En la medianoche del miércoles, Esteban Olocco garabateó con sus ojos las últimas pinceladas de su vida. Vida que caminó e hizo arte con simpleza y el siempre presente surrealismo que nos habita.  Este medio le preguntó en una entrevista del año 2013 que hacía cuando el arte no daba lo necesario como para afrontar económicamente la cotidianeidad, Olocco respondió: “Sigo pintando”.

La presencia en el arte local

“Me entero que ha muerto Esteban Olocco. Siento impotencia y fragilidad. Siempre la muerte me cae encima con toda su repugnante obscenidad. La muerte nos priva de todo, nos deja sin nada. Nos priva de su compañía, de sus futuras creaciones, de su vida en familia, su amor a Porota y su protección permanente a Marcelo. Con él desaparece un pintor crítico e innovador,  pero su obra queda sana y salva…INMORTAL. Qué tristeza Esteban… Abrazos donde estés”, escribe sentidamente Oscar Quaglia para homenajear a Olocco, de quien además recuerda: “hace muchos años solía ir a pintar por las noches a su estudio. Siempre me impactó la coherencia de su rostro con su obra. Vos lo mirabas a él y era su obra. La soledad, el espacio, la quietud y sus tonos tierras. Sus ojos, su mirada, dice Saramago “en los ojos de las personas, es el único lugar del cuerpo donde todavía existe un alma".

Luis Taverna, escribe y también ayuda a entender quién fue el pintor “Esteban Olocco, fue antes que nada un hombre bueno, un gran hombre que digno la condición humana y sembró en tierra fértil sus semillas legando en sus principios, una familia que se muestra austera y orgullosa del creador que le dio tan bella forma. Esteban, artista amigo. Descansa en paz”.

Cuando le pedimos a Eugenio Boc – Ho, ceramista de nuestra ciudad, una referencia, prefirió darnos el libro “Esteban Olocco, el lenguaje de su pasión” (Galetto – Bienedell) con un papelito indicando la página 125. “Acá está todo”, dijo, y ese todo es: “Se ha hablado del mundo de soledad y misterio que se desprende de las telas de Olocco. De esos horizontes planos, imagen de un paisaje recreado poéticamente en medio de una atmósfera extraña no desprovistas de rasgos surrealistas (…) En su caso, declara sentir más el color que la forma y se inclina hacia los tonos delicados. De todo ello surge el silencio como evidencia potente, Una de las maravillas que permite el arte”.

Color, delicadeza, bonhomía y pasión por lo que hacía. Olocco seguirá pintando eternamente.