En la ciudad desde hoy abundan las miradas. Los rostros de muchos sanfrancisqueños por la calle amanecieron este miércoles tapados hasta la mitad, dejando al descubierto sólo los ojos. Es que ya comenzó a regir la obligatoriedad de utilizar barbijos u otros protectores para boca y nariz como una herramienta más para evitar el contagio de coronavirus, la enfermedad que acecha al mundo en la actualidad y, claro, a San Francisco.

La medida venía siendo analizada por el intendente Ignacio García Aresca desde el fin de semana pasado y se decretó en un martes movido al conocerse el segundo caso positivo de Covid-19 en San Francisco, el del médico Daniel Elkin, lo que pudo haber acelerado la puesta en funcionamiento. Ocurre que el traumatólogo estuvo en contacto con personal de la salud con el que llevó adelante algunas intervenciones quirúrgicas, además de personas de su círculo cercano.  

El objetivo, dijeron desde el Gobierno municipal, es sumar una herramienta más que evite que el virus se propague en nuestras calles. Por eso, funcionarios recorrieron este miércoles algunos sectores de la ciudad –en el marco del período de adaptación y concientización que durará una semana- informando y entregando estos elementos a quienes no contaban con ellos.

Más barbijos en el centro que en los barrios en el primer día de uso obligatorio
Funcionarios entregando barbijos en la calle este miércoles. 


Luego comenzará un período de control exhaustivo donde habrá sanciones a quienes no respeten la norma. 

Dónde se usa

En una recorrida realizada por El Periódico en distintos sectores de la ciudad, se pudo observar que el uso de barbijos o protectores de boca y nariz siguen destacándose en la zona céntrica donde hay mayor movimiento de gente, al estar ubicadas las sucursales bancarias, farmacias y algunos supermercados. La mayoría lo llevaba colocado, cumpliendo con el decreto municipal.

En los barrios, la situación era algo diferente. El barbijo no escaseaba, pero tampoco abundaba. Se observa su uso en personas que salen a realizar compras en pequeños comercios, pero luego, en la vuelta a casa, el común denominador era dejarlo caer al cuello. Motociclistas y ciclistas tampoco se lo colocan, como sí lo harían en el caso de circular por el bulevar 25 de Mayo, por ejemplo.

La diferencia entre lo que pasa en un barrio y lo que sucede en el microcentro no es nuevo. Antes de la pandemia, una regla básica como el respeto de la luz roja de un semáforo suele ser diferente sobre 9 de Julio que sobre una calle de la periferia, donde el control no es exhaustivo. Lo mismo ocurrió con el inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio.

Desde el martes

Una vez conocida la medida en los medios, pasó lo que podía pasar. Que la gente salga a comprar barbijos a las farmacias, algo que se aclaró desde el municipio no era la intención ya que se recomienda el uso de protectores que se pueden hacer de forma casera.

Asimismo, ya vecinos dieron cuenta de que en algunos comercios el precio de este dispositivo sufrió un aumento. Además, en reconocidas páginas de Facebook vecinos aprovecharon para iniciar un pequeño negocio, el de la realización y venta de barbijos, aprovechando la situación.