El robo de teléfonos celulares es un flagelo que no se detiene. El año pasado se compraron en el país 13,4 millones de aparatos, pero el 16 por ciento fueron equipos que habían sido robados.

Fuentes policiales aseguraron a El Periódico que se trata de un robo que tiene sus épocas y que volvió a ser fuerte este año, siendo los niños y adolescentes los blancos preferidos de los delincuentes, que a veces son los mismos chicos.

En San Francisco se denuncia diariamente un robo promedio de este tipo de teléfono; no obstante existe una cifra negra que no llega a los mostradores oficiales. “Apareció hace tres años pero luego se paró este tipo de robo porque se empezaba a investigar el IMEI del teléfono para luego rastrearlo”, indicó una fuente policial.

El IMEI (International Mobile Equipment Identity, en inglés, o identidad internacional del equipo móvil), es una suerte de DNI del equipo. Es un número que se puede conocer marcando *#06# o consultando el calco pegado en la parte trasera de la batería o caja original. Si el número no figura en el teléfono es probable que el aparato sea robado, ya que los delincuentes a veces logran reemplazarlo por otro originalmente asignado a un teléfono legítimo, lo que puede perjudicar a un cliente de buena fe.

Ahora los chicos

El vocero policial indicó que a comienzos de este año se empezó a notar este robo tanto dentro como fuera de los colegios, con niños y adolescentes involucrados. “Quizás sea porque los chicos desconocen este sistema por el cual pueden ser detectados”, aclaró, y agregó que “se viene observando en las escuelas y fuera de ellas; la mayoría de los chicos tienen su celular y suele pasar que los más grandes se los roben”.

Cifras negras

Más allá del promedio diario de denuncia, muchos padres cuyos hijos fueron víctimas de este robo deciden no alertar a la policía y comprarles otro equipo a sus hijos. Al menos es lo que sostienen varios propietarios de las casas de venta de telefonía celular.

“Suelen venir por semana unas cinco personas para suspender una línea por robo y reponer un equipo”, informó el dueño de un negocio ubicado en el microcentro.

Otro propietario, que además realiza servicio técnico, aseguró que a su local suelen llegar personas indicando que encontraron un teléfono y lo quieren “liberar”, pero por lo general son robados: “Una cosa es liberar un equipo propio, pasarlo de tarjeta a abono fijo o a otra empresa y otra es cambiar el IMEI; esto último yo no lo hago”, dijo.

Expertos en delitos tecnológicos indican que las llamadas “cuevas”(donde van a parar los teléfonos robados y que suelen ser negocios también) maquillan los celulares y, a través de un software, los desbloquean. Luego les cambian el IMEI usando números que no aparecen en la base de datos de aparatos robados de las empresas y les ponen nuevos chips que, en general, también son robados.

“Por ahí te vienen con un teléfono robado que sale 5.000 pesos y te lo quieren vender a 500; eso termina tentando a más de uno”, concluyó uno de los comerciantes.