¿Por qué eligió Italia para buscar nuevos rumbos?

De allí vino mi abuelo, mi nono Atilio Mosca, en 1922. En Italia tuve la gran oportunidad de empezar a trabajar en el estudio que proyectaba sobre todo los negocios de Gianni Versace (diseñador de ropa italiano). A través de esa experiencia que duró ocho años tuve la suerte de viajar por todo el mundo.

¿Cuáles fueron sus tareas?

Entré como dibujante y salí como socio del estudio sobre ciertos proyectos.

¿Cuándo se lanza solo, con su propio estudio de arquitectura?

En el año 94 abrí en el centro de Milán mi propio estudio. Empezamos a trabajar con nuestros clientes y en muchos lugares del mundo.

¿En qué rubro de la profesión?

La arquitectura tradicional es lo que más le gusta pero por cuestiones de mercado, porque es lo que más se usa o más se vende, trabajamos sobre los “interiores”. Hemos tenido que especializarnos en el sector de lujo porque es el que mantiene al mercado. En este momento firmamos un acuerdo con empresa que hace diseño de muebles y trabajamos por estos días en proyectos de edificios, por lo que estamos abriendo el mercado. Hacemos casas grandes, de alrededor de mil metros cuadrados. Trabajamos en toda Europa, especialmente en España, Italia, Francia, Inglaterra. También en Ucrania, Hong Kong y tenemos proyectos para desarrollar en China. Aunque una de las ambiciones, siendo de esta tierra, es poder trabajar en el mercado latinoamericano.

¿Qué herramientas debe incorporar un arquitecto sudamericano, argentino en este caso, para desenvolverse en Europa?

Una de las principales cosas es tratar de interpretar la cultura o el modo de vivir de ellos, para darles un servicio lo más cercano posible. Después, la flexibilidad, la vocación de servicio, ser lo menos artista posible y más un instrumento del cliente. Uno de los problemas que tenemos los arquitectos es el ego potenciado, que muchas veces se convierte en un freno.

¿Qué proyecto lo identifica o le dio más notoriedad?

El que más notoriedad me dio fue uno ubicado en el centro comercial de Milán, en la calle central, que se llama “Gio Moretti”, que es una tienda multimarca de lujo y está considerado uno de los cinco mejores negocios de todo el mundo. Comenzó con 500 metros cuadrados hace 20 años y ahora seguimos trabajando y va a llegar a 1600 metros cuadrados cubiertos. A ese negocio van los artistas más conocidos como Madonna, futbolistas importantes, corredores de Fórmula 1, cantantes, entre otros. La gente de afuera viene a comprar a ese lugar y muchos de los proyectos nuevos que llegaron al estudio fue por medio de esta vidriera.

¿Imaginaba esta vuelta de la vida cuando era un estudiante?

Fue toda una sorpresa, mi ambición era ser carpintero como mi abuelo. Me di cuenta de la dimensión que tomó lo que hacía a los dos años de haber llegado a Europa.

¿Cómo observa a San Francisco desde lo arquitectónico?

Es difícil opinar por la pasión de ser local. Yo la veo siempre igual… (piensa). Me hubiese esperado un desarrollo superior y más organizado de la ciudad en los últimos 20 años. Obviamente que se pasaron crisis económicas difíciles, pero en los últimos diez años hubo un gran desarrollo. Esto no es un problemas de los profesionales locales, sino que hay algo a nivel organizativo que falla en la ciudad, no se ve desarrollo urbano organizado, no se ve un cuidado de la ciudad, ni aún en la llegada, en la entrada. Es casi causal el acceso, en la rotonda no hay ni una flor, salvo que encontrés el santo iluminado. Del lado de Santa Fe nada. Creo que no es falta de voluntad sino de información para lograr un desarrollo mejor del planeamiento de la ciudad.

¿Cómo era Gianni Versace?

Trabajé en persona con él. Era la persona más talentosa que encontré en mi vida. Era capaz de resolver en 30 segundos lo que uno demoraba meses. Capaz de mezclar los materiales más extraños y formas impensables para lograr un resultado siempre armónico y exitoso en las ventas.