Agustín Peralta, Simón Oyola, Franco Leiva y Germán Boris todos los martes y jueves a las 16 se reúnen en el merendero de Cáritas ubicado en el barrio La Milka. Allí aparte de dar la merienda a muchos niños que allí acuden, los ayudan con las tareas escolares. Están convencidos que desde los valores, el acompañamiento y la contención, los niños se sienten incluidos, mirados y amados.

“Este programa de inclusión y de educación no formal surge de Cáritas Argentina y usa como zona de detección las propias parroquias, donde se visibilizan los barrios más vulnerable y allí se comienza a trabajar”, comenta Agustín a El Periódico.

Al cumplir el rol de animadores y educadores, estos jóvenes se capacitan todos los años. Y el fin de semana pasado viajaron a Buenos Aires para tal fin. “Viajamos a los encuentros en el Gran Buenos Aires, allí intercambiamos experiencias con otros jóvenes y traemos nuevos conocimientos”,  agrega.

Testimonios de los jóvenes

“Recibo una beca de Caritas para mis estudios terciarios y como devolución les enseño a los chicos a jugar al rugby, toco la guitarra, me gusta trasmitir valores para la vida”, señala Simón Oyola.

En el caso de Franco Leiva, que trabaja como albañil, apenas termina su jornada laboral llega al merendero para ayudar. “Ellos son parte de mi vida, pasé por necesidades similares y por eso los entiendo”, dice

“Venir y rodearte de chicos te reconforta y te hace doblar la mirada a estos lugares tan olvidados”, añade Germán Boris.

Redes de contención

Cerca de la capillita del barrio se dan las clases de apoyo escolar, dibujo, pintura, talleres de lectura por los estudiantes de la carrera de Psicopedagogía y 5° año del Colegio San Martín, especialidad Estudios Sociales y Humanidades

Los profesores son buenos, te contienen. Me ayudan con un trabajo para el cole, soy muy feliz aquí”, comenta Antonella, una de las jóvenes que asiste a las clases de apoyo.

“Gracias a que están estos espacios nuestros hijos continúan estudiando. Mi hija dice que apenas termine la escuela va a venir a colaborar”, finaliza una mamá del barrio.

La dura realidad por un lado y los jóvenes por otro apostando a fortalecer vínculos y a incluir a los más necesitados.