Jamás imaginó Vélez que un triunfo ante Quilmes le costaría tan caro. No por el desarrollo del encuentro, que supo resolver una vez que su rival se quedó con un jugador menos por la expulsión de Olivera, sino por lo que vendrá: recibirá a Boca sin tres de sus cuatro defensores, ya que Cubero, Sebastián Domínguez y Papa vieron la quinta amarilla. 

El líder sufrió para encontrarle la vuelta al partido. El equipo dirigido por Omar De Felippe cumplió a la perfección el guión: quitarles pelota a los de Liniers, presión en toda la cancha y evitar que Federico Insúa, el generador de fútbol de los visitantes, pudiera conectarse con Pratto y Ferreyra, los delanteros. Rara vez pudo el Fortín pasar la mitad de la cancha con panorama favorable. En la primera etapa, la única ocasión provino de un contragolpe, en el que Insúa habilitó a Papa y el ex jugador de Rosario Central elevó su remate. 

Quilmes, a sabiendas de que destruir es mucho más fácil que construir, jugó a lo suyo. Le alcanzó para desorientar a su rival y, gracias a los tiros libres del uruguayo Lima -ex Vélez- y la peligrosidad latente de otro charrúa, Martín Cauteruccio, inquietar a Sosa. El delantero de Quilmes, de volea, tuvo el gol, pero su remate se fue desviado. Una jugada cambió, a la fuerza, el plan de Quilmes. Olivera fue a pelear en lo alto una pelota con Ferreyra y levantó el codo derecho, que impactó en la mandíbula del goleador velezano. Con acierto, el árbitro Ceballos expulsó al defensor cervecero.  

Las primeras imágenes del segundo tiempo entregaron rasgos inequívocos de lo que sería el tono del partido: Vélez dominador, Quilmes agazapado en su territorio. En superioridad numérica, el visitante comenzó a rotar con más intensidad, por lo que los espacios no tardaron en aparecer. Tuvo en la paciencia y en su autoestima dos de sus principales virtudes. Jamás se apuró. El equipo que conduce Gareca sabe que cuenta con un delantero, Facundo Ferreyra, en estado de gracia. 

Bastó que combinaran Insúa y Cabral para que el joven surgido en Banfield sólo tuviera que empujar la pelota en el área chica. Sexto gol en los últimos tres partidos: a un ritmo de dos conquistas por encuentro. 

Fue mérito grande de un equipo que no perdió los estribos. Se mantuvo fiel a una idea pese a que Quilmes lo incomodó e hizo todo lo posible para sacarlo de su eje. Vélez siguió siendo Vélez. Tiene en sus genes la movilidad permanente, la proyección habitual de sus dos laterales y dos delanteros que derrochan adrenalina y buscan espacios, como Pratto y Ferreyra. 

Pese a que la desventaja obligaba a Quilmes a arriesgarse, Vélez se agrandó. Monopolizó la pelota, la distribuyó con criterio y disfrutó de las mejores ocasiones, como un tiro de Allione bien repelido por el arquero Trípodi. Ni siquiera saber que quedaba en zona de descenso le sirvió a Quilmes como revulsivo para poder encontrarle un resquicio a su rival. Vélez hizo el gol, se cerró atrás y se llevó el triunfo. Con esos argumentos, por ahora, le alcanza para ser el mandamás del fútbol argentino y soñar con el título. Ahora deberá reafirmar sus credenciales ante Boca.