y más.

Todos los participantes ensayan desde tempranito su tema, haciendo una puesta a punto del tono que más le mejor le sienta y el segmento que cantará. Cada uno tendrá un minuto y medio para mostrar lo suyo. Son casi las 20 y el conductor, Mariano Iudica, y los jurados recién están saliendo en avión privado desde Buenos Aires. En el Orfeo ya se palpita un clima frenético ultimando detalles, y las puertas se abren al público. Son 5.400 personas las que retiraron su invitación gratuita para ver el ciclo en vivo.

A las 21.10 se escuchan los primeros gritos de Iudica detrás de escena y la gente estalla.

Daleeeeee. Empieza el programa y “Marian” hace pasar a los jurados. La gente se engancha con ellos y en el corte les pide que canten un pedacito de canciones y ellos se prenden. Entonces, aparece el primer participante: Ariel Vallejos tiene 31 años, es “pintor de casas” en Río Cuarto y tiene que romper el hielo. La situación no le pesa y lo demuestra con una brillante interpretación de Mientes, de Camila. “Pintás las paredes del alma”, le devuelve Patricia Sosa, y Mediavilla le pregunta si es una joda que es pintor y no cantante. Los camarógrafos, rápidamente se corren para mostrar a la familia del participante. Antes de salir de escena, él agradece a la producción que le hayan pagado el hospedaje a él y su gente, porque había venido con 20 pesos en el bolsillo. Primer toque a los sentimientos, pero que pasa rápido de largo.

Es entonces el turno de la familia Charriol, de Mendiolaza, y las cuatro nenitas paradas en la boca del escenario hacen presagiar que será “él” momento emotivo. Con papá en guitarra y la mamá en percusión, entonan Que canten los niños y derriten a todos. Iudica lo lee y exprime la situación. La más “pinina”, de sólo cinco años, llora desconsoladamente y dice que le quiere cantar un tema a Patricia Sosa y a Oscar “Maravilla”. Todo el jurado se levanta y se funde en una abrazo con los participantes, rescatando la importancia de la familia como motor de la vida.

Llega el final. Son las 22.10, quedan 20 minutos para que vuelva Tinelli, pero antes aparece Héctor “Coco” Altamirano (30 años, operario automotor de barrio San Martín). Canta Luna, de Carlitos Jiménez, y el domo se prende fuego. Para agregar nafta, cae el propio cuartetero con su energía y las formas televisivas desaparecen tras su huracán. Pero... detrás está Tinelli y por eso hasta el cordobés más famoso se queda con ganas de seguir hablando. Los teloneros ya cumplieron su función. Igual, nadie se mueve de su asiento y ven por pantalla gigante la apertura de ShowMatch.