Roberto Antonino tiene 73 años y es un “todero”. Aprendió mecánica y otros oficios desde pequeño. Nunca se quedó quieto, siempre aprendiendo cosas nuevas pese a que una retinitis pigmentaria le fue devorando la visión desde los 12 años.

A los 33 y pese a mucho andar buscando una cura, la enfermedad le quitó la vista pero no las ganas. “Nunca quise ser discapacitado-cuenta-, nunca quise quedarme sin hacer nada. Seguí trabajando de distintas cosas, me gusta la mecánica y lo hago. La mayoría no se imagina de qué modo y yo les pregunto: ‘¿cómo hacen para hacer tal o cual cosa? Y pero nosotros vemos’, me dicen. Bueno yo cuando tomo algo con la mano es como que lo estoy viendo”.

¿Cómo fueron los primeros años de su enfermedad?

A mí la enfermedad me arruinó la juventud. Fui a distintos lugares a hacerme tratar pero la enfermedad seguía progresando. Hubo un momento en que era resignarme a quedarme ciego y no hacer nada o progresar de otra manera. Como nunca quise aceptarlo, seguí trabajando normalmente y ahora hacé de cuenta que agarro un trabajo y lo estoy viendo. Con 12 años empecé a trabajar en mecánica y así les arreglaba las motos a todos mis amigos. Me fui armando un tallercito y para el año 1969 me mudé a Morteros. Allá también seguí con las motos y por suerte siempre me fue bien, tenía muchas para reparar.

Mientras tanto la enfermedad avanzaba.

Yo vi hasta los 33 años, pero siempre con dificultades desde los 12. A los 26 tuve que dejar de andar en moto, se me dificultaba enfocar la visión, podía ver más por los costados pero no centrar la vista. Después ya no distinguí más nada. Por ahí me parece que algo veo pero es una sensación. Cuando toco algo me parece que lo estoy viendo, pero es algo de la mente, es un desarrollo que logré. Lo que me pongo a hacer lo hago con tanto amor que me termina saliendo.

Cuénteme cómo es un día suyo.

Yo me cocino, hago todo lo relacionado al hogar. Hago asado, lechones, para cada cumpleaños de mis hijos o mis nietos siempre cocino. Ya le agarré la mano, te vas dando cuenta por el tiempo, cuando al lechón lo hacés crocante lo vas tocando con el tenedor y te das cuenta. Es una costumbre que ya tengo. El que ve no lo va a entender. Y en mi familia están tan acostumbrados que para ellos es normal, tal es así que vivo solo y me manejo solo en la casa. Pero estoy todo el día trabajando, sábado y domingo también.

¿Y para la calle usa el bastón?

No, no me acostumbro, es una cosa que no pude superar, no sé por qué. No me siento bien andando solo por las calles, lo podría hacer, pero no lo hice. A mí poneme a trabajar en cualquier cosa pero andar por la calle con el bastón no me gusta. Siempre que salgo alguien me acompaña. Viajo mucho a Morteros, lo hago solo pero allá siempre me espera algún conocido.

¿Cómo se las ingenia para los trabajos?

Me gusta aprender de todo, me gusta investigar, armar y desarmar cosas. He armado motores que me traían que ni siquiera conocía y sin embargo los hacía andar. Pasa que el que puede ver no lo va a entender. Yo tengo conocimiento de mecánica, de la instalación eléctrica de autos y motos. Es más, los pisos de mi casa los coloqué yo. Todos me decían que no iba a poder y mirá (señala el piso en perfecto estado), son 7 metros de largo.

¿Alguna vez se sintió discriminado por su ceguera?

La verdad que la palabra ciego me pone mal, no sé por qué. Que me digan no vidente no me afecta. Discriminado no, lo que molesta a cualquier persona en mi condición son los desniveles que hay en las veredas. Podrían tener todas una misma altura, pero cada uno la hace como quiere y eso te dificulta el andar. Eso y los palos de luz que están al lado de la pared, yo para andar tengo por referencia la pared, pero un palo de luz en el medio te golpea un poco.


El desafío del midgets

Cierto día un muchacho amigo lo desafió a armar un auto de midgets para competir y Roberto contestó rotundamente: “¿Cómo no me voy a animar? Si no hay coraje no hay guerra”. Y así empezó a construirlo, a pulmón, juntando peso por peso. Desde hace un año el auto se encuentra corriendo en el campeonato santafesino.

“Lo maneja un muchacho de Morteros, Adriel Viano. Y la verdad que marcha bastante bien por lo difícil que es el campeonato”, asegura Antonino.

Roberto se tomó el midgets como un hobby, una oportunidad de seguir ocupado con los “fierros” y salir los fines de semana con amigos a sentir de cerca el rugir de los motores.