Inés Quiroga (67) es un testimonio viviente de superación en la lucha contra el cáncer de mama. Hace aproximadamente 15 años, el diagnóstico de esta enfermedad trajo un importante desafío a su vida. Su historia es un ejemplo de cómo la fe puede vencer incluso a los obstáculos más angustiantes. En el marco del Día de la Lucha contra el Cáncer de Mama, Inés contó su experiencia destacando el apoyo incondicional de Lalcec, la intervención de Dios, la entrega de los profesionales que la acompañaron y el acompañamiento de su familia.

Fue en 2007 cuando la mujer se detectó un nódulo y decidió hacer una consulta médica. “Sentía como una puntada, pero yo no hacía caso porque no tenía obra social. Me atendía en el Hospital Iturraspe, pero no iba a hacerme controles. Trabajaba y no le daba tanta importancia, hasta que un día me lo descubrí”, recordó.

Pero al ver que crecía, y con la sospecha de la enfermedad, decidió hacer una consulta médica: “Lo sospechaba por los comentarios que oía”.

En el Hospital la atendió el médico Pablo Giraudo: él le hizo los estudios y le dio el tan temido diagnóstico, informándole que era inminente una cirugía.

“Yo no sabía qué hacer, mi marido se asustó, se creía venir toda una tormenta, pero yo soy una persona de fe, siempre estuve pidiéndole a Dios y la operación salió bien. El doctor lo llamó a mi esposo y le dijo que hizo todo lo que pudo y que había sacado todo lo que había que sacar. Pero había que hacer quimioterapias, entonces me recomendó ir a Lalcec”, reflejó.

Después de la operación, el tratamiento

La detección temprana del cáncer de mama aumenta las posibilidades de cura, y esto fue lo que le ocurrió a Inés: “Gracias a Dios no estaba ramificado, no tenía metástasis, pero en la otra mama tenía otro nódulo chiquito que estaba creciendo y por prevención me lo sacaron también. Siempre tuve mucha fe y confianza en ese médico, me decían que era muy buen ginecólogo”. 

Más allá de la cirugía, lo que le siguió después fue un estricto tratamiento. Fue así que llegó a Lalcec para comenzar el camino de la quimioterapia. Allí conoció a Catalina Monzoni, titular de la entidad local, a quien considera un gran apoyo en su vida. Pese a que desde allí le proveyeron la medicación, le explicaron que para hacer las sesiones necesitaba la autorización de un médico oncólogo, algo que no había en el sistema público de salud en ese entonces en la ciudad.

“No las podían autorizar en el Hospital. No había oncólogo, no había profesionales autorizados. Recuerdo que esa mañana Catalina me había dado la bolsita como la medicación para la quimioterapia. A la tarde volví y le expliqué que no había oncólogo. Ella me dijo que no me preocupara, que me iba a dar una solución, se puso su cartera, me dijo ‘esperame acá’ y volvió al rato. Gloria a Dios que estaba ella, le estoy agradecida con el alma. Volvió y me dijo que ya estaba todo solucionado. Ahí empecé a atenderme en el Sanatorio Argentino”, detalló.

Inés empezó a hacerse las quimioterapias con el médico ginecólogo Daniel Casermeiro, a quien recuerda con mucho cariño: “Fue una excelentísima persona, éramos varios los que íbamos a hacer las quimioterapias y él nos recibió, nos puso una enfermera a disposición y nos acompañó”.

Tras las sesiones, comenzó la terapia con rayos, algo que no fue fácil. Fueron 40 días seguidos de ir y volver a Córdoba. Y en ello, nuevamente la gestión de Catalina fue fundamental: “El doctor me volvió a recetar, fueron 20 rayos para cada mama. Catalina me sacó un turno en el Instituto Oncológico Urrutia en Córdoba. Ya estaba sin cabello, todavía me faltaban los rayos, por eso siempre estuve pidiéndole a Dios que me ayudara, que me acompañara. Mi esposo me ayudó con los pasajes, yo me quería quedar en algún refugio y él me dijo que iba a hacer lo posible de que fuera y volviera. Fueron rayos todos los días, por 40 días”, contó Inés que destacó la buena atención y la gratuidad del tratamiento, gestionado a través del Hospital Iturraspe y Lalcec. 

“Yo lloraba todo el camino, todas las veces, entonces un día me pregunté ‘por qué tengo que llorar, si soy una persona de fe, con todo lo que me hicieron aun me siento bien’. Mi familia me compró un telefonito, común, entonces con eso me entretenía en el colectivo. Terminaba de hacerme rayos, tomaba un remis hasta la Terminal y volvía. Así todos los días hasta que llegó el fin”, apuntó. 

Mirada positiva

Pese a todo lo que estaba transitando, Inés siempre tuvo una mirada positiva hacia el futuro. “Yo me miraba y pensaba ‘yo estoy sana, no tengo nada a la par de los demás’, porque allá hay muchas personas que se van a tratar el cáncer. Intentaba darme aliento”, rememoró.

Con el tratamiento finalizado, debió volver a Lalcec, a donde ya había empezado a ir un oncólogo. Así fue que siguió sus controles ahí. “Siempre me revisaban y me recetaban algún estudio. Gracias a Dios me daban bien la ecografías de mama y las mamografías. Empecé a tomar una pastilla por cinco años y después tuve que tomar otra por otros cinco años más”, contó Inés, que insistió en destacar que toda la medicación le fue provista gratuitamente hasta que se jubiló y pudo afiliarse a Pami. La obra social le permitió, además, poder empezar a hacerse los controles médicos en una clínica privada, en la que se atiende hasta el día de hoy. 

En la actualidad se realiza chequeos periódicos con un cardiólogo y su médico de cabecera. Además, toma vitaminas para mantener fuerte su sistema inmunológico.

Consejo

En el camino, Lalcec también fue importante en la contención psicológica. Inés reconoce que cuestiones como la caída del cabello o la operación de mamas, pese a que sólo conserva dos cicatrices, o la práctica de técnicas invasivas, fueron momentos duros, como lo es para muchas personas que ven afectada su autoestima. Pero destacó haber recibido ayuda en ese sentido. 

Y todo ello, todo el camino transitado, hizo que cambiara sus prioridades en la vida. Hoy la salud es primordial, como lo es su familia. Y la experiencia que tuvo que pasar hizo que hoy aconseje los controles médicos, que agunos rechazan.

“Aunque también se lo digo a las personas grandes, les diría a las jóvenes que cuando el médico les diga que están en edad de hacerse mamografías, se las hagan. Ahora hay más herramientas, más cosas al alcance. Hoy podés ir a Lalcec, en donde la atención es gratuita. Puede que tengas que pagar una cooperadora, pero es poca cosa. Hoy hay muchas herramientas y están al alcance”, aconsejó.