Durante más de tres horas, la falta de luz provocó un caos en la ciudad de Buenos Aires ayer por la tarde, con la interrupción del servicio de las seis líneas de subtes, de la línea Mitre de trenes y la salida de funcionamiento de los semáforos en el centro porteño.

Todo ocurrió en un clima de intenso calor y a 24 horas del cacerolazo contra el Gobierno nacional que se realizará hoy en todo el país y tendrá su epicentro en el Obelisco porteño.

La protesta que en las redes sociales se dio en llamar el 8-N podría ser más multitudinaria que la del 13 de septiembre (13-S) pasado, cuando también sin una convocatoria de partidos de la oposición decenas de miles de personas, mayoritariamente de clase media, marcharon con distingos reclamos contra la administración de Cristina Fernández.

Al igual que entonces, hoy la protesta incluirá un variopinto conjunto de rechazos y reclamos a decisiones y carencias que se le atribuyen al Gobierno. Desde la inseguridad y la inflación, a la prohibición de ahorro en divisas y el hostigamiento a la libertad de expresión.

También contra la intención presidencial de reformar la Constitución Nacional para habilitar una re-reelección del mismo modo que asuntos que hacen al estilo gubernamental “confrontativo” y “autoritario” de Cristina Fernández y que, desde el 13-S, ella no sólo no se encargó de atender sino que, por el contrario, pareció acentuar con el argumento del 54 por ciento de los votos con los que hace casi un año llegó a su segundo mandato.

Sin identificaciones político -partidarias, los manifestantes marcharán hasta el Obelisco al sonar de cacerolas desde esquinas emblemáticas porteñas, como la de Santa Fe y Callao, en el Barrio Norte.

Alrededor de las 21 está previsto que canten el Himno Nacional y no haya orador alguno, mientras que concentraciones menores sucederán en simultáneo en otros barrios de clase media de la ciudad, como Caballito y Belgrano.

La protesta tiene el aval del conjunto de los dirigentes de la oposición. Desde el peronismo, José Manuel de la Sota, por caso, volvió a decir ayer que “la gente no encuentra el camino y siente maltrato por parte de las autoridades nacionales”.

Hugo Moyano, jefe de la CGT opositora, reconoció que “es un derecho ciudadano el manifestarse”, mientras que Eduardo Duhalde eludió opinar, atento a su compromiso de no hacerlo hasta que se cumpla un año del gobierno de Cristina. También los apoyos partieron del ex candidato presidencial socialista Hermes Binner y el titular de la UCR, Mario Barletta (Ver aparte).

La Presidenta seguirá la marcha desde Olivos, luego de encabezar, al mediodía, un acto en Ezeiza junto al gobernador bonaerense Daniel Scioli. Se espera que en ese acto haga referencia al cacerolazo.

Mañana, tanto ella como la oposición, empezarán a evaluar si la protesta conllevó o no cambios potenciales en el escenario político hacia las legislativas de 2013.

Sin luz. En tanto, la reacción social autoconvocada desde las redes sociales, tuvo ayer un aditamento imprevisto. Un amplio corte de luz agito los ánimos al punto que en algunas zonas de la Capital Federal hubo vecinos que se anticiparon a salir con cacerolas. Un desorden y descontrol reinó ayer durante varias horas en Buenos Aires. Además del microcentro, los barrios más afectados por el apagón fueron Balvanera, Villa Devoto y Flores. Durante algunos minutos tampoco hubo luz en la Casa Rosada.

La empresa distribuidora Edesur informó que se produjo una doble falla en líneas de alta tensión debido a un consumo récord.

El corte provocó que más de 1.500 semáforos quedaran fuera de servicio así como también todas las líneas de subte y los ferrocarriles.