Barrio Roque Sáenz Peña, “Las 800”. Un sector de la ciudad con un vínculo muy estrecho con el fútbol. Desde los famosos torneos de Liga Amateur, participando como “Barrio Sáenz Peña”, hasta los campeonatos de Liga Comercial, el barrio siempre estuvo bien representado y desde 1994 bajo el nombre de Juventud Unida cosechó innumerables títulos.

Desde hace ya mucho tiempo, junto a 2 de Abril, Juventud es parte del alma del barrio. Hoy es un club de los pibes y para los pibes. Tiene casi 40 chicos que entrenan tres veces por semana y participan de la Liga Juvenil. Atrás quedaron los años de la Comercial, de clásicos barriales con La Milka, Iturraspe y Frontera.

Esos 40 jóvenes encontraron un lugar de contención e inclusión. Son ellos, junto a un grupo de padres y de colaboradores, quienes sostienen el club. Marcan la cancha, pintan los bancos de suplentes, arreglan los tejidos y mantienen el lugar con sus propias manos. Es de ellos, es del barrio.

Juegan por el barrio

Darío Contreras, encargado de fútbol en el club, cuenta que Juventud está formado por chicos que sacaron de la calle. “Les damos un lugar que nadie les da, porque muchos no tienen espacio en otros clubes y vienen acá”, explica.

Y agrega: “Hay buenos chicos, no quedan en otros clubes porque no tienen para pagarse la cuota o no tienen alguien que los guíe. Nosotros estamos agradecidos por el espacio que nos dieron desde el Centro Vecinal para seguir creciendo dentro del barrio y darle una alternativa a los pibes”.

Contreras que muchas ves cuando terminan de entrenar, los jóvenes se quedan, ya sea jugando o ayudando con tareas. “Ellos se quedan. A veces siguen jugando. También pintamos la cancha, ponemos redes, y todo con los chicos”, relata.

Un presupuesto ajustado

Yesica Silva, tesorera, y Paula Olmos, secretaria, comentan que el club se sustenta con las entradas de la Liga Juvenil, con ventas que organiza la subcomisión y con las cuotas que algunos chicos pueden aportar.

“Algunos no pueden colaborar con la cuota pero eso no importa, juegan igual. Además no es una multitud la que viene la cancha y algunos tampoco tienen para pagar la entrada”, señala Yesica.

Paula añade que organizar ventas para recaudar fondos no es fácil porque también los chicos tienen otras en sus colegios. “No siempre podemos pero no bajamos los brazos. Muchos de los que colaboramos no tenemos hijos jugando en el club, venimos porque nos gusta”, reconoce.

La conducta como base de la formación

Desde el club resaltan el trabajo en la formación personal de los chicos, principalmente en la conducta. Fue difícil derribar la barrera de los prejuicios “Muchas veces veíamos que los otros decían `uh, ahí vienen los de las 800´. Afortunadamente hemos cambiado esa imagen por la conducta de los chicos”, explica Contreras.

“Años atrás había partidos que no se podían jugar. Hoy en día tenemos una conducta intachable, somos el club con menos tarjetas en la liga. Pusimos sanciones, el  chico expulsado tiene que cumplir el doble de sanción que le da la liga. Para controlarlos, acá queremos que jueguen al fútbol”, fundamentó.

Para disminuir las confrontaciones y acompañar a los chicos, el encargado del fútbol asegura que están constantemente charlando con los chicos. “Sabemos los problemas que tienen y siempre estamos buscándoles una solución. Desde no tener botines para jugar hasta colaborar con alguien que tiene algún problema en la casa”, indica.

Juventud Unida, corazón de barrio

El deseo de florecer

La subcomisión de fútbol asumió este año y realizó varios trabajos de mantenimiento que el predio necesitaba para estar en mejores condiciones. Sin embargo no alcanza.

Los responsables del club pretenden que la Liga Juvenil siga creciendo para que todos los chicos que hoy no tienen la posibilidad de jugar en Sportivo, Crecer o Antártida, puedan tener un lugar para jugar al fútbol. “Queremos mejorar nuestro establecimiento. Hoy en día tenemos solo dos torres de reflectores que iluminan media cancha, estamos haciendo eventos para recaudar y poner más. Además queremos terminar los vestuarios y los baños”, cuenta Contreras.

Y aclara: “No necesitamos dinero, necesitamos materiales para seguir creciendo. Mano de obra hay de sobra, los mismos chicos están comprometidos. Hay mucha identidad”.