Descontado que a una Selección Argentina jamás debe dársela por derrotada en la víspera, a la hora de hacer una evaluación necesariamente provisoria destacan una noticia buena y una mala.

La buena: los números cierran, en las Eliminatorias Sudamericanas y en los 27 partidos de un ciclo de Lionel Scaloni que cursa su tercer año.

La mala (o la no tan buena): el perfil del equipo, eso que a grandes rasgos se da en llamar "identidad", todavía está por verse y en la formación titular, salvo excepciones, son pocos los inamovibles.

En los momentos de marea alta, el seleccionado argentino es un boceto convincente y en los momentos de marea baja una especie de garabato.

Pero de lo que se trata, al fin de cuentas, es de entender, o del intento de entender tomada la debida distancia de sendos discursos que emanan toxicidad: el de los alborozados defensores de "la idea" (sobreexcitadas correas de transmisión más menottistas que el propio Menotti) y el de los contreras crónicos que impugnan hasta el color de las camisetas que emplean los futbolistas.

Y la verdad es que hasta donde se sabe la Selección no perfila ese tinte coreográfico que deducen algunos cada vez que logra plasmar un buen nivel de juego (sobremanera por la fluidez que nace de los pies de Leandro Paredes), ni tampoco es el más desangelado del barrio cuando desnuda anarquía en el medio campo, tibieza, despistes defensivos y tono general de equipo del montón.

Ha tenido, tiene (a juzgar por las imágenes más cercanas: con Chile en Santiago del Estero y con Colombia en Barranquilla), un poco de cada cosa y cada una lo suficientemente nítida como para inclinar la balanza de un juicio categórico.

En ese contexto no les falta razón a los que aluden a la metódica tarea que lleva adelante Scaloni en materia de renovación.

Bienvenida la renovación, entonces: 36 jugadores en 27 partidos suponen una saludable vocación de dar oportunidades, de probar, pero ya lo advierte un célebre adagio chino: mucho de lo bueno termina por ser malo.

No es que el Mundial de Qatar esté a la vuelta de la esquina, pero tampoco demasiado lejano: noviembre de 2022.

Salvo Messi, ¿cuántos jugadores hay en el elenco estable? Leandro Paredes, Rodrigo De Paul, Lautaro Martínez y algún otro, pero bien mirado sólo en la frecuencia con que Scaloni los incluye en el once inicial.

En el rendimiento propiamente dicho, ninguno llena los ojos, aunque justo será reponerlo, tampoco salen rápido y de memoria sustitutos capaces de garantizar una gran prestación.

Tal vez, por aproximación, Paredes, pese a sus inocultables falencias en materia de quite y presencia.

De hecho, en la reciente ventana de Eliminatorias la noticia más venturosa supuso la gran presentación del cordobés Cristian Romero, en un puesto, el de la defensa central, castigado por una irregularidad crónica.

Al momento de confeccionar la lista definitiva de 28 futbolistas de la Copa América, divulgada por la Conmebol antes que por la AFA, Scaloni sorprendió al dejar al margen dos jugadores que parecían número puesto en la tan mentada renovación: el defensor Juan Foyth y el medio ofensivo Lucas Ocampos, ambos titulares en el reciente partido con Chile.

Los otros tres cortados fueron los "novatos": José Luis Palomino, Emiliano Buendía y Julián Álvarez.

¿Será la Copa América la instancia en la que a través de los jugadores elegidos y de los modos del equipo Scaloni diga "así quiero jugar, así jugamos, estos son los 11, 12, 13 jugadores más trascendentes que defenderán mi declaración de principio?".

¿Será tiempo de un crecimiento genuino, de la consolidación necesaria rumbo a Qatar 2022, que puede ser el último Mundial de Messi?

Esas y otras preguntas comenzarán a responderse el lunes cuando Argentina debute con Chile en el estadio Nilton Santos de Río de Janeiro por el Grupo A.

El segundo partido del equipo de Scaloni será el clásico rioplatense con Uruguay (viernes 18 en Brasilia), el tercero con Paraguay (lunes 21 en Brasilia) y el último de la zona con Bolivia (lunes 28 en Cuiabá).

Argentina, con 14 títulos, es el segundo seleccionado más ganador del torneo detrás de Uruguay (15), pero no logra alzar la Copa América desde la edición Ecuador '93, lo que representa su sequía más extensa en la historia de la competencia.

En esa racha, la "Albiceleste" perdió cuatro finales: Perú 2004 y Venezuela 2007 ante Brasil; Chile 2015 y Estados Unidos 2016 contra el seleccionado chileno.