Camila Herrera tiene 14 años y patina desde los 8. Su historia de vida es un ejemplo de superación y progreso. Su síndrome de down jamás le impidió conseguir lo que quería, tal es así que fue ocho veces consecutivas campeona provincial y seis veces consecutivas campeona nacional de patín. Además, fue ganadora en varias ocasiones de la Copa Tagliabue, donde obtuvo siempre el primer puesto en categoría federativa, en dos especialidades, escuela (técnica) y libre (coreografía). Es de destacar que es la primera niña que con síndrome de down que con 10 años hizo escuela a nivel provincial. Este año, fue consagrada ganadora en patín adaptado por el Círculo de Periodistas Deportivos de Córdoba, accediendo al premio Córdoba Cuna de Campeones.

Según cuenta ella misma, practica la actividad los martes y jueves, junto a su profesora Alejandra Zonghetti, con muchos otros chicos, entre ellos “Colo” y “Jazmín”, sus amigas. Le gusta viajar y le encanta la ropa que usa en sus coreografías. Tiene innumerables premios que guarda por toda la casa, principalmente en su pieza, donde tiene medallero que le regalaron para un cumpleaños.

Camila pasó a segundo año del Instituto Pablo VI con un promedio superior a 8, establecimiento en donde cursa todas las materias, con algún tipo de recorte, menos física e inglés. Le gusta matemática y biología. En verano le gusta ir a la pileta son su mamá y su amiga Flor. Espera ansiosa su fiesta de quince, prevista para el año próximo.

¿Discapacitados?

Respecto a la condición de Camila, su papá explica: “Yo entiendo, aunque no comparto, que en algún área los tenemos que encasillar a estos chiquitos, y discapacitados, aunque suene feo, lo son, y no hay otra palabra para diferenciarlos, pero te molesta porque significa porque no es capaz y Camila se sube a los patines, se cae y se vuelve a levantar, si me caigo yo no me levanto más. Cualquier chiquito tiene dificultad para aprender física y matemática. Yo me llevé siempre física, entonces yo también soy discapacitado”.

De acuerdo a lo que cuenta, su hija “nunca fue discriminada; lo que nos pasó es que la miraban mucho. Una vez en una calesita, una mujer de unos cincuenta años no le despegaba la mirada”.

“Antes, quizá, sin querer, lo hacíamos nosotros”, agrega su mamá, quien cuenta que “ellos tienen otra forma de asimilar las cosas. Estos chicos jamás te van a decir algo hiriente, son totalmente inocentes”.

“Ellos viven como en otro mundo –agrega su papá-, como que vos venís y no le vas a hacer mal. En cambio nosotros estamos más a la defensiva. Ellos son más puros y así tiene que ser. No les entra en la cabeza que vos puedas reírte de alguien, por ejemplo, que tenga anteojos”.

Su experiencia

El papá de Camila cuenta que cuando nació Camila vivieron “un duelo, no parábamos de llorar. Fue muy fuerte. Si bien no hay un manual para padres, menos lo hay para un chiquito así. Todo fue a corazón”.

Y agrega, que el mensaje que quiere dejarles a otros padres en similares condiciones, es que “primero hagan el proceso de aceptación. Si no aceptás la condición de tu hijo te vas a bloquear. Eso te va a ayudar para ver las cosas diferentes en todo”.

Por último, ambos se mostraron conformes con las posibilidades que brinda San Francisco: “Su formación, tanto física como educativa, estuvo siempre muy estimulada desde temprano. Está bueno que nosotros tengamos en San Francisco esa posibilidad, no tener que ir siempre a Córdoba”.

“Hay organizaciones que se dedican a esto, hay gente muy capacitada, psicólogas, psicopedagogas, psicomotricistas. Eso también está bueno decirlo”, cerró.