Al inicio de la pandemia, decretado días después el aislamiento social y obligatorio, nos planteábamos desde estas páginas la posibilidad y la necesidad de crear una sociedad más empática ante un escenario incierto en nuestras vidas con la aparición del nuevo coronavirus. 

La cuarentena, por ese entonces, impedía a muchísimos sanfrancisqueños llevar adelante sus actividades diarias, lo que impactaba en sus bolsillos, en la economía del hogar, además de la parte afectiva y psicológica. De ahí la oportunidad que teníamos para ser más atentos y generar esa empatía necesaria para darle una mano al de al lado, como fuera. 

Así fueron apareciendo gestos dignos desde el 20 de marzo en adelante, los que destacamos frecuentemente, por parte de instituciones y dentro de los barrios, de personas que no dudaron en ponerle el hombro a este virus que vino a movernos la estantería. Y vaya que lo hizo. Sin embargo, en algo fallamos. 

 Es un enfermo, no es el virus en persona 

Lo que pasó con el camionero que contrajo el virus días atrás y provocó revuelo en la comunidad no debería ser pasado por alto. 

El hombre de 48 años sufrió el contagio de coronavirus mientras cumplía con sus labores como transportista y tras hacerse el hisopado correspondiente lo diagnosticaron el pasado sábado. Desde ese momento, una ola de rumores y chismerío sobre su vida desde el jueves a ese mismo sábado se esparció por las redes sociales a toda prisa, tal como lo hizo el virus en el mundo. 

Por el camionero se hisoparon 33 personas, llamados “contactos estrechos”, y sólo uno de ellos tuvo resultado positivo: su hijo de 18. Por éste, se analizaron a otras 14 personas, resultando también casos negativos. Pero ambos fueron blanco de acusaciones que nadie informó oficialmente, sino que fueron puras especulaciones y rumores irresponsables de muchos acostumbrados a la crítica fácil. En lugar de esperar el trabajo de las autoridades y los resultados de estudios, muchos prefieren levantar el dedo acusador por simples rumores infundados. 

Como era de esperarse, hay que destacar que también esta familia tuvo apoyo y respaldo de muchas otras personas.

A nivel nacional no podemos dejar de mencionar que hasta el personal de salud sufrió rechazos, por el solo hecho de ser la primera barrera con la Covid-19. Mientras cada noche a las 21 eran reconocidos con aplausos por su labor, en el día varios recibían mensajes intimidatorios, por ejemplo, para que dejen su departamento ante la posibilidad de contagiar a los vecinos del edificio. 

El impacto

A tres meses de ese 20 de marzo que quedará en la historia, entramos en una etapa donde la empatía sola ya no alcanza. La responsabilidad de cada uno es esencial. Con las flexibilizaciones la ciudad volvió a activarse, pero eso no implica que los cuidados deban terminarse. Lo dicen los epidemiólogos más importantes del mundo: el virus sigue activo y nosotros no vivimos en una isla. 

En el país, estamos viendo cómo cada día la cantidad de contagios crece y si bien la situación en San Francisco está muy lejos eso nos convierte en un potencial camionero, odontólogo, traumatólogo o basquetbolista que puede resultar contagiado. El virus puede afectar a cualquiera y debemos aceptarlo. Y cuidarnos. De lo contrario, la estigmatización provocará un efecto adverso: que quien tenga los síntomas se oculte, lo que sería un gran problema. 

Nicolás Albera
Jefe de Redacción El Periódico