“Somos varios a los que nos gustaría empezar a trabajar en la cooperativa, dar una mano y ganar alguna moneda”, asegura Diego. Tiene 29 años y una vida atravesada por el consumo de drogas. Hoy es uno de los 20 adictos en recuperación que asisten al Hogar de Cristo que funciona en El Comedor de la Virgencita -Lamadrid 822- en barrio Parque y que quieren comenzar a trabajar en el reciclaje de cartones y papeles.

En este sentido, Emilio Amé, integrante de la comisión de Cáritas Diocesana explica: “La idea es complementar lo que hoy se viene trabajando en el Hogar de Cristo con los chicos que llegan con problemas de adicciones y darles esta posibilidad de que comiencen a trabajar y generar sus propios ingresos con la cooperativa. Surgió como una iniciativa de ellos. Este espacio surgió como lugar de contención y acompañamiento, ellos vieron la posibilidad de ayudar a las chicas de la cooperativa y están dispuestos a querer trabajar para continuar su recuperación”.

Por su parte las mujeres que conforman la recicladora ven con buenos ojos que los chicos puedan sumarse. Eva Ferreira (46) es una histórica dentro de La Virgencita y se muestra dispuesta a colaborar. “De los siete años que funciona quedamos nosotras dos (con Gisela), algunas chicas abandonaron, otras fueron mamás y ahora tenemos a estos chicos que quieren salir de las adicciones y les estamos dando un espacio para que vengan. Me gusta la idea de poder sacarlos de la calle y que puedan ver que se puede hacer algo más acá, como ayudarnos a reciclar”.

Personería jurídica

Lograr la personería jurídica sería un paso fundamental para que la cooperativa comience a funcionar a toda marcha y hacer posible el deseo de los jóvenes que asisten al Hogar, de poder recuperarse ocupando su tiempo en el trabajo.

“El trámite se encuentra en el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social) en Buenos Aires. Es lento y burocrático pero tenemos la esperanza de que nos puedan dar un CUIT provisorio para poder comenzar a trabajar”, asegura Amé.

Existe una confianza en los dirigentes que se pueda lograr el trámite de la personería, por tal motivo comenzaron a construir en el galpón de la cooperativa baños y duchas para los jóvenes del Hogar que comenzarán a desempeñarse como recicladores.

Se ha generado una estrecha relación entre los chicos que asisten al Hogar de Cristo y las recicladoras. “Una vez que tengamos personería jurídica vamos a poder conseguir otros lugares donde vender lo que reciclamos y vamos a tener trabajo para los chicos. Yo ya los considero como mis hijos, los espero todas las tarde y si llegan tarde ya los reto”, dice Eva con una sonrisa.

La Cooperativa La Virgencita ofrecerá trabajar a quienes se recuperan de adicciones

Una oportunidad de salir

Diego es uno de los jóvenes que asiste al Hogar de Cristo y recuerda su etapa más dura en el mundo de las drogas y destaca cómo llegó al Hogar un día que padecía hambre.

“Vine solo. Era un día que tenía hambre y nada que comer ni nadie a quien recurrir. Desde que vengo acá dejé de consumir, porque te cambia, pensás en otra cosa. Vengo todas las tardes. Al estar con la mente ocupada sirviendo la merienda a los chicos me hace olvidar lo que hacía antes, consumía mucho”, asegura. 

Luego recuerda: “Desde los 12 años que me drogo, era muy jovencito. Empecé con el tabaco, después con la marihuana y llegó la cocaína. Últimamente está lo el crack que es lo que más te mata la cabeza. Tengo amigos que fallecieron por eso”.

Según Diego el acceso a las drogas es muy sencillo, se puede conseguir en el barrio o a unas cuadras en Acapulco. “Lugares para comprar sobran”, admite.

Sin embargo para el joven el Hogar de Cristo fue una salvación: le permitió volver con sus hijos, a los que a veces lleva a merendar al comedor La Virgencita. Ahora espera ansioso una oportunidad para poder trabajar como reciclador.

Algunas necesidades

Al aguardo de la personería jurídica, Eva y Gisela siguen trabajando todos los días. Temprano a la mañana salen a recolectar cartones, papeles y diarios. En la semana juntan el material y los sábados a la mañana enfardan lo que luego les dará el rédito económico.

En la actualidad solo cuentan con un carro tirado a mano. El restante se encuentra en el taller al aguardo de dos ruedas de motos, por eso apuestan a un corazón solidario para conseguir esos elementos y poder aumentar el volumen de recolección. También necesitan guantes moteados  para albañilería, alambre de 16 milímetros para hacer fardos y unos bolsones de polipropileno de 1000 kilogramos para dividir lo recolectado.

 Aquellos que puedan colaborar pueden hacerlo en Lamadrid 822.