La hinchada del Chapecoense transformó la tristeza por haber perdido a la mayoría de sus futbolistas en un accidente de avión en orgullo a través de un homenaje lleno de esperanza celebrado en el estadio Arena Condá, la casa de este modesto equipo brasileño.

El acto se produjo a la misma hora a la que estaba previsto el duelo entre el Chapecoense y el Atlético Nacional, correspondiente al partido de ida de la final de la Copa Sudamericana, el cual se iba a celebrar en Medellín.

"Con mucho orgullo, con mucho amor" o "este sentimiento nunca va a parar" fueron algunos de los gritos entonados en comunión que unieron a una afición todavía en estado de shock por el trágico suceso, pero que sacó fuerzas para llenar por completo el estadio, con capacidad para unas 19 mil personas.

La noche del lunes, el avión de la compañía boliviana Lamia, que llevaba a bordo a 77 personas, se estrelló a pocos kilómetros del aeropuerto José María Córdova, ubicado en una localidad cercana a Medellín, donde hoy también se rindió homenaje a los fallecidos.

De las 71 víctimas mortales registradas, 19 eran jugadores de la primera plantilla del Chapecoense, además de un gran número de directivos y prácticamente la totalidad de todo el cuerpo técnico encabezado por el entrenador Caio Júnior.

Algunos hinchas encendieron bengalas mientras se dejaban la garganta al ritmo de los himnos del Chape, cánticos que se mezclaron con aplausos improvisados cada vez que pasaba la mascota del equipo, un niño de unos siete años ataviado con un tocado de plumas indígenas.

En el círculo central del terreno de juego se colocaron un altar y unas decenas de sillas reservadas para amigos y familiares de las víctimas, donde se celebró una misa en recuerdo de los futbolistas.

Hasta el sacerdote se animó a azuzar a las gradas al cantar uno de los gritos de guerra del Chape.

El suceso ha afectado la vida general de Chapecó, ciudad de unos 200.000 habitantes en el estado de Santa Catarina, al sur de Brasil, pues entre la población y los futbolistas existía un fuerte vínculo de cercanía, algo extraño en el mundo del fútbol.

Las voces de los vecinos de Chapecó no solo se fundieron en la distancia con las del estadio Atanasio Girardot de Medellín, también con la de otras aficiones de otras partes del mundo, como la del París Saint-Germain que cantó en Francia: "Vamos, vamos, Chape".

La guinda la puso el futuro del Chapecoense, representado en los jugadores de las categorías inferiores del club, quienes dieron una vuelta de honor alrededor del Arena Condá, mientras las gradas les vitoreaban y cantaban "Olé, olé, olé, Chape, Chape".