En la gran mayoría de los casos, los padres llevan a sus hijos a realizar la práctica de alguna actividad deportiva prácticamente cuando éstos logran movilizarse fluidamente por su cuenta. Algunos lo hacen por recreación, otros para que logren comprender desde chicos el valor de la amistad y el trabajo en equipo.

De todas maneras, no siempre el apoyo de los padres termina siendo positivo para los chicos. Los niños practican deportes por diversión, pero son muchos los familiares que los acompañan a los partidos, competiciones y entrenamientos en su afán de animarlos y terminan generándoles una presión excesiva. Así, lo que debería ser tomado como diversión, se transforma en un círculo de exigencias y pasiones que puede afectar la salud del menor.

En nuestra ciudad y la región una de las actividades infantiles más escogidas es el Baby Fútbol, que desde 1956 forma parte de la formación no sólo deportiva, sino también humana de las personas que alguna vez jugaron en una canchita de siete.

A pesar del folclore que se vive sábado tras sábado con respecto al fútbol infantil, cabe destacar que no todo es color de rosa en el ambiente del “Baby”. Y no por lo que hagan los pequeños, sino por la presión que ejercen algunos padres en pos de lograr la “mejor versión deportiva” de su hijo.

Lo más importante no es ganar

En una recorrida por las canchas del Baby, se puede observar que son muchos los padres y madres que acompañan a sus hijos a los partidos. Se quedan detrás del tejido, pero eso no les impide dar directrices, involucrándose en el deporte de sus hijos hasta niveles insospechados.

“Dale, apuralo que ese no sabe” o “la próxima definí por abajo que el arquero es gordito y no llega” son algunas de las hirientes frases que retumban desde algunos sectores de la cancha. Ese “apoyo” es mirado de reojo por los demás presentes, pero nadie lo corrige. Todo sigue su curso normal, como si hubiese cantado una paloma.

Claudio es uno de los padres que acompaña a su hijo en la cancha de Deportivo Norte. Charla con El Periódico y cuenta que ahora el ambiente está más calmo, pero señala que “nunca faltan los inadaptados que apuran a los chicos del equipo rival o insultan al árbitro”

“Se debería erradicar todo tipo de grito discriminatorio y abusivo de las canchas ya que perjudica sólo a los niños”, considera.

Gustavo, otro de los papás presentes en la cancha, reconoció que el chico está muy pendiente de las reacciones de sus familiares en cada jugada. “Los niños descubren en el gesto de los mayores el error de ellos y eso los pone mal. No pueden equivocarse libremente y sin conflicto, como debería ser”, afirmó.

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Caprichos “justificados”

En la canchita de Norte también se puede apreciar cómo algunos niños se ofuscan cuando les toca salir y dejarle su lugar a un compañero. En la Liga, por reglamento, se deben hacer tres cambios obligatorios en el entretiempo con la finalidad de que todos puedan jugar. Da la sensación de que no todos lo entienden así.

Hay muchos chicos que se acostumbraron a querer sobresalir más que sus compañeros. Desde afuera se nota cuando un papá pretende que su hijo sea el goleador o la figura del equipo”, manifestó Gustavo.

Por su parte, Claudio coincidió con la definición y agregó: “Es increíble observar cómo algunos vienen a la cancha y demuestran total falta de respeto al frente de sus hijos. Son muy chicos, están en la edad de divertirse y encontrar ellos mismos la motivación de entrenar y jugar. Son los principales perjudicados”.

Frenar la violencia verbal

Uno de los principales objetivos buscados por el nuevo presidente de la Liga local, Jorge Frócil, es erradicar todo tipo de violencia de las canchas, incluso verbal, para que el espectáculo sea sano.

“Tenemos que controlar el comportamiento de los padres. Tomamos decisiones duras sobre los clubes, como suspensiones de canchas, pero hemos tenido estos dos últimos años bastante tranquilos. Son 1800 chicos con los que trabajamos, es decir que son muchas las familias que están detrás y con las que debemos trabajar en conjunto para el bienestar de los niños”, aseveró.

El Baby, se convirtió con el paso del tiempo en la actividad que sábado tras sábado más gente mueve hablando de eventos deportivos en San Francisco y la zona, y sería una pena tirar por la borda cada año de esfuerzo por la irresponsabilidad de una minoría.

“¿Viste cómo jugamos, pa?”, son las palabras que se logran escuchar a un niño mientras toma su merecido vaso de gaseosa junto a tres de sus compañeros. La verdadera esencia que no se debe perder.

Ellos entendieron el mensaje

El pasado fin de semana, la cancha de Barrio Cabrera fue escenario de un gran gesto de pequeños con un corazón enorme. El equipo local, en conjunto al club Los Andes y los árbitros presentes, desplegaron una pancarta en apoyo a Matías Smut, jugador de Cabrera, quien está dando batalla en la lucha contra el cáncer. Para aplaudir de pie.

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