A Gayetano Mazzurco se lo ve todas las tardes frente a su peluquería. Está afuera, como invitando a cada que uno que pase por allí a entrar en su mundo. En ese local de calle General Paz 131, a metros del bulevar 9 de Julio, no solo hay tijeras y peines sino innumerables historias que Gayetano pese a sus 93 años recuerda.

“No me canso de venir, hasta ahora. Lo que me cansa es estar de vicio”, reconoce a El Periódico. El hombre, que desde los 12 años es peluquero, sigue emparejando, cortando y hasta rapando cualquier cabeza que se siente en su sillón. Y el próximo 25 de agosto celebrará un día más del peluquero.

“El médico me dice que voy a llegar a los 100 años”, expresa mientras se ríe. Es que Gayetano parece intacto pese a un problemita con la presión. Y no se achica sino que redobla la apuesta y saca chapa de sus años: “Francamente no entra gente, no sé qué pasa. A los viejos no los quieren pero el viejo es el que sabe por la experiencia. Yo hago lo que me pide el cliente, yo trabajo igual que los demás”, afirma.

En sus mejores épocas llegó a realizar 45 cortes de cabello diarios. Trabajaba hasta las 12 de la noche. Según dijo, sigue trabajando porque más que ganar dinero hoy, él se entretiene.

Cambios

Gayetano aprendió el oficio por su padre, quien tenía peluquería. No quería ir a la escuela por lo que no le quedó otra que ponerse a trabajar. Siempre trabajó con hombres, aunque sabe que si hubiese atendido a mujeres el negocio le hubiese rendido más: “Ellas van más seguido a cortarse, teñirse o peinarse”.

Gayetano, peluquero de ley

Al hombre de antes lo define como “detallista” porque cada sábado o 15 días le cortaba el cabello a sus clientes. “Ahora te aparecen cada tantos meses, todo peludos, que quieren que le deje cortito el cabello”.

Mazzurco recuerda que en sus inicios “el cliente pagaba 5 pesos por mes para cortarse el cabello dos veces, afeitarse tres y sacarse la pelusa cada sábado”.

Gayetano cumplirá en noviembre 94 años y seguirá yendo a trabajar como siempre: “Me entretengo con la gente, acá no me agarra la depresión y me mantengo vivo. Estaría muerto si no viniera”, manifiesta.