La pensión de Proyecto Crecer es la única en su tipo en San Francisco. Funciona desde 2004, ahora en el predio del club con siete jugadores juveniles que dejaron sus familias a temprana edad embarcándose en el sueño de ser jugadores profesionales.

En ella conviven hoy Segundo Monzón (Cat. 2004 y oriundo de Santo Tomé), Gabriel Romero (Cat. 2003 de Arroyito), Damián Alvarrasín junto a su hermano mellizo Luciano Alvarrasín (Ambos 2007 y oriundos de La Francia), Danilo Milessi (Cat. 2006 de La Francia), Tomás Schiavoni (Cat. 2004 de Arroyito) y Tobías Avalos (Cat. 2005 de Misiones).

Están supervisados y acompañados por Cecilia Filippa y Maximiliano Jacob, ex jugador del club que también vuelca su experiencia en pos de ayudar a chicos que están lejos de casa. También por Guillermo Di Meola -presidente del club- y Lucio Girardi, coordinador de fútbol. 

La pensión tiene capacidad para 30 jugadores, sin embargo, nunca se llegó a ese número. Lo máximo que tuvo fueron 20, aunque depende de la necesidad del club y de cada situación. “Muchos de ellos llegan para ganarse un lugar y aprender, otros llegan con el objetivo de perfeccionarse y otros seleccionados de alguna prueba”, explicó Jacob.

Conducta y buenos hábitos

Los jóvenes contaron que mantienen una rutina a la que debieron volver a acostumbrarse después de la pandemia. Cursan sus estudios en la escuela “Jesús de la Misericordia” en el horario vespertino, pero su día comienza bien temprano y tienen ciertas conductas que respetar como los horarios y el orden en sus habitaciones.

“Nos levantamos a los 8.30, desayunamos, tendemos nuestras camas y nos preparamos para entrenar hasta las 11 de la mañana”, relataron. Este entrenamiento es solo para los jugadores de la pensión, cada uno tiene los ejercicios programados por su entrenador y para ellos es un plus, ya que por la tarde vuelven a entrenar, pero con sus compañeros y en sus respectivas categorías.

Tras ese entrenamiento, la rutina sigue: “Nos bañamos, comemos y si tenemos clases vamos a la escuela y si no, tenemos un tiempito libre para dormir una siesta o algo que nos haya quedado pendiente”, contaron.

Mantener la unión en el grupo es fundamental, ya que conviven las 24 horas del día, entonces el diálogo es clave y más en momentos complicados. Ellos mismos expresan que la conducta y los hábitos generados los hacen crecer como persona: “Tenés que aprender a vivir sin depender de nadie, a mí al principio me costaba tender la cama, por ahí en tu casa te vienen a despertar, te hace de comer tu mamá; acá tenés que levantarte solo, organizar tus horarios y esas cosas cuando estás en tu casa no te das cuenta. Estamos casi siempre ocupados, si no estamos entrenando, estamos en la escuela o con clases virtuales, también en el gimnasio”, contó Romero.

“Son cosas que sabemos que vamos a tener que pasar si queremos llegar a algún lado, cosas obvias”, reconocieron. 

De la comida se encarga Cecilia Filippa, quien los acompaña desde la tarde hasta la mañana cuando les prepara el desayuno. Para ellos es la “tía”, la figura materna que los contiene. La alimentación, contó Jacob, está basada en una vianda saludable confeccionada particularmente para ellos.

Lejos de casa, en busca de un sueño: cómo es la vida de los jugadores en la pensión de Proyecto Crecer

Diálogo y transparencia

El diálogo y la transparencia son clave para la adaptación de estos chicos que sueñan ser jugadores profesionales.

Jacob comentó que es fundamental conocer sus preocupaciones, sus dudas y motivaciones para identificar lo que les sucede. “Uno ya se da cuenta cuando extrañan y también hay momentos en que las cosas te salen bien y todo va viento a favor, pero hay veces que las cosas te salen mal, viene una lesión y eso te puede llevar a decaer un poco. Lo importante es estar siempre con la mente clara, tener a alguien al lado de soporte que te escuche, porque no decirlo en su momento es importante, por eso nosotros tratamos de hablar mucho, yo trato de ser lo más transparente posible con ellos para que ellos también sean transparentes conmigo y que cualquier problema que tengan se den cuenta que uno está para resolverlo rápido y no que después eso lleve a una consecuencia donde sea demasiado tarde”, explicó Jacob, quién vivió fuera del país también dedicado al fútbol.

Una vez al mes, o a la semana -dependiendo de la situación de cada uno-, tienen charlas individuales con los responsables de la pensión para acompañar la evolución del jugador en todos sus aspectos.

Lejos de casa, en busca de un sueño: cómo es la vida de los jugadores en la pensión de Proyecto Crecer

No perder de vista la vida

Todos quieren llegar al profesionalismo y saben que no todo depende de ellos. Los chicos reciben educación deportiva, pero también son acompañados para que estudien y tienen a disposición maestras particulares si así lo necesitan. Crear esos hábitos hace que tengan un Plan A y un Plan B.

“Saben que el Plan A es llegar a ser jugador profesional, pero siempre tienen que tener un Plan B porque pueden pasar muchísimas cosas en ese camino… tratamos de que tengan en claro el panorama y que no terminen enfocándose en algo ciegamente cuando después la realidad es otra. Como futbolista tienen mucha capacidad, pero pueden surgir cosas que queden fuera del alcance de uno mismo y para eso uno siempre trata de ir aportando experiencias tanto positivas como negativas, para que cuando se encuentren con algo similar ya sepan cómo afrontarlo. Siempre pongo el ejemplo de Mateo Maldonado de La Carlota, él estuvo cuatro años acá en pensión y no siguió con la carrera de futbolista, se fue a estudiar Medicina y ya se recibió, con él yo sigo en contacto”, comentó Jacob.

Además, el supervisor señaló que también sigue en contacto con Joaquín Varela y cuenta su experiencia. El jugador catamarqueño vivió cuatro años en la pensión y es jugador profesional. Debutó en Newell’s y luego pasó por Godoy Cruz, San Martín de Tucumán y actualmente juega en San Antonio FC de EEUU. 

Acostumbrarse en pandemia

Sin dudas fue un año duro para todos y para los chicos de la pensión no fue la excepción. Ellos estudian en San Francisco, pero en marzo de 2020 tuvieron que volverse a sus casas. La incertidumbre por el regreso a clases y por el regreso a los entrenamientos también los afectó.
“Estamos acostumbrándonos de nuevo a los horarios, que son distintos a los que teníamos en casa. El año pasado no sabíamos si volvíamos, qué iba a pasar y este año volvimos dos semanas y se volvió a parar, al principio del 2020 te entrenabas bien y después te dabas cuenta que el tiempo iba pasando y no volvías; eso te bajaba un poco las ganas y empezaba a jugar mucho a la cabeza porque apenas nos fuimos habían dicho que eran dos semanas solamente. Entonces había que seguir para que cuando volvamos, lo hagamos con muchas ganas”, contaron los chicos.